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La Evolución es Religión—No Ciencia [Parte II]



En la primera parte de este artículo, se dieron muchos ejemplos para demostrar la naturaleza religiosa de la teoría de la evolución. En muchas áreas la evidencia en contra de esta teoría es abrumadora. Cuando se entiende la evidencia adecuadamente, solamente los fanáticos más apasionados continúan abrazando la teoría y la región que sostiene. Las tendencias fundamentales de la evolución que son contrarias a casi toda la evidencia disponible incluyen la creencia que la vida surgió espontáneamente de los químicos inorgánicos, y la creencia que las mutaciones al azar crean la cantidad inmensa de información presente en el genoma.

Sin embargo, en otras áreas la evidencia disponible es un subconjunto pequeño de lo que se requiere. Puede ser difícil hablar objetivamente y cuantitativamente en esas áreas. Una de esas áreas es la edad del Universo. El nivel actual de la información y las observaciones concernientes al Universo tal vez es parecido al nivel de la información y las observaciones concernientes a la vida unos pocos siglos atrás.

Muchos cristianos consideran la edad del Universo como un tema sin importancia. Ellos correctamente señalan que las probabilidades en contra de la evolución son tan abrumadoras que no cambiarían considerablemente si el Universo tuviera 10 años de edad o 10 trillones de años de edad. No obstante, en el siglo XXI, la “edad” es tal vez el tema donde se ataca a la inerrancia bíblica con más fuerza. Los cristianos deben estar dispuestos y ser capaces de defender la Biblia en toda área, incluyendo las que abordan la edad del Universo.

Aunque existen algunas variaciones en los cálculos, una edad aceptada secularmente para el Universo es 13.7 billones de años. En contraste, la lectura sencilla de la Biblia indica que se debe medir la edad del Universo en miles de años, no billones de años. Aunque algunos supuestos creyentes continúan tratando de imponer billones de años en el registro bíblico (e.g., Ross, 1995), tales intentos hacen más daño que bien. Si se puede interpretar la Biblia al punto de admitir una Creación de billones de años de edad, también se la puede interpretar al punto de decir cualquier cosa que una persona quiera decir. Los intentos de imponer billones de años en el registro bíblico también traen como consecuencia muchos puntos teológicos sin resolver. Se ha abordado por escrito este tema y sus posiciones más promovidas (e.g., Thompson, 2000; Sarfati, 2004; Ham, 2002; Mortenson, 2005).

Además, aunque actualmente se dispone de evidencia limitada, se puede medir mucha de la evidencia relevante de manera muy exacta. Se puede determinar la proporción de isótopos en las rocas en una fracción de porcentaje, como también se puede determinar la luminosidad de las variables cefeidas, los corrimientos hacia los rojos, el coeficiente de decaimiento y otros numerosos parámetros. La diferencia entre la edad del Universo que la Biblia indica y la edad del Universo que los científicos seculares aceptan no se debe a las diferencias en la evidencia o a los errores al reunir la evidencia, sino a las suposiciones diferentes que se aplican al interpretar la evidencia. Como se señaló en la Parte I de este artículo, las creencias religiosas personales pueden influenciar grandemente las suposiciones.

LA IMPORTANCIA DE LAS SUPOSICIONES
Dos ejemplos históricos clarifican la importancia de las suposiciones. Primero, uno de los discípulos más influyentes de Charles Darwin fue el científico alemán llamado Ernst Haeckel. Haeckel fue muy respetado, y llegó a ser conocido como “el buldog de Darwin en el Continente” y “el Huxley de Alemania”. Sus escritos continúan teniendo un impacto significativo, y muchos textos modernos de biología todavía recurren a su investigación para promover la teoría de la evolución (Kaskel, et.al., 1999, p. 620). El libro de Haeckel, La Historia de la Creación, es un buen ejemplo de sus enseñanzas. Como se implica por el título, el libro intenta proveer una alternativa al libro de Génesis, usando suposiciones evolutivas y ateísticas.

