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septiembre 2016
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Hace un par de semanas apareció un interesante artículo en Scientific American titulado «La evolución del ojo». El subencabezado del artículo hace esta temeraria afirmación: «Los científicos tienen ahora una clara visión de cómo llegaron a existir nuestro ojo tan evidentemente complejo». Cuando vi que se había publicado este artículo, me invadió una enorme curiosidad. Tenía deseos de leer la propuesta de solución de un problema terriblemente difícil. Pero lo que el artículo realmente proporcionada era muy decepcionante. No aparecía nada realmente nuevo ni original, y (aunque recubierto de nuestro moderno conocimiento científico), el argumento adoptaba más o menos la misma forma fundamental que todos los refritos que se han ido presentando durante el último siglo y medio desde la publicación de la obra de Darwin El Origen de las Especies.
Por cierto, en este artículo se hace mención explícita del diseño inteligente (DI) y se ofrece su contenido como un argumento contrario al concepto de la complejidad irreducible. El autor del artículo, Trevor D. Lamb, mantiene que

... Recientemente, los biólogos han conseguido significativos avances en seguir el origen del ojo —estudiando cómo se forma en embriones en desarrollo y comparando las estructuras de los ojos y los genes a través de las especies para reconstruir cuándo aparecieron los rasgos clave. Los resultados indican que nuestra clase de ojo —el tipo común a través de los vertebrados— adoptó su forma en menos de 100 millones de años, evolucionando a partir de un simple sensor de luz para ritmos circadianos (diarios) y estacionales hace alrededor de 600 millones de años para llegar a formar un órgano óptica y neurológicamente sofisticado hará unos 500 millones de años. Más de 150 años después que Darwin publicase su revolucionaria teoría, estos resultados son el toque de muertos para la tesis de la complejidad irreducible y respaldan maravillosamente la idea de Darwin. También explican por qué el ojo, lejos de ser una pieza de maquinaria perfectamente diseñada, exhibe una cantidad de defectos fundamentales —unos defectos que son las cicatrices de la evolución. Al contrario de lo que algunos pudieran pensar, la selección natural no resulta en perfección. Juega con el material que tiene disponible, algunas veces con efectos extraños.

Esencialmente, Lamb hace las siguientes afirmaciones:

1. Al comparar las estructuras del ojo y el desarrollo embrionario del mismo en las especies vertebradas, se puede inferir que nuestro ojo de tipo cámara tiene unas raíces evolutivas muy antiguas.
2. Antes de adquirir los elementos necesarios para su operación como órgano visual, su función se limitaba a la detección de la luz para modular los ritmos circadianos de nuestros distantes antecesores.
3. El ojo contiene numerosos defectos que atestiguan su origen evolutivo.
4. Hay claves en el desarrollo de los embriones que indican cómo el ojo se formó a partir de un órgano sensible a la luz pero no visual hasta un órgano formador de imágines hace alrededor de 500 millones de años.

El artículo de Lamb es principalmente un intento de rechazo del diseño inteligente (y no meramente de demostrar la descendencia común). Por tanto, en esta crítica del artículo es mi intención concentrarme principalmente en el cuarto de estos puntos (que considero como el punto esencial), y también trataré brevemente la condición aparente subóptima del diseño del ojo.
Doblado de un área de fotorreceptores

Lamb nos dice:

En etapa temprana del desarrollo, la estructura neural que da origen a las protuberancias de los ojos en cada lado para formar dos sacos, o vesículas. Cada una de estas vesículas se dobla entonces sobre sí misma para formar una retina en forma de C que reviste el interior del ojo. La evolución procedió probablemente de una manera muy parecida. Nuestro postulado es que un proto-ojo de esta clase —con una retina de dos capas en forma de C compuesto de fotorreceptores ciliares en el exterior y de neuronas de salida derivadas de fotorreceptores rabdoméricos en el interior— evolucionó en un antecesor de los vertebrados hará entre 550 y 500 millones de años, que servía para impulsar su reloj interno y quizá para ayudarlo a detectar sombras y orientar su cuerpo de manera apropiada.

Esta perspectiva no tiene nada de nueva. Esta idea ha sido adoptada por muchos de los más célebres biólogos evolutivos del siglo 20 (p.ej. Richard Dawkins). Nilsson y Pelger (1994) también ofrecieron un argumento muy similar (ver aquí la crítica que presenta David Berlinski —en inglés).
En esta clase de modelos se cree que se podría mejorar la agudeza visual primero al hacerse cóncava el área inicialmente plana de fotorreceptores, y posteriormente aumentando el nivel de indentación. Naturalmente, el argumento se fundamenta sobre el supuesto crucial de que el cambio sea a la vez heredable y que pueda proseguir indefinidamente (sin importar cuánta indentación y selección haya ocurrido previamente).

Además, una vez el área cóncava de fotorreceptores es tan profunda como ancha, la agudeza visual queda más efectivamente realzada no haciéndose más profunda, sino constriñendo el orificio de la depresión hasta que se consigue una relación óptima entre la agudeza visual (como resultado del estrechamiento del ángulo de la luz incidente hacia cada fotolécula respectiva) y la reducción en luz admisible para las fotocélulas.

