Nota del Director de ENV: Estamos complacidos de dar la bienvenida a Steve Laufmann como nuevo contribuidor. Laufmann es un consultor en el creciente campo de Arquitectura de la Empresa, que trata del diseño de sistemas de información compuestos muy extensos y muy complejos que se coordinan para realizara tareas específicas en medios rigurosos.
En un reciente artículo en ENV, el matemático Granville Sewell planteaba una intrigante pregunta:
En el actual debate entre Darwinismo y Diseño Inteligente, el argumento de más peso que presentan los darwinistas es éste: En todos los otros campos de la ciencia, el naturalismo ha sido espectacularmente eficaz; entonces, ¿por qué debería ser diferente el caso de la biología evolutiva? Incluso la mayoría de los científicos que dudan de la explicación darwinista de la evolución están confiados en que la ciencia llegará en su momento a una explicación más verosímil. Esta es la manera en que funciona la ciencia. Si una teoría fracasa, buscamos otra; ¿por qué iba a ser diferente en el caso de la evolución? [Énfasis añadido]
El artículo del doctor Sewell exploraba principalmente un razonamiento basado en la entropía y la teoría. Desde mi propia perspectiva como arquitecto de grandes sistemas de información, me gustaría sugerir una respuesta diferente (aunque complementaria).
Entra la información, el escenario queda completo
La biología evolutiva era mucho como las otras ciencias hasta la década de 1950, cuando se descubrieron las capacidades de transportar información del ADN y del ARN en el interior de células vivientes.
Estos descubrimientos llevaron a un cambio fundamental de la biología. Y según la carga de información se va descifrando más y más, vamos contemplando instrucciones de ensamblaje, circuitos de activación, secuencias de programación y paquetes de mensajes cada vez más complejos e interdependientes. Esta información se decodifica y es objeto de operación por parte de máquinas moleculares de una complejidad similar, y el conjunto (información + máquinas) es autogenerante, autosustentante y autorreplicante.
La información tiene unas propiedades fascinantes:
- Tiene que realizar una cantidad pasmosa de funciones complejas a fin de crear, sustentar y replicar la vida. Cada función exige distintos múltiples programas o secuencias para las diversas fases de su ciclo vital: ensamblaje, operación, orquestación compleja con otras funciones, detección y corrección de errores, replicación, etc. Estos son unos tipos de actividades funcionalmente distintos, de modo que es cosa casi cierta que están codificados por separado, quizá con unas estructuras de codificación y mecanismos completamente diferentes.
- No tiene ningún valor sin una compleja colección de máquinas moleculares, pero ha de incluir también las instrucciones para generar dichas mismas máquinas. El resultado es una inmensa y compleja coreografía de unas informaciones separadas pero interrelacionadas y de máquinas moleculares. Ninguna de las partes puede funcionar sin la otra —un gigantesco problema tipo el huevo y la gallina.
- Exhibe las propiedades de diseño de los mejores sistemas de software de producción humana, pero sus capacidades se extienden mucho más allá de cualesquiera sistemas de diseño humano. Por ejemplo, ningún sistema de diseño humano es capaz de autorreplicar tanto el software que opera sobre la máquina como la maquinaria que decodifica el software.
Además, basado en la funcionalidad observada en los organismos vivos, hay muchos tipos aún no descubiertos de información que tienen que estar presentes en una célula viviente, pero que todavía no se han decodificado o comprendido todavía.
La kinesina ofrece un fascinante ejemplo de información no descubierta en acción. ¿Qué programas y maquinaria se necesitan para ensamblar la estructura y la función de la kinesina? ¿Qué información se necesita para que la kinesina consiga sus funciones de tiempo de ejecución? ¿Cómo sabe la kinesina adónde ir para recoger una carga, qué carga recoger, qué camino emprender, y adónde descargar su carga? ¿Cómo sabe lo que debe hacer a continuación? Toda esta funcionalidad demanda información, que tiene que estar codificada en alguna parte.
De hecho, el nivel de complejidad va aumentando monotónicamente sin fin a la vista.
Sin ninguna posibilidad de que nuevos descubrimientos lleguen nunca a disminuir la complejidad observada, no puede pasar mucho tiempo antes que veamos un giro sísmico en el paradigma de investigación —gracias al estudio de sistemas biológicos que contienen información, al estudio de los sistemas de información que aparecen codificados en la biología.
Requisitos causales y fuerzas causales
Aparte del evidente (e intrigante) desafío para comprender la enorme complejidad de la carga de información de la vida, la evolución pretende explicar sus orígenes.
El origen de la vida es quizás el ejemplo más patente del formidable obstáculo que presenta la información a las explicaciones evolucionistas. Primero de todo, la vida exige todo lo siguiente:
- Programas y secuenciado suficientemente complejos para dar soporte al primer ciclo vital completo de la vida (es decir: las instrucciones tienen que ser completas y correctas).
- Maquinaria suficiente para interpretar el programa y para operar la vida (es decir: las instrucciones tienen que producir un efecto apropiado.
- Suficientes programas y maquinaria para replicar tanto los programas como la maquinaria (es decir: las instrucciones se tienen que transmitir a la siguiente generación).
Y todo esto tuvo que estar presente al mismo tiempo, en el mismo lugar, en al menos un instante en la historia, momento en el que el todo debe haber sido de alguna manera animado para crear la vida. Y todo esto, por definición, tuvo que ocurrir antes que un organismo se pueda reproducir. Sin reproducción no hay posibilidad de acumular función, de simple a complejo, como lo exige la evolución. Por ello, los programas tienen que haber contenido toda la complejidad necesaria para la primera vida en su comienzo.