Haeckel se dio cuenta que, para que la generación espontánea fuera incluso remotamente posible, las formas de vida inimaginablemente más simples que las conocidas (entonces y ahora) deberían ser viables de alguna manera. A causa de su fe en la evolución, Haeckel creó tales organismos, los llamó “móneras”, y escribió extensamente acerca de ellos. En el libro, Haeckel habla de las “móneras” como si su existencia fuera un hecho. El libro de Haeckel incluye los dibujos detallados de las “móneras”, con textos de apoyo tales como este:
Durante los últimos años hemos llegado a tener información de las móneras, organismos que, realmente, no están compuestos de ningún órgano en absoluto, sino que consisten completamente de materia homogénea simple sin forma. Durante su periodo de vida, el cuerpo completo de una de estas móneras es nada más que un pedazo de mucosidad o baba pequeña, móvil y sin forma, que consiste de una combinación albuminoide de carbón. No podemos concebir organismos más simples o más imperfectos (1876, 1:184).
No se ofrece en su libro los detalles de las técnicas experimentales que se usaron para determinar (incorrectamente) la presencia de las “móneras”. Sin embargo, en un punto Haeckel debe haber dejado que su suposición (basada en la fe) en cuanto a la existencia de las móneras le guiara a la conclusión que realmente las había observado. Haeckel señaló:
Las primeras observaciones completas de la historia natural de una mónera (Protegenes primordialis) se hicieron en Niza, en 1864. Después (1866) examiné otra mónera muy remarcable en Lanzarote, una de las Islas Canarias, y en 1867 en el Estrecho de Gibraltar. Se representa la historia completa de una de estas móneras, la Protomyxa aurantiaca anaranjada-rojiza en la Lámina I, y se presenta su explicación en el Apéndice. También he encontrado móneras curiosas en el Mar del Norte, próximo a la costa noruega, cerca de Bergen (1:184).
Algunos de los científicos contemporáneos a Haeckel aparentemente se convencieron de sus argumentos, ya que ellos también comenzaron a “descubrir” móneras. Por ejemplo, Haeckel señaló que:
Tal vez la más remarcable de todas las móneras fue descubierta por Huxley, el célebre zoólogo británico, y llamada Bathybius Haeckelii. “Bathybius” significa vivir en lo profundo. Este organismo maravilloso vive en las profundidades inmensas del océano, las cuales tienen más de 12,000 pies—en realidad, en algunas partes tienen 24,000 pies de profundidad desde la superficie, y se han dado a conocer durante los diez años pasados a través de las investigaciones arduas de los ingleses (1:184).
En 1875 se puso a disposición la evidencia que las “móneras” fueron compuestos inanimados e inorgánicos (Grigg, 1996). En ese año se determinó que la supuesta “mónera” fue nada más que yeso amorfo precipitado del agua de mar y el alcohol. Sin embargo, aunque la ciencia operacional la refutó verazmente, los ateos que buscaban sostenimiento para las religiones darvinianas continuaron presentando a las “móneras” como hechos científicos por más de 50 años.

Dos de los más grandes aliados de Haeckel durante la producción de La Historia de la Creación fueron el entendimiento científico pobre y el equipo científico primitivo del siglo XIX. No obstante, es importante notar que los científicos de ese tiempo, el equipo científico primitivo y el entendimiento limitado deben haber sido considerados increíblemente avanzados. Hoy sucede lo mismo. Aunque la tecnología y el entendimiento científico del siglo XXI es más grande que cualquier otro registrado anteriormente, es muy probable que será considerado “primitivo” en unas pocas décadas.

Otro ejemplo histórico interesante es la “prueba” del siglo XX de Percival Lowell que existía vida en Marte. Se aceptó la “prueba” tan extensamente que para finales de 1907 el diarioWall Street Journal reportó que el evento extraordinario más famoso de los 12 meses pasados fue la “prueba que las observaciones astronómicas proporcionaron,...que existe vida humana inteligente y conciente en el planeta Marte” (citado por Sheehan y Misch, 2007, p. 20). La “prueba” de Lowell vino como resultado de grandes recursos financieros, gran dedicación y gran pensamiento creativo. Su investigación incluyó transportar un telescopio de siete toneladas y un equipo de astrónomos al Desierto Atacama en Chile para obtener las mejores observaciones posibles de Marte durante su aproximación cercana de 1907.