El desarrollo y la evolución de la lente

Lamb prosigue así:

En la siguiente etapa de desarrollo embrionario, mientras la retina está doblándose hacia adentro sobre sí misma, se forma la lente, que se origina como un engrosamiento de la superficie externa del embrión, o ectodermo, que se abomba en el espacio vacío curvado formado por la retina en forma de C. Esta protuberancia se separa en su momento del resto del ectodermo para convertirse en un elemento flotante libre. Parece probable que durante la evolución se diera una secuencia parecida de cambios. No sabemos exactamente cuándo sucedió esta modificación, pero en 1994 investigadores en la Universidad de Lund en Suecia expusieron que los componentes ópticos del ojo hubieran podido evolucionar fácilmente en el intervalo de un millón de años. Si es así, el ojo conformador de imágenes puede haber surgido a partir del proto-ojo no visual en un instante geológico.

Esto se basa todo en una gran suposición: que los tejidos biológicos son innatamente plásticos. Se presta poca atención a los rompecabezas bioquímicos y moleculares que chocan con tales escenarios. En otras palabras, se deja de lado totalmente todo lo que hemos aprendido durante los últimos 50 años de genética y bioquímica. Uno no puede dejar de preguntarse si se relegan los detalles de la bioquímica como resultado de un descuido, o si más bien se debe que presentan un desafío tan formidable a cualquier explicación evolucionista materialista convencional que, si se les presta la debida atención, socavarían radicalmente el paradigma darwinista.

La elección de palabras por parte de Lamb más arriba parece implicar un desarrollo embrionario espontáneo de la lente, y él sugiere que quizá la evolución sucedió de una manera muy parecida. El problema es que la formación de las lentes no posee en realidad tal espontaneidad —bien al contrario. En realidad, se activa mediante la liberación de diversas sustancias químicas llamadas «inductores» procedentes de la vesícula óptica. En células epiteliales, la liberación de estas sustancias químicas activa la expresión de los genes que están involucrados en la aplicación del desarrollo de la lente. El inductor activa las células epiteliales para que comiencen a producir un factor de transcripción, que es a menudo llamado el «gen controlador maestro» del desarrollo del ojo (conocido como Pax6). El Pax6 activa a su vez los genes que hacen que el epitelio forme un placodo lenticular y luego una vesícula lenticular.

El Pax6 desempeña también una función en la formación inicial de la vesícula óptica, y en la diferenciación de las células de la retina. Esto lleva a plantear una pregunta interesante: ¿Cómo consigue el mismo factor de transcripción realizar diferentes roles en diferentes tipos de células? Su acción resulta cuidadosamente modulada por un conjunto de otros factores que son específicos de sus respectivos tipos de tejidos y células. En el caso de las células epiteliales, el Pax6 funciona en colaboración con otro factor de transcripción llamado Sox2. Cuando estas dos proteínas se unen a una secuencia específica de ADN, ésta actúa literalmente como un conmutador genético, desencadenando la diferenciación de la lente.

Como explica el mismo Lamb, la morfogénesis de la lente resulta de «un engrosamiento de la superficie externa del embrión, o ectodermo, que se abomba en el espacio vacío curvado formado por la retina en forma de C. Esta protuberancia se separa en su momento del resto del ectodermo para convertirse en un elemento flotante libre».

La vesícula lenticular se transforma subsiguientemente en una lente. Las células de la pared posterior de la vesícula se transforman en fibras lenticulares, que crecen sustancialmente a una longitud docenas de veces superior a su tamaño original (lo que significa que cubren completamente la cavidad de la vesícula). Hay diversos e importantes cambios que estas células han de experimentar para adoptar su función como fibras lenticulares. Para empezar, tienen que perder sus organelas internas para permitir que la luz incidente se transmita eficazmente a través de las mismas. Las fibras lenticulares están además dispuestas de forma muy compacta entre ellas —hexagonales en sección transversal, y alineadas en paralelo con el eje del ojo.
Estas fibras lenticulares producen también proteínas conocidas como cristalinas, y el Pax6 (el factor de transcripción mencionado anteriormente) está involucrado en la activación de los genes de las cristalinas. El alto nivel de producción de estas proteínas confiere una densidad extraordinariamente alta y de ahí un elevado índice de refracción, que es el responsable de las propiedades de difracción de la luz de la lente.

Y es en este punto que nos encontramos con un problema potencial.

En el caso de la mayor parte de las proteínas, si se acumulasen en una concentración tan elevada como la que tenemos en este caso, tendrían tendencia a aglomerarse y a desnaturalizarse. Esto significaría que la lente se volvería opalescente y con ello perdería su transparencia. Pero las proteínas que se usan —las cristalinas— son excepcionalmente estables, y la clase mayor de estas proteínas sirve en realidad para estabilizar las otras cristalinas. Esta clase se conoce como α-cristalina, y estas moléculas interaccionan para formar bolas huecas que están conectadas mediante otras proteínas conocidas como CP49 y filensina. Ésta forma una estructura llamada «un filamento con cuentas». Estas estructuras predominan dentro de las fibras lenticulares. Son absolutamente críticas para facilitar que una concentración tan densa de proteínas realmente realce las capacidades visuales. Incluso más extraordinario es el hecho de que estas proteínas nunca se reciclan. A diferencia de la mayor parte de otras proteínas, estas moléculas cristalinas no se degradan, y así la lente no se empaña. Las estructuras de filamentos con cuentas protegen en realidad a las proteínas de degradación y desnaturalización. En realidad, una de las causas de las cataratas oculares es una estructura defectuosa del filamento con cuentas.