Así, por definición, los programas y la maquinaria mínimos que se exigen para la primera vida tienen que haber sido anteriores a ningunas capacidades creativas (reales o imaginadas) de los procesos darwinistas.
Además, por cuanto la información necesaria para la primera vida tuvo que ser recogida antes de la animación de la primera vida, la carga de información mínima tiene que haber sido anterior a la primera vida biológica. Y por ello tiene que haber derivado de una fuente más allá de la biología tal como la conocemos.
Esto plantea un rompecabezas causal para la biología evolutiva. Porque sólo hay dos clases conocidas de fuerzas causales, y éstas tienen unas cualidades espectacularmente diferentes.
Primero, tenemos las leyes físicas, que incluyen las matemáticas, la física y la química. Dichas leyes son repetibles (es decir: las mismas entradas producen siempre los mismos resultados) y sin propósito (es decir: las mismas entradas producen los mismos resultados, sin importar quién quede perjudicado). Su repetibilidad hace que la ciencia sea efectiva. Pero las leyes físicas no son capaces de actuar con intención, lo que limita sus capacidades creativas.
Operando dentro de las leyes físicas hay sucesos aleatorios que pueden cambiar la carga de información de la vida de diversas maneras, Pero quedan limitadas por las mismas leyes físicas, de modo que son igualmente incapaces de actuar intencionadamente. Los sucesos aleatorios no pueden generar información compleja, excepto en dos circunstancias: (a) que haya alguna noción de un resultado deseable, y (b) que cualquier «ganancia positiva» hacia dicho resultado quede protegido de degradaciones aleatorias mediante algún mecanismo externo. Estas dos circunstancias especiales exigen intencionalidad, que las leyes físicas no pueden ofrecer.
Segundo, hay causas inteligentes, que tienen un propósito, y que por ello no son generalmente repetibles. La creación de una programación compleja exige una irrepetibilidad. Mientras que las causas inteligentes son capaces de generar el tipo correcto de información, es difícil identificar cuándo y cómo tuvieron lugar sus acciones, o cuál puede haber sido su intención. Todas las ciencias que se ocupan de causas inteligentes (p. ej., la arqueología), resultan más difíciles debido a su irrepetibilidad.
Una inminente crisis de la actual cosmovisión
La búsqueda en pos de una causa llena de propósito anterior a la biología como la conocemos lleva inevitablemente la conversación a la metafísica. Y esto sitúa la evolución (y la biología) en el centro de un conflicto entre cosmovisiones.
Para los materialistas, la primera clase de fuerza causal es insuficiente, y la segunda resulta inaceptable. Así, los biólogos materialistas se ven empujaos a buscar una tercera clase de fuerza causal —que funcione sin propósito (exigido para mantener una filosofía materialista), pero que produzca resultados llenos de propósito (exigido para ajustarse al mundo observado). Pero no se han propuesto ningunas candidatas a fuerzas razonables.
De modo que los materialistas se encuentran con una creciente disonancia entre su compromiso filosófico y la programación compleja de la filosofía. Al ir aumentando la calidad y cantidad de los programas interdependientes y de la maquinaria de procesado que se van descubrimiento, la verosimilitud de la causación material se va debilitando. Así, la posición materialista es débil, y va en la dirección equivocada (desde su perspectiva).
Por otra parte, para cualquiera que no esté plenamente comprometido con la filosofía materialista, las opciones son mucho más interesantes. Para quienes estén dispuestos a considerar la segunda clase de fuerzas causales, las cosas comienzan a tomar forma, y la disonancia se disipa.
Para los teístas, la segunda clase de fuerza causal no es solamente aceptable, sino esperada. Además, los teístas no se sienten sorprendidos de saber que las fuerzas causales en la clase n.º 1 tienen un ajuste fino para hacer posible la vida, y no tienen problema alguno con la noción de que los sucesos aleatorios sean más susceptibles de destruir información que de crearla (p. ej., hay muchos más programas posibles no funcionales que programas funcionales).
Los descubrimientos continuados acerca de la naturaleza de la información en el fundamento de la vida presentan un obstáculo creciente para la cosmovisión materialista, pero son crecientemente favorables a cualquier cosmovisión abierta a una inteligencia prebiológica con algunos medios para ensamblar los programas y la maquinaria mínimos exigidos para la primera vida.
Y esto genera una colisión entre cosmovisiones.
El gran desafío a la evolución
La biología molecular está caracterizada por un aumento de los interrogantes y un encogimiento de las respuestas.
Es algo así como aquel tipo que, después de desamarrar su barca, se encuentra con un pie en el muelle y otro pie en la barca. Al ir aumentando la distancia, se va haciendo más difícil ignorar el problema. Más incómodo. Y el tiempo se va acabando.
Y este es el gran desafío a la evolución. Sencillamente, los complejos programas y las asombrosas máquinas moleculares en el seno de la vida no se pueden explicar mediante ninguna teoría de evolución, vigente o propuesta, ni por ninguna otra causa completamente material. Los defensores del materialismo no pueden ocultar esta realidad durante mucho más tiempo. Ni la estridencia de sus argumentos ni ningún nivel de hostilidad pueden cambiar la realidad de que los datos se movilizan en contra de ellos.
Pocas veces se ha encontrado ningún campo de la ciencia con cuestiones tan difíciles, o que penetran tan profundamente en las cosmovisiones, mentes y corazones de las personas reflexivas.
La tesis evolucionista se encuentra en el centro de un debate bipolar —con demasiado para explicar, en demasiado poco tiempo, con una capacidad causal insuficiente, y con tantos espectadores, y con tanto en juego.
Esto, diría yo, es lo que hace diferente a la evolución.
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