Lowell había reportado previamente que había observado canales en Marte, y que creía que los canales portaban agua derretida de las regiones polares de Marte a sus desiertos secos. El año anterior a la expedición había escrito el libro Marte y Sus Canales. La esperanza de Lowell fue que la expedición proveería evidencia firme que apoyaría su teoría, ¡y desde luego esto sucedió! Uno de los astrónomos (David Peck Todd) describió su primera observación del planeta de la siguiente manera: “estuve impresionado de la abundancia de señales detalladas que el gran disco rojizo exhibía. Sus líneas y áreas trazadas claramente fueron positivamente asombrosas en su certeza.... Casi todos los que fueron al ocular vieron canales” (citado en Sheehan y Misch, 2007, p. 22). La expedición fue tan exitosa que en 1908 Lowell publicó su libro, Marte, la Morada de la Vida. Lowell no fue el único que tuvo estos enfoques. Por ejemplo, Ham y Batten señalaron que “[e]n 1900 la Academia Francesa ofreció un premio de 100,000 francos para la primera persona que hiciera contacto con una civilización extraterrestre—siempre y cuando el extraterrestre no fuera de Marte, ¡ya que la academia estaba convencida que la civilización marciana era un hecho establecido!” (2002, p. 8).

Así como en el caso de Haeckel, se probó hace mucho tiempo que Lowell estuvo equivocado. Sin embargo, estos ejemplos históricos nos ayudan a meditar. ¿Cómo se hubiera sentido ser un cristiano un siglo atrás, tratando de defender la Biblia incluso cuando estaba en desacuerdo con la sabiduría “científica” aceptada? La mayoría de norteamericanos en ese tiempo no tenía una educación secundaria y no había viajado sino unos pocos kilómetros de su lugar de nacimiento. ¿Cómo pudiera un cristiano defender la Biblia en contra de algunas de las mentes científicas más grandes que el mundo tenía para ofrecer?

En el siglo XVIII, un cristiano fiel armado solamente con su Biblia pudiera haber predicho la existencia de dinosaurios, y tal vez algunos lo hicieron. Pero muy probablemente hubieran sido ridiculizados, no solamente por los expertos seculares, sino también por algunos compañeros cristianos. En ese tiempo, muchos cristianos ya habían decidido interpretar los pasajes encontrados en Job 40 y en otros lugares como referencias a criaturas que vivían para ese tiempo, aunque las descripciones obviamente no calzaban. En la mente de aquel que compromete la Biblia, lo último que se debía hacer es reconocer que la Biblia contradecía la sabiduría humana del momento. Desde luego, con el descubrimiento de los dinosaurios en 1822, el cristiano fiel hubiera sido vindicado en las mentes de los creyentes que comprometen la Biblia y de los incrédulos.

Hace un siglo atrás se introdujeron muchas doctrinas falsas, tales como la Creación Progresiva o la idea que “Dios usó la evolución”. Estas doctrinas no se desarrollaron debido al estudio de la Biblia, sino se desarrollaron en respuesta a la evidencia “científica” abrumadora que los falsos maestros con “buenas intenciones” intentaban acomodar en la Biblia. Es irónico que muchas de esas falsas doctrinas todavía florezcan hoy, incluso cuando ya se ha probado que la sabiduría humana que originalmente trataba de reconciliar era falsa. Por ende, lo primero que los cristianos no deben hacer es torcer o editar la Biblia para intentar acomodar los supuestos hechos “científicos” de su tiempo.