Pero aquí tenemos la cuestión fundamental: Esta no es la clase de sistema que uno pudiera considerar de manera intuitiva como producto de jugueteo darwinista mediante prueba y error. Invocar simplemente la adición de una lente es trivializar profundamente acerca de esta cuestión.

La gallina y el huevo

Realmente, aquí me he limitado a arañar la superficie. La morfogénesis del ojo se extiende a niveles mucho más profundos que todo esto. Una vez la vesícula óptica ha contactado con el epitelio, se extiende hacia fuera y se dobla sobre sí misma. Esto forma la bola vacía del ojo. La capa interna de esto se desarrollará en la retina. Lo que es particularmente digno de mención es que, en tanto que la vesícula óptica es absolutamente fundamental para la inducción del desarrollo de la lente, ¡el posterior desarrollo del ojo depende, en gran medida, de factores que son segregados por la lente en su desarrollo! Esto expone a mayor abundamiento la futilidad de la clase de escenarios comúnmente propuestos por darwinistas como Lamb, en los que la lente se contempla como una adición relativamente tardía a la estructura del ojo.

Más Problemas

En su reseña de Richard Dawkins' Climbing Mount Improbable [Ascensión al Monte Improbable], David Berlinski hace las siguientes observaciones adicionales:

La luz incide sobre el ojo en forma de fotones, pero el nervio óptico transporta impulsos eléctricos al cerebro. Actuando como un sofisticado transductor, el ojo tiene que mediar entre dos diferentes señales físicas. Las células retinales que aparecen en la narración de Dawkins están conectadas con células horizontales; éstas desplazan la información lateralmente entre fotorreceptores a fin de suavizar la señal visual. Las células amacrinas actúan para filtrar la señal. Células bipolares comunican información visual luego a células ganglionares, que a su vez conducen la información al nervio óptico. El sistema presenta todas las indicaciones de estar plenamente integrado, con todas sus piezas mutuamente dependientes.
Así reaparece el mismísimo problema que la teoría de Darwin pretendía soslayar. Igual que vibraciones que se transmiten por una tela de araña, los cambios en cualquier parte del ojo, si son para una mejora de la visión, deben ocasionar cambios en todo el conjunto del sistema óptico. Sin un aumento correlativo en el tamaño y la complejidad del nervio óptico, un aumento en la cantidad de membranas fotorreceptoras no puede tener ningún efecto. Un cambio en el nervio óptico debe a su vez inducir cambios neurológicos correspondientes en el cambio. Si estos cambios no suceden de forma simultánea, no tiene sentido hablar de ninguna ascensión gradual del Monte Improbable. Si no suceden de manera simultánea, no queda claro por qué vayan a suceder en absoluto.
El mismo problema reaparece al nivel de la bioquímica. Dawkins plantea la cuestión en términos de una burda anatomía. Cada cambio anatómico que describe exige una cantidad de etapas bioquímicas coordinadas. «Las etapas anatómicas y las estructuras que Darwin consideraba tan sencillas», observa el bioquímico Mike Behe en un provocador nuevo libro [La Caja Negra de Darwin], «involucran en realidad unos procesos bioquímicos pasmosamente complicados». Se precisa de un número de acontecimientos bioquímicos separados sencillamente para comenzar el proceso de combar una capa de proteínas para formar una lente. ¿Qué inicia la secuencia? ¿Cómo se coordina? ¿Y cómo se regula? Acerca de estas cuestiones absolutamente fundamentales, Dawkins no tiene absolutamente nada que decir.

¿Está mal diseñado, el ojo vertebrado?

Lamb nos dice que:

El ojo vertebrado, lejos de estar diseñado de manera inteligente, contiene numerosos defectos que atestiguan su origen evolutivo. Algunos de estos defectos degradan la calidad de la imagen, incluyendo una retina invertida que enfoca la luz para que pase a través de cuerpos celulares y neuronales antes de incidir sobre los fotorreceptores; hay vasos sanguíneos que se extienden a través de la superficie interior de la retina, arrojando indeseables sombras sobre la retina; fibras nerviosas que se juntan para introducirse por una sola abertura en la retina para transformarse en el nervio óptico, lo que da origen a un punto ciego.

