Nota del Director: Steve Laufmann es un consultor en el creciente campo de Arquitectura de la Empresa, que trata del diseño de sistemas de información compuestos muy extensos y muy complejos que se coordinan para realizar tareas específicas en medios rigurosos.
Se ha dicho por mucho tiempo que el camino a las respuestas correctas se encuentra haciendo las preguntas correctas. Unas preguntas mejores tienden a dar mejores respuestas. Unas preguntas no tan buenas pueden dar pocos resultados, e incluso a ocultar las respuestas. Algunas preguntas sirven para iluminar, otras oscurecen.
El diseño inteligente suscita (al menos) dos preguntas fundamentales. Abordaré brevemente la primera de estas aquí, y la segunda en un artículo posterior. Primero:
¿Es ciencia el Diseño Inteligente?
Esta pregunta es fundamental en el debate existente acerca del D.I. Se argumenta con frecuencia, a veces de manera estridente, y ocasionalmente de forma correcta. Debido a que este tema ha sido cubierto en muchas ocasiones en este foro y en otros, presentaré aquí solamente cinco observaciones acerca de cómo se plantea, debate y responde a esta cuestión.
1. La respuesta es sí, el diseño inteligente es ciencia, aunque no todos lo saben todavía.
Sin embargo, las razones detrás de esto no se comprenden ni de manera amplia ni bien. En mi experiencia, hay dos áreas comunes de malos entendidos:
En primer lugar, muchos intentan aplicar criterios de demarcación que no son apropiados para las ciencias históricas. Hay criterios de demarcación, como observabilidad, susceptibilidad de ensayo, falsabilidad, capacidad predictiva y repetibilidad, que no se aplican de manera general a las causas de sucesos no observados y no repetibles en el pasado. Esto es tan cierto de los sucesos aleatorios que postula la teoría darwinista como de las acciones de un agente inteligente en el D.I. Además, mayormente, los filósofos de la ciencia han abandonado los criterios de demarcación porque hay demasiadas excepciones a tales reglas.
En segundo lugar, relativamente pocas personas están versadas en las sutilezas metodológicas de las ciencias históricas, de modo que no las aplican apropiadamente al D.I.
2. La disputa sobre el D.I. tiene más que ver con la definición de ciencia que con ningún mérito científico concreto del D.I.
Hay una cuestión central en el corazón del debate sobre los orígenes: ¿Son las fuerzas causales no inteligentes capaces de producir las complejas orquestaciones de información y de maquinarias de procesado que vemos en biología? Esas orquestaciones ocurren a niveles múltiples, desde la maquinaria molecular dentro de la célula a los complejos subsistemas del organismo (como los sistemas esquelético o circulatorio) hasta la mente humana.
Los proponentes de Darwin argumentan que la respuesta es que sí, que las fuerzas no inteligentes pueden hacer todo el trabajo necesario. Los proponentes del D.I. razonan en sentido contrario (Ver «El Gran Desafío a la Evolución» para mi perspectiva acerca de esta cuestión.)
Como ciencias históricas, tanto el darwinismo como el D.I. tratan de sucesos en el pasado, en la historia del espacio-tiempo. Todas las ciencias históricas aplican un proceso racional similar para inferior la mejor explicación (causa) para los resultados observados (efectos).
Las reglas son las mismas. El proceso es el mismo. El razonamiento sigue un camino similar. Claramente, hay una equivalencia metodológica entre el darwinismo y el Diseño Inteligente. Entonces, ¿cómo puede tener carácter científico la tesis darwinista, y no tenerlo la tesis del Diseño Inteligente?
3. La mayor parte del escándalo en contra del Diseño Inteligente se debe a un conflicto de cosmovisiones.
¿Por qué ofende la tesis del Diseño Inteligente? Respondiendo directamente, el problema reside en las respuestas que el D.I. está dispuesto a considerar, y en las implicaciones filosóficas de dichas respuestas.
Muchos científicos, y también una buena cantidad de legos en la materia, combinan la ciencia con la filosofía materialista. Muchos van más allá, y combinan la filosofía materialista con la racionalidad.
Al quedar abiertos a la posibilidad de que hubo una causa inteligente, con un pleno propósito, en la historia de la vida, el D.I. se enfrenta de cara no con la ciencia, sino con las presuposiciones del materialismo.
4. La cuestión acerca del D.I. como ciencia la plantean diferentes personas con diferentes fines.
Hay personas que quieren genuinamente comprender el D.I., y si ajusta, y en tal caso, cómo, en el estudio objetivo del mundo natural.
Hay buenas respuestas para estas personas. (Véase los enlaces más abajo, en ingles, para conseguir unos útiles recursos.)