Otra cosa que los cristianos no deben hacer es ignorar el problema. Es muy fácil que los cristianos maduros olviden cómo es ser un no-cristiano. Las personas que crecieron en la iglesia pueden tener más dificultad en entender a la gente que solo ha oído del cristianismo en los medios de comunicación. Los cristianos pueden ser indiferentes al pensar que ya que la mayoría de personas con las que se asocian creen en la Biblia, entonces esto es similar en la sociedad. Lo cierto es que solo una parte pequeña de la población del mundo acepta la Biblia como la Palabra infalible de Dios. Las personas que creen que la ciencia ha probado que la Biblia es falsa muy probablemente no considerarán seriamente el Evangelio. Primera de Pedro 3:14-15 guía a los cristianos en estos casos: “Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

TRASFONDO
Irónicamente, para el ateo o el evolucionista, la edad del Universo no debería importar. El hecho que el Universo tuvo un comienzo es un golpe mortal para su religión. Aunque a menudo se oye el argumento que “cualquier cosa puede pasar en billones de años”, ese argumento rápidamente se desvanece cuando se cuantifican las probabilidades que los eventos requieren. La edad del Universo no afecta notoriamente las probabilidades astronómicas en contra de la evolución, sea que fuera un microsegundo o billones de años.

Por ejemplo, la diferencia entre un microsegundo y la edad más antigua que actualmente se asigna al Universo es menos que un factor de 1024, i.e., un factor de un uno seguido por 24 ceros. Se estima que la cifra total de partículas en el Universo (hasta el nivel subatómico) es 10100. Aunque estos son números increíblemente grandes, palidecen en comparación a las probabilidades que los ateos asocian con sus propias creencias. El famoso astrónomo ateo Don Frederick Hoyle calculó las probabilidades que incluso las proteínas de una ameba surjan por casualidad como 1040,000, i.e., un uno seguido por 40,000 ceros (Hoyle y Wickramasinghe, 1981, p. 130). Harold Morowitz calculó las probabilidades que un solo organismo simple se arme casualmente de bloques de construcción pre-existentes como 10100,000,000,000, i.e., un uno seguido por 100 billones de ceros (Morowitz, 1968, p. 98). Carl Sagan y otros evolucionistas famosos han llegado a conclusiones similares (Sagan, et.al., 1973, pp. 45-46). Los cálculos como estos fueron la base para el enunciado famoso de Don Frederick Hoyle que la probabilidad de la generación espontánea “es casi la misma que la probabilidad que un tornado que barre un depósito de chatarra arme un boeing 747 del contenido” (Hoyle, 1981, 294[5837]:105). Considerando estas probabilidades imposibles, es ilógico que alguien ponga su fe en la evolución incluso teniendo en cuenta cualquier “edad” actualmente aceptada.

El hecho que se necesita un Universo eterno para debilitar (o eliminar) la necesidad de un Dios se reconoció hace mucho tiempo, tal vez poco después del comienzo del tiempo (o cuando los seres humanos se revelaron lo suficiente en contra de Dios como para comenzar a crear religiones falsas). En la Grecia antigua, Aristóteles promovió el punto de vista que Dios y el Universo son eternos (1952a, 8:344-345; 1952b, 8:377). Aunque los cristianos antiguos y los eruditos hebreos se opusieron a la creencia en un Universo eterno (basados en el relato de Génesis), esta llegó a aceptarse como un “hecho”. Durante los siglos, muchos defensores del cristianismo (e.g., Tomás de Aquino) comprometieron la enseñanza bíblica clara e intentaron probar la existencia de Dios comenzando con la suposición falsa de un Universo eterno. Irónicamente, Strobel observó que Aquino aparentemente hizo eso porque sintió que si se suponía que el Universo tuvo un comienzo, la tarea de probar la existencia de Dios sería demasiado fácil (2004, pp. 107-108). Aunque las intenciones pueden ser buenas, no es útil o correcto comprometer la Palabra de Dios.

Durante el siglo XIX, se usó la “realidad” de un Universo eterno para sostener varias religiones falsas, incluyendo la evolución. En el “Gran Debate” del 30 de junio de 1860, el Arzobispo anglicano Samuel Wilberforce debatió con el evolucionista Thomas Huxley. Al basar sus argumentos en la creencia de un Universo eterno, Huxley argumentó que dado el tiempo infinito, la tinta infinita y el papel infinito, seis monos podían finalmente escribir a máquina todos los libros de la Biblioteca Británica, incluyendo la Biblia y las obras de Shakespeare (Missler y Eastman, 1996). La idea que Huxley deseaba transmitir era que con el tiempo infinito, una forma de vida finalmente podía llegar a desarrollarse hasta convertirse en un hombre.