Este argumento ha sido confrontado muchas veces. La respuesta final es esta: un sistema visual precisa de tres cosas: velocidad, resolución y sensibilidad. El cableado inverso no tiene efecto sobre la velocidad. Por lo que se refiere a la resolución, resulta en un diminuto punto ciego en cada ojo que queda compensado por el cerebro de modo que es virtualmente indetectable. Pero lo que se ignora a menudo es que para una alta sensibilidad se precisa de la retina invertida. Las células retinales exigen una cantidad muy elevada de oxígeno, y por ello un aporte muy grande de sangre. Las células sanguíneas absorben luz. Si las células de la sangre invaden las células retinales, el resultado puede ser la ceguera. Es el hecho de estar invertidas respecto a la luz lo que permite que las células retinales sean alimentadas por vasos sanguíneos que no bloquean la luz. Como se observa a menudo, calamares y pulpos tienen retinas «correctamente» cableadas que miran hacia afuera. Pero estos organismos son exotérmicos —no precisan de la misma alimentación de sangre para la retina.
Para una perspectiva ligeramente diferente acerca de este tema, remito a los lectores al ensayo —en inglés— de Richard Sternberg.

Sumario y Conclusiones

Sólo he proporcionado un bosquejo de reseña de unos pocos procesos clave que subyacen al desarrollo del ojo. Ni siquiera he expuesto los detalles bioquímicos y moleculares de la visión (para ello remito a los lectores al libro de Michael Behe, La Caja Negra de Darwin, o este artículo). Con todo, espero que este artículo haya transmitido a los lectores la razón de por qué los darwinistas están dando vueltas siempre a recocidos de crudos argumentos anatómicos, y que no pueden abordar la realidad profunda de toda la programación informática sobre unos pasmosos soportes de sistemas de tratamiento y plasmación de la información con una compleja arquitectura de maquinaria bioquímica mediante lo que se consigue llevar a buen fin la formación de todo el complejísimo sistema visual, desde los sistemas ópticos y automatismos de enfoque, a todo el análisis y tratamiento informático de imagen en la retina, y la transmisión a las áreas del cerebro que reciben y finalmente integran esta información, de la que, a nivel humano, llegamos a tener conciencia personal.