Una segunda clase de los que preguntan está menos interesada en un diálogo productivo. Para esta clase de personas, las cuestiones acerca de la verdadera naturaleza científica del D.I. son un instrumento para alejarse de cualquier conversación seria acerca de la detectabilidad del diseño y de la causación inteligente.
En el momento en el que la ciencia, el materialismo y la racionalidad quedan combinados en un todo, la definición de ciencia puede funcionar de dos maneras importantes: (a) como justificación suficiente para descartar las afirmaciones asociadas con el D.I., o (b), como mazo para blandirlo contra cualquiera que proponga seriamente el D.I. o que se asocie con sus proponentes, especialmente aquellos que por otra parte parecen ser unos científicos perfectamente respetables.
Una estrategia que ha resultado bastante efectiva es etiquetar como «pseudociencia» cualquier propuesta que se atreva a plantear un desafío a una perspectiva estrictamente materialista. Una vez se ha rotulado con una etiqueta menospreciativa, se pueden descartar tranquilamente todas las cuestiones vinculadas. Esas tácticas están tan bien ensayadas que se han convertido en un estereotipo, a menudo una cuestión de hábito inconsciente, entre los materialistas más comprometidos.
Así, es esencial discernir los motivos detrás de las preguntas, y responder de manera apropiada. La primera clase de cuestionador quiere sinceramente comprender cómo se desarrolla el argumento. La segunda clase no comprende el desarrollo del argumento, y tampoco quiere comprenderlo.
Así, una misma pregunta puede llevar a muchas diferentes conversaciones. Pero vale la pena tener esas conversaciones en ambos casos.
5. Que la tesis del D.I. tenga carácter científico es, a cierto nivel, meramente una cuestión de categorías.
Consideremos la cuestión de los orígenes desde otra perspectiva. ¿Qué sucedió realmente en la historia en el espacio-tiempo?
Si la tesis del D.I. es correcta y en tal caso una causa inteligente intervino en el curso de sucesos del pasado, pero la consideración de esta posibilidad no tiene carácter científico, entonces, en base a esta definición la ciencia es incapaz de abordar plenamente la cuestión de los orígenes. Como categoría de investigación, entonces, la ciencia deviene menos interesante, y es posible que se invente una nueva categoría que se parecerá exactamente a la ciencia, pero sin la rémora presuposicional del materialismo.
Si la ciencia, o al menos la biología, debe permanecer relevante en el siglo siguiente, tiene que llegar a un acuerdo con el creciente cuerpo de datos que exige reexaminar la causalidad que subyace a la información biológica y la maquinaria biológica que procesa esta información. Puede que los biólogos tengan que reconocer que han combinado la ciencia con sus prejuicios filosóficos, tengan que repensar sus favoritas presuposiciones del siglo 19, y tengan que reconsiderar los mecanismos causales que están dispuestos a aceptar, y que emprendan seguir la evidencia hacia donde ésta les lleve.
Esta es una práctica que antes era conocida como «ciencia».
Atrapados en el remolino
La tesis del D.I. puede quedar fácilmente atrapada en el remolino entre cosmovisiones en colisión. En tanto que el D.I. puede que no concuerde con las presuposiciones de alguien, esto puede que tenga más que ver con su perspectiva del universo que con el universo real.
Pero los interrogantes persisten, y el creciente cuerpo de evidencias es real. Los vacíos en la capacidad explicativa del materialismo están creciendo, y no desaparecerán sólo porque los materialistas lo deseen.
Por cuanto lo que realmente queremos saber es cómo estas cosas se originaron, parece bien razonable mantenerse abiertos a todas las explicaciones probables, al menos hasta que se puedan descartar en base de razones científicas firmes, y no por presuposiciones filosóficas.
La biología nos presenta unos profundos misterios listos para su exploración. Dado que realmente sabemos muy poco de cómo funciona la vida, y mucho menos de cómo llegó a existir, parece prudente mantener las opciones abiertas y seguir los datos. Y plantear buenas preguntas.
Para un tratamiento más a fondo del D.I. y de la ciencia, véanse los siguientes recursos:
- «How Can We Know Intelligent Design is Science?» por Casey Luskin
- Signature in the Cell: DNA and the Evidence for Intelligent Design, por Stephen Meyer
- «What's the Mechanism of Intelligent Design?» por Ann Gauger
- «Answering a Common Complaint: Does Intelligent Design Require Faith?» por Casey Luskin
- «Why Intelligent Design Is Science: A Reading List», por Casey Luskin
- «More on How We Can Know Intelligent Design Is Science», por Casey Luskin
En un artículo que seguirá, examinaré la segunda cuestión fundamental, que tiene el potencial de producir respuestas aún más interesantes.
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