Los evolucionistas y ateos han estado concientes hace mucho tiempo del peligro que representa la idea de un Universo no-eterno para su religión. David Hume (escéptico y naturalista escocés del siglo XVIII) señaló: “Nunca he afirmado la proposición absurda que algo pueda originarse sin una causa” (Greig, 1932, 1:187). La investigación en el siglo XXprodujo mucha evidencia que el Universo realmente tuvo un principio. En 1915, Albert Einstein desarrolló su teoría general de la relatividad, la cual mostró que era imposible obtener un Universo estático a menos que se añadiera a sus ecuaciones un factor falso arbitrario y preciso (“una constante cosmológica”) [Goldsmith, 1995, p. 7]. Comenzando en la década de 1920, las observaciones de Edwin Hubble (cuyo nombre se le dio al telescopio espacial Hubble) y otros continuaron desarrollando los argumentos para un Universo no-eterno (Sharov y Novikov, 1993, p. 69). Ahora la comunidad científica acepta mundialmente que el Universo tuvo un comienzo.

La búsqueda de un medio para declarar que el Universo es eterno llegó a ser desesperada. En 1948, Don Frederick Hoyle ayudó a desarrollar la teoría del “Estado Estacionario” del Universo (Hoyle, 1955, p. 320). Aunque la teoría violaba las Leyes de la Termodinámica y no tenía base observable, fue promovida para debilitar las implicaciones teológicas de un Universo no-eterno. En la década de 1960, Carl Sagan propuso el Modelo Oscilatorio (Sagan, 1979; Sagan, 1980; Gribbin, 1976) que, otra vez, viola las leyes conocidas de la física, pero incluso hoy se le menciona ocasionalmente. En la década de 1970, se llegó a popularizar la idea que la fluctuación cuántica de alguna manera creó el Universo (Guth, 1997). Sin embargo, esta teoría requiere un vacío cuántico, el cual en sí mismo es un “mar de energía fluctuante, un arenal de actividad violenta que tiene una estructura física rica y que puede describirse por las leyes físicas” (Graig, 2000). El hecho que se haya promocionado ampliamente esta teoría (e.g., Lemley, 2002, 23[4]:32-39) muestra lo frenética que llegó a ser la búsqueda de los orígenes ateísticos. Las probabilidades calculadas en contra de que incluso un simple átomo se forme a través de una fluctuación cuántica son inmensas, y clamar que el Universo completo se formó de esa manera es completamente imposible. Lo que es más importante, todavía requiere la presencia de un vacío cuántico, lo cual a la vez necesitaría ser creado. Recientemente, se ha promovido una obra que Stephen Hawking escribió. Pero él admite que sus teorías todavía requieren que el Universo apareciera de lanada. Por medio del uso de números imaginarios, Hawking ha desarrollado un modelo matemático que permitiría que el Universo no comenzara con una singularidad que usa suposiciones cosmológicas actuales. Parece que esta obra no tiene trascendencia en la controversia actual (Hawking y Penrose, 1996). [NOTA: Se presenta un excelente resumen de estos y otros intentos de aferrarse a un Universo eterno en Thompson, 2001. Para una refutación de las versiones más populares de la Teoría del Big Bang, vea Thompson, et.al., 2003, 23(5):32-34,36-47].

LA EDAD DEL UNIVERSO
Hace un siglo atrás fue fácil promover la evolución. Se había popularizado la teoría de Darwin, y se había empleado gran esfuerzo en interpretar la evidencia dentro de un marco darviniano. Nuestro conocimiento de la biología y los sistemas vivos era tan pobre que los partidarios de la evolución podían ir tan lejos como para inventar evidencia con impunidad completa y sostener la teoría (Grigg, 1996, 18[2]:33-36). La ignorancia en el campo de la biología permitió que se promoviera ciegamente la teoría de Darwin en el siglo XX.