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Charles Darwin y la teoría de la evolución parecen cosas equivalentes. Sin embargo, muchos biólogos evolutivos han observado que han sucedido muchas cosas en biología evolutiva desde la muerte de Darwin. Algunos incluso critican a los creacionistas por usar el término «darwinismo» para referirse a la evolución, aunque con frecuencia es también la costumbre de los evolucionistas (p. ej., Genome Research: «Genomics and Darwinism»). Pero últimamente hay un movimiento para eclipsar al viejo Darwin y eliminar totalmente su nombre de la teoría de la evolución. Algunos incluso consideran su principal idea, la selección natural, como un impedimento para el progreso en este campo.
En una carta a Science del 29 de agosto, U. Kutschera de la Universidad de Kassel, en Alemania, sugería la sustitución de «darwinismo» por «biología evolutiva», un término acuñado por Julian Huxley. Esto se debe a que la teoría de la evolución se ha expandido mucho más allá del limitado dominio de Darwin a otras disciplinas como la geología y la informática. También observaba, no obstante, que «necesitamos otra actualización de nuestros conceptos acerca de los mecanismos de la evolución», sugiriendo con ello que la selección natural es inadecuada.
Un ejemplo distintivo de la actitud de arrinconar a Darwin se vio claramente en una entrevista del 24 de agosto realizada por Susan Mazur a Stuart Newman en The Scoop, una agencia independiente de noticias de Nueva Zelanda. Mazur preguntaba a Newman acerca de su reciente participación en una conferencia a puerta cerrada de 16 biólogos evolutivos en Altenberg, Austria, el pasado julio (véase «Rebelión en el bando darwinista» con fecha de 7/03/2008 y el anticipo que hace Mazur de cuestiones polémicas en The Scoop con fecha de 6 de julio; para una lista de participantes y su declaración pública de los resultados de la reunión, véase el blog Rationally Speaking de fecha de 17 de julio). Algunos de los participantes querían formular una «síntesis evolutiva extendida» con menos selección natural y más de las nuevas perspectivas que han ido cuajando recientemente, como la autoorganización y epigenética. Algunos de ellos contemplan la selección natural como un mero filtro de eliminación selectiva después que otros mecanismos generasen las novedades que llevasen al origen de especies y de planes corporales. Estas ideas siguen siendo polémicas.
Newman describía por qué la autoorganización podría llegar a estructuras complejas. Para evitar malos entendidos, prefiere el término de «plasticidad fenotípica» —
La plasticidad no está solamente asociada con la autoorganización. El automontaje molecular puede también ser plástico. Se reconoce actualmente que muchas proteínas no poseen una estructura tridimensional intrínseca —sus formas y funciones cambian dependiendo de su microambiente, incluyendo otras proteínas que puedan estar presentes o no. La estructura y la función de los complejos macromoleculares pueden por ello cambiar de manera espectacular a lo largo del curso de la evolución con un cambio genético mínimo, o como efecto secundario de otros cambios, no impulsados por la adaptación. Esto es muy pertinente para la evolución de estructuras muy complejas como el flagelo bacteriano, un problema en el que insisten constantemente los fastidiosos proponentes del «Diseño Inteligente».
Newman nos dice aquí que las estructuras complejas compuestas de muchos componentes que los científicos del Diseño Inteligente considerarían como de complejidad irreducible, podrían aparecer espontáneamente, así —sin ninguna «fuerza evolutiva» de adaptación o de selección natural que impulse el proceso. Evidentemente, estas ideas suscitarán la sorpresa de los biólogos formados en el darwinismo tradicional.
Newman y Mazur se quejan de que los biólogos del sistema establecido no dan buena acogida a las nuevas ideas de autoorganización. Lo más interesante en el artículo de Mazur es la descripción vitriólica que hace ella de la «industria darwinista» que sigue vendida al tradicional adaptacionismo darwinista. Dice ella que aborrecen el concepto de autoorganización por miedo a que los miembros de la comunidad del diseño inteligente se aprovechen de la situación. Y expresa ella un desdén particular por el NCSE [por las siglas en inglés del Centro Nacional en pro de la Educación Científica, una organización materialista con una postura cerradamente (neo)darwinista], que «orienta a las escuelas en América acerca de qué libros de texto son apropiados».
La directora del Centro Nacional en pro de la Educación CientíficaEugenie Scott, me dijo que su organización no da soporte a la autoorganización porque se confunde con el diseño inteligente, esto es, «diseño independiente de leyes» —como lo describe Michael Behe, un bioquímico de la Universidad de LeHigh. El NCSE también paga unos lucrativos honorarios a los oradores en conferencias que mantienen bien cerrada la tapa de la autoorganización batiendo el tambor de la selección natural darwinista. El NCSE y sus compinches demonizan a la comunidad del diseño inteligente, incluso a aquellos que están de acuerdo en que hubo una evolución. La religión no es el blanco, porque incluso la Academia Nacional de las Ciencias admite la religión. De modo que parece que el verdadero blanco son aquellos que no se arrodillan ante la teoría darwinista de la selección natural e impiden el adicional engorde de la tenia enquistada de la industria darwinista.
La NAS [Academia Nacional de las Ciencias de los EE. UU.] y la NASA/NAI en sus respectivas publicacionesScience, Evolution and Creationism, y Astrobiology Primer también dejan de lado toda mención de la autoorganización. ¿Cuál es su respuesta ante esto? ¿Cuál es, a su parecer, la razón de que estas organizaciones sigan alimentando con desinformación al público a costa del erario público?
Algo sorprendido por esta manera tan directa de plantear la cuestión, Newman se mostró de acuerdo, pero con la limitación de que «Yo puedo no usar todos los términos que usted ha usado». Observó Newman que en el juicio de Dover, por ejemplo, se reforzó en la mente del público la idea de que «si crees en la evolución, crees en la teoría de la evolución según Darwin, porque es, se supone, lo mismo. Y si no crees en la teoría de Darwin, has de creer en algo sobrenatural». Mazur citaba luego en negritas su siguiente declaración:
Esto no es válido en absoluto y me parece que es un gran error porque sabemos que existen mecanismos no lineales y lo que yo designaré como saltacionales de desarrollo embrionario que pudieron haber contribuido —y estoy prácticamente seguro de que contribuyeron— a la evolución. Fue Darwin que dijo que si se demuestra que cualquier órgano se ha formado no por pequeños incrementos sino por saltos, su teoría sería por ello errónea. [énfasis en el original].
Newman parece estar dando a entender que, por el mismo criterio de Darwin, la teoría de la selección natural ha quedado refutada. Dice que es una «ortodoxia darwinista» que «todo tenga que ser incremental», incluyendo «algomuy complejo como el flagelo bacteriano o la columna vertebral segmentada, ellos afirman que tuvo que haber surgido de forma incremental». El automontaje y la autoorganización, cree Newman, pueden explicar estas cosas sin selección natural. «Me parece que es un desafortunado error el que están cometiendo algunos defensores de la evolución al adherirse de manera tan fuerte a este dogma ingrementalista darwiniano», que más adelante atribuía a unos «mecanismos inverosímiles e incorrectos». Mazur reaccionó calificando esto como una «ciencia mediocre impuesta sobre el público», y un «desperdicio de fondos públicos en un momento de una grave crisis económica en América».
Newman y Mazur pasaron luego a intercambiar opiniones acerca de cómo la financiación puede ser utilizada para perpetuar un consenso, incluso si el consenso es falso, y cómo el consenso controla la comunicación con el público. «Realmente mina la confianza en la ciencia si se somete constantemente a la gente a lo que llamamos un argumento gesticulante de que toda la complejidad tuvo que tener un origen incremental.» Sin embargo, el mismo Newman, cuando describe cómo la autoorganización podría producir un flagelo, parecía también limitarse a gesticular con las manos.
Esta no es la primera vez que los saltacionistas han atacado a los gradualistas. Forma parte de un tira y afloja periódico que sale a la superficie cada década o dos, porque los criados en el darwinismo y pertenecientes a los círculos académicos cerrados saben que el gradualismo por vía de la selección natural es «inverosímil e incorrecta». El Partido de Darwin se aferra a este gradualismo porque sabe que si el gradualismo se hunde, todo se pierde. No importa cómo se presente el saltacionismo, si con los nombres de equilibrio puntuado o de plasticidad fenotípica o de automontaje, todo esto equivale a milagros naturalistas. ¿Puede alguien creer de veras que un motor fuera borda compuesto por 40 piezas esenciales se automontó sin diseño? Esta fe evoca visiones de tornados en chatarrerías y de explosiones en imprentas. Los darwinistas saben que a los miembros del movimiento del diseño inteligente y a los creacionistas les encantan estas cosas. Facilita mucho su trabajo. Un dinosaurio pone un huevo, y sale un ave. ¡Fantástico!
Es cuestión de reflexionar y de no dejarse arrastrar por la teoría darwinista de la selección natural. ¡No permitamos que siga engordando la tenia de la industria darwinista! (¡Gracias, Susan, por esta pintoresca metáfora!) Por lo que respecta a los que no pertenecemos a la Iglesia de Darwin, y que usamos el cerebro y no la imaginación, preferimos aceptar nuestros milagros del Diseñador inteligente que tiene a la vez el propósito y el poder de realizarlos.