En una manera similar, hoy nuestra ignorancia del Universo permite virtualmente que se acepte cualquier suposición hipotética con relación a su origen o edad, con tal que sea ateística y se desarrolle teniendo en cuenta las creencias populares actuales. Comúnmente se inventan teorías relacionadas al origen y edad del Universo para explicar una sub-parte de la información observada, y cuando otra información contradice la teoría, se implementan factores falsos. Por ejemplo, la evidencia observable indica que la materia visible en las galaxias no es suficiente para mantenerlas juntas, si se considera otras suposiciones evolutivas. Por ende, los teorizadores han propuesto la existencia de la “materia oscura”, otra materia aparte de la que existe en la forma de estrellas, gas y polvo. La “materia oscura” tiene el propósito de mantener juntas a las galaxias, y tal vez también sirve para otras funciones. De igual manera, se ha observado recientemente que parece que la expansión del Universo está acelerando en vez de mantenerse constante o decrecer. Para explicar esta observación, los teorizantes han implementado el concepto de la “energía oscura”.

Para hacer que los modelos seculares que se favorecen actualmente funcionen, la mayor parte del Universo tendría que consistir de “materia oscura” y “energía oscura”. El administrador de la NASA, Michael Griffin recientemente preguntó acerca del valor de “descubrir que literalmente el 95% del Universo consiste de energía oscura y materia oscura, términos para cosas de las cuales no sabemos nada.... Pero estas componen el 95% de nuestro Universo” (Griffin, 2007). El continuó escribiendo que algún día aprenderemos a utilizar estas “cosas nuevas”. Griffin absolutamente tiene razón en cuanto a señalar que utilizar las “cosas nuevas” es uno de los beneficios más grandes de la ciencia operacional. Sin embargo, también es importante notar que si “el 95% del Universo consiste de...cosas de las cuales no sabemos nada”, sería imprudente hacer suposiciones dogmáticas en cuanto a lo poco que sabemos del 5% restante.
Por ejemplo, en los cinco años pasados ha llegado a aceptarse cada vez más en la ciencia secular la idea que las supuestas “constantes fundamentales” pueden haber cambiado. Las observaciones de los quásares han indicado cambios en la “constante de estructura fina” (la fuerza de interacción electromagnética) y “mu” (el radio de masa de protón a masa de electrón). Se ha reportado los resultados en Science News y en otros medios (Weiss, 2006, 169[17]:259). Uno de los investigadores, Victor V. Flambaum de la Universidad de New South Wales, observó: “No importa que la variación sea pequeña. Si ‘mu’ varía, necesitamos una física y cosmología teórica nueva” (citado en Schirber, 2006). 

El astrónomo Michael Murphy de la Universidad de Cambridge señaló: “No existe razón en absoluto para que estas constantes sean constantes. Existen números populares en la física, pero no tenemos realmente razón de por qué son lo que son” (citado en Schirber, 2006). Los cambios en las constantes fundamentales pueden tener implicaciones inmensas, incluyendo los cambios en la velocidad de la luz y los cambios en los índices de descomposición radiactiva. Estos efectos pudieran cambiar grandemente los cálculos en cuanto a la edad del Universo.

Estas observaciones son consistentes con la investigación reciente del grupo “RATE” (Radioisótopos y la Edad de la Tierra) que mostró evidencia convincente para los cambios en las constantes de descomposición radiactiva y otras evidencias para una Tierra relativamente joven (DeYoung, 2005). Uno de los hallazgos del grupo RATE fue el exceso de retención de helio en circones. Este hallazgo indica que según los índices medidos de difusión de helio, la descomposición radioactiva observada en circones debe haber ocurrido en los pocos miles de años pasados. Si hubiera tomado más tiempo, el helio que la descomposición alfa genera se hubiera difundido fuera de los circones. El grupo observó que ha sucedido descomposición radioactiva significativa, y que ha sucedido recientemente (DeYoung, p. 176).