Una comunicación de la Universidad de Carolina del Norte, «New evidence emerges on the origins of life on Earth», comienza con un eco deliberadamente bíblico. Nos imaginamos a dos científicos de la UNC suspendidos sobre las aguas de la sopa primordial:

En el principio había unas sustancias químicas simples. Y produjeron aminoácidos que en su momento llegaron a ser las proteínas necesarias para crear unas células simples. Y las células simples se convirtieron en plantas y animales. Investigaciones recientes están desvelando cómo la sopa primordial creó los bloques constructivos, los aminoácidos, y hay un consenso científico extendido acerca de la evolución desde la primera célula a las plantas y a los animales. Pero sigue siendo un misterio cómo los bloques constructivos fueron ensamblados la primera vez para formar las proteínas que formaron la maquinaria de todas las células. Ahora, dos científicos veteranos de la Universidad de Carolina del Norte —Richard Wolfenden, PhD, y Charles Carter, PhD— han arrojado nueva luz sobre la transición desde los bloques constructivos hasta la vida hace como 4 mil millones de años. [Énfasis añadido.]

Es encomiable que reconozcan el «misterio» en conseguir proteínas a partir de bloques constructivos. En realidad, este es el quid de la cuestión, ¿no? La clave reside en el mensaje, no en meramente las letras. Así, dejemos de lado la cuestión de la evolución de plantas y animales a partir de células simples mediante selección natural. Dejemos de lado la cuestión de si un «consenso científico extendido» tiene mucho peso en la filosofía de la ciencia. E incluso vamos a concederles su «sopa primordial» sin quejarnos del problema de la dilución y otras cuestiones relacionadas.

Aquí está la dificultad que Wolfenden y Carter tratan de abordar: pasar de las «sustancias químicas simples» al LUCA (siglas en inglés correspondientes a Último Antepasado Común Universal). Supongamos que la evolución darwinista puede llevar de LUCA a Lucy o a cualquier otro animal complejo o a un humano. Esto nos deja con un planteamiento claro y definido: cómo pasar de sustancias químicas simples al LUCA. Carter y Wolfenden son los respectivos autores principales de artículos aparecidos en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, uno de ellos sobre los efectos de la temperatura sobre los aminoácidos, el otro sobre el origen de los códigos químicos, que proporcionan los detalles.

El comunicado periodístico emitido por la UNC contiene una sorpresa que puede desagradar a otros investigadores dedicados a estudiar el origen de la vida: el hundimiento de la «problemática» teoría del mundo del ARN.

Sus descubrimientos, publicados en artículos complementarios en Proceedings of the National Academy of Sciencesse enfrentan a la problemática teoría del «mundo del ARN», que postula que el ARN, la molécula que en la actualidad desempeña funciones en la codificación, la regulación y la expresión de genes,se elevó a sí misma desde la sopa primordial de aminoácidos y sustancias químicas cósmicas para dar origen al principio a cortas proteínas llamadas péptidos, y luego a organismos unicelulares.

Wolfenden y Carter argumentan que el ARN no funcionó solo; de hecho, no era más probable que el ARN catalizase la formación de los péptidos de lo que era que los péptidos catalizasen la formación del ARN.

«Nuestro trabajo expone que la estrecha vinculación entre las propiedades físicas de los aminoácidos, el código genético y el plegado de las proteínas fue probablemente esencial desde el principio, mucho antes que llegasen unas moléculas grandes y sofisticadas a la escena», declaraba Carter, profesor de bioquímica y biofísica en la Facultad de Medicina de la UNC. «Esta estrecha interacción fue probablemente el factor clave en la evolución desde los bloques constructivos a los organismos».

Este descubrimiento añade una nueva capa a la historia de cómo la vida evolucionó hace miles de millones de años.

De modo que han rechazado el mundo del ARN. Pero, ¿van realmente a pasar desde la sopa al LUCA con un solo salto? Se aventuran a lo que Carter llama «el desierto del conocimiento» de lo que vino antes de un antecesor capaz de selección natural. «Ni tan siquiera hemos sabido cómo explorarlo», observa. Para conseguir «complejidad a partir de la simplicidad», van a pensar acerca de «interacciones entre aminoácidos y nucleótidos que llevaron a lacocreación de las proteínas y del ARN».

Wolfenden examina las propiedades físicas de los veinte aminoácidos y cómo responden a las temperaturas. Como los autores creen que era más cálido en los tiempos de la sopa primordial, quería asegurarse de que reaccionaban en los pliegues proteínicos de la misma manera que lo hacen en los medios modernos, con independencia de tamaño y de polaridad. Lo hacen, incluso a 100°C.

Una serie de experimentos bioquímicos con aminoácidos realizados en el laboratorio de Wolfenden estableció que dos propiedades —los tamaños así como las polaridades de los aminoácidos— eran necesarias y suficientes para explicar el comportamiento de los aminoácidos en proteínas plegadas y que esas relaciones también se mantenían a las temperaturas más altas de la Tierra hace 4 mil millones de años.

Este no es un punto polémico, porque es de aplicación a proteínas plegadas (que ya existen), y no tiene nada que ver con códigos o con antepasados comunes. Como tal, es sólo de interés académico para los bioquímicos. Así, podemos pasar ahora al artículo sobre el origen de los códigos. Aquí, Carter y Wolfenden atacan la cuestión fundamental:

El segundo artículo de PNASbajo la dirección de Carter, examina cómo las enzimas llamadas aminoacil-ARNt sintetasas pasaron a reconocer el ácido ribonucleico de transferencia, o ARNt. Estas enzimas traducen el código genético. ...

«Que la codificación genética se desarrollase en dos etapas sucesivas —donde la primera fuerelativamente simple— puede ser una razón por la que la vida pudo surgir mientras la tierra era todavía bien joven», observaba Wolfenden.

Un código más primitivo, que capacitó a los péptidos codificados más primitivos ligar el ARN, pueden haber proporcionado una ventaja selectiva decisiva. Y este primitivo sistema pudo luego experimentar unproceso de selección natural, lanzando una forma de evolución nueva y más biológica.

Esta estrategia de dividir para vencer, que designan como «mundo de los péptidos y el ARN», en lugar de un «mundo de solo ARN», se enfrenta con unos retos desmoralizadores que el comunicado de la UNC pasa de puntillas. Carter y Wolfenden son conocedores de que las modernas aminoacetil-ARNt sintetasas (aaRS) incorporan dos códigos: el código proteínico y el código genético. Este conjunto de veinte enzimas sabe a qué aminoácido debe vincularse en un extremo de una molécula de ARN de transferencia (ARNt), basado en el codón triplete que lee en el otro extremo. Es como traducir el español al chino. Un mensaje codificado ya es cosa compleja, pero la capacidad de traducir de un lenguaje a otro es marca de un diseño inteligente. Veamos como ellos «naturalizan» este proceso.

Una clave de la tesis de Carter es que unas hipotéticas sintetasas que designa como «Urzimas» (ur = primitivo) podrían unir aminoácidos a brazos aceptores de ARNt, incluso sin los anticodones en el otro extremo. «Urzimas sintetasas acilan ARNts cognados incluso sin dominios de unión de anticodones, en conformidad con la posibilidadde que el reconocimiento del brazo aceptor precedió al reconocimiento del anticodón». Aquí, él trata de conseguir el código proteínico de un solo salto. Este código experimenta una especie de selección natural primitiva, explica él, ordenando los aminoácidos por tamaños, grado hidrofóbico, u otras propiedades puramente fisicas. Pero se trata solamente de una «ventaja selectiva potencial», observa el artículo:

Los aminoácidos de clase I permitieron la formación de núcleos no polares y los aminoácidos de clase IIpoblaron las superficies de las proteínas globulares. Sería de esperar que la vinculación entre clases surgiendo de sus linajes de sentido/antisentido simplificaría la búsqueda de alfabetos reducidos de aminoácidos que pueden haber estado en uso durante la primitiva evolución de las proteínas,conduciendo al código genético universal.

¿Ventaja selectiva para quién? ¿O para qué? Aquí tenemos que hacer una pausa y formular preguntas serias. En este escenario, algunas semi-sintetasas que no reconocen anticodones «permiten» la formación de núcleos no polares. Otros aminoácidos forman pegotes en sus superficies. ¿Tenemos acaso proteínas funcionales aquí? No, tenemos pegotes de aminoácidos. No estamos ni siquiera seguros de que sean homoquirales, como tienen que serlo para funcionar. Se trata sólo de pegotes aleatorios de detritos en una sopa primordial, sin rima ni razón para existir aparte de alguna clase de ordenación por tamaños. No hay ninguna ventaja selectiva. Uno podría conseguir más o menos de ciertas clases de tamaños, pero si los pegotes no desempeñan ninguna función, carecen de todo sentido. No hay código. No hay mensaje alguno que les indique que deben hacer. No hay siquiera ningún código genético aún: el «reconocimiento» de ADN-a-codón-a-anticodon que tiene que estar asociado con un reconocimiento del brazo aceptor.