Otro hallazgo del grupo RATE fue la presencia de Carbono-14 en diamantes como en carbón. El Carbono-14 tiene una vida media de 5,730 años, lo cual significa que la mitad de sus átomos se desintegran (en este caso la desintegración beta a Nitrógeno-14) cada 5,730 años. La presencia detectable de Carbono-14 en alguna muestra indica que su edad es menos (posiblemente mucho menos) que ~ 100,000 años (p. 175). La presencia de Carbono-14 en el carbón y los diamantes contradicen firmemente la teoría evolutiva, la cual declara que el carbón y los diamantes se formaron millones de años atrás. Lowe (1989, 31:117-120), Giem (2001, 51:6-30) y otros también han reportado el “problema” (desde un punto de vista evolutivo) de la presencia de Carbono-14 en el carbón. Cuando se considera los efectos razonables de la Creación y el Diluvio (lo cual los ateos y creacionistas progresivos no hacen), la datación de Carbono-14 guarda relación con lo que conocemos acerca de los pocos miles de años pasados. [NOTA: Batten (2002) presenta un resumen excelente de este tema].

Un tercer hallazgo del grupo RATE es que las edades calculadas usando isótopos precursores que experimentan desintegración beta tienden a ser significativamente diferentes (menores) a las edades que se calculan usando isótopos precursores que experimentan desintegración alfa. Esto pudiera sugerir que cualquiera que sea el mecanismo que Dios usó para cambiar el ritmo de descomposición durante la semana de la Creación y alrededor del tiempo del Diluvio, este tuvo un efecto diferente en los emisores alfa que en los emisores beta (DeYoung, 2005, p. 121). El grupo RATE también realizó investigaciones relacionadas a los radiohalos, las marcas de escisión en circones y los mecanismos para encargarse de los asuntos (como los índices altos de calor) que la desintegración radiactiva acelerada presenta (pp. 174-183). Entre otras implicaciones, las observaciones del grupo RATE indican que las suposiciones que se consideran en la datación radiométrica pueden ser falsas, y que las edades que se calculan a través del uso de la datación radiométrica pueden ser incorrectas por varios niveles de magnitud.

Además de la investigación reciente que los científicos cristianos y no-cristianos han realizado, se ha sabido por años de otras clases de evidencia que son consistentes con una creación relativamente reciente (Humphreys, 2000). Estas incluyen el ritmo al cual las galaxias “rotan” (demasiado rápido para edades inmensas), la cantidad de lodo en el fondo del mar (muy poco), la cantidad de sodio en el mar (muy poco), el ritmo al cual el campo magnético de la Tierra decae (demasiado rápido), el número de esqueletos de la edad de piedra (muy pocos), el desarrollo de la agricultura (demasiado reciente) y muchas otras cosas más. También existen teorías que se basan en la Biblia, y que interpretan lo que observamos en el Universo teniendo en cuenta una creación reciente (e.g., Humphreys, 1994; Thompson, 2004). También se ha propuesto otras interpretaciones bíblicamente consistentes (Williams y Hartnett, 2005, p. 180).

Se habla de la edad de la Tierra en muchas otras áreas. Por ejemplo, en cuanto a la era del hielo, se han usado suposiciones uniformistas para proponer una serie de algo de 30 sucesos de eras del hielo durante los 2.5 millones de años pasados. No obstante, Oard señala varios problemas fundamentales con este escenario. Primero, no se ha identificado ninguna causa uniformista adecuada para una era del hielo. El ciclo preferido de radiación de Milankovitch no es convincente, y los intentos de correlacionar ese ciclo con los núcleos de hielo u otra evidencia nos recuerdan del descubrimiento de Huxley en cuanto a la mónera (al apoyar a Haeckel) y la observación de Todd de canales marcianos (al apoyar a Lowell). Según Oard,
También existen misterios adicionales importantes asociados con su modelo, tales como el origen de lagos pluviales en regiones que actualmente son semi-áridas, el origen de áreas continuas no-glaciales con dirección al polo al borde de la glaciación, la mezcla de plantas y animales de clima caliente y frío durante la era del hielo, la falta de glaciación en las tierras bajas de Siberia y Alaska, y la extinción masiva de grandes mamíferos y aves al final de la era del hielo (2005, p. 35).
La mayoría de modelos de la era del hielo que se basan en la Biblia proponen que la era del hielo fue el resultado de océanos calientes y una atmósfera polvorienta después del Diluvio del Génesis. La duración total de la era del hielo hubiera sido aproximadamente 700 años. Cuando se los asocia con el clima moderno y el equipo de análisis de clima, estos modelos no solamente resuelven los