¿«Búsqueda», dicen ellos? Sin inteligencia, no existe ninguna «búsqueda de alfabetos reducidos de aminoácidos». No hay razón alguna por la que «puedan haber estado en uso» por ni para nada. ¿Por qué iba esto a «conducir al código genético universal»? Contemplemos una de aquellas máquinas que pueden ordenar pelotas de golf en una curva de distribución normal. ¿Acaso la pelota de golf en la columna central tiene una «ventaja selectiva» por estar ahí? No. Está ahí sencillamente debido a leyes gravitatorias y probabilidades. No hay función. No hay significado. El mecanismo natural de Carter de ordenación de aminoácidos adolece del mismo problema conceptual: él puede imaginar una ordenación de la población por tamaños o propiedades de las cadenas laterales, pero esto es el final de la línea si los pegotes no hacen nada.

La codificación de los brazos aceptores puede haber conferido una ventaja selectiva al distinguir entreaminoácidos más pequeños y mayores e identificar cadenas con ramificaciones β, alifáticas y carboxiladas. La Fig. 4 exhibe como sólo cadenas laterales pequeñas ajustan entre péptidos y bases de ARN, mientras que las cadenas laterales que se proyectan alejándose del ARN no están así constreñidas. La codificación del tamaño de los aminoácidos podría así haber ayudado a conservar estos patrones en transiciones a partir de una propuesta especificación directa estereoquímica a una codificación de triplete. La propensiónconformacional de cadenas con ramificaciones de cadenas laterales β podrían similarmente haber favorecidoestructuras secundarias β.

En el mejor de los casos, consigue montones de aminoácidos con propiedades y pliegues similares. Esto no es seleccionar; es sencillamente ordenar. Uno puede encontrar esto en lechos de ríos donde rocas de diferentes tamaños se ordenan en capas. Estos «patrones» quedan incluso «conservados», pero esto no constituye ni un código ni una especificación. ¿No queda claro que su transición de una «especificación directa estereoquímica a una codificación de triplete» no es real? Es sólo una «propuesta».

Esto es suficiente para refutar la hipótesis, pero ellos prosiguen. Reconocen que «el brazo aceptor y las bases de los anticodones componen unas especificaciones plenas, complementarias e independientes para los 20 aminoácidos canonicos al codificar, respectivamente, para tamaño y polaridad». Una especificación codificada plena es una marca de diseño inteligente, y dos especificaciones plenas codificadas e independientes para los mismos aminoácidos dan una plena certidumbre —especialmente cuando tenemos maquinaria que puede leer una especificación y traducirla a la otra especificación.

Además, los códigos se tienen que replicar de manera exacta, o se desvanecen rápidamente debido a una «catástrofe debida a errores». ¿Cómo surgió la corrección de errores? Pero estamos haciendo una digresión.

Al final del artículo, los científicos de la UNC pasan por alto la cuestión más importante: la conexión del código proteínico con el código genético. (Esto es en adición a algunos otros problemas con su escenario péptidos/mundo del ARN.) Vale la pena observar este malabarismo, con sus admisiones de ignorancia, gestualidades y una pasada lateral a jugadores en la banda:

Aunque no estamos en posición de abordar la cuestión acerca de cómo los brazos aceptores del ARNt aminoacetilado pudieran haberse alineado de acuerdo con un ARNm primordial en ausencia de anticodones, Rodin y Ohno sugerían que brazos aceptores de ARNt reconstruido exhiben señales de secuencias complementarias. Nuestros resultados reavivan la posibilidad de que tal complementariedady/o emparejado de bucles laterales pudieran haber alineado los brazos aceptores acilados, anticipando el ensamblaje de péptidos en conformidad a un mensaje.

Este párrafo socava todo lo que ha venido antes. Deshincha todo el bombo en el comunicado. Acaban de admitir que no saben como conectar el código proteínico con el código genético. Introducen algunas especulaciones de otros investigadores. Intentan «reavivar la posibilidad» de que sucedió algo afortunado. Luego atribuyen «anticipación» a moléculas ciegas en una sopa. Y luego aparece esta frase tan cargada de significado: «en conformidad a un mensaje».

Esto, la única mención de la palabra mensaje en el artículo, es precisamente la cuestión central. Un mensaje, escrito en el ADN, se transcribe a ARN mensajero. El ARNm transporta este mensaje a la familia de enzimas aaRS, que traducen fielmente el mensaje al código proteínico. Los ARNs de transferencia acilados son portadores de ambastraducciones al ribosoma, que lee el ARNm y simultáneamente ensambla los aminoácidos a proteínas que conviertenel mensaje función plegándose para formar máquinas moleculares. Y esto no es todo: esas máquinas interaccionan en sistemas, regulados por capa sobre capa de especificaciones, mensajes y funciones. Por todas partes de la célula, sistemas de corrección de errores operan para impedir la pérdida o corrupción del mensaje.

«En conformidad a un mensaje». Con esas palabras se les escapa la realidad ineludible del diseño inteligente de la vida.

Imagen: © Stephen Coburn / Dollar Photo Club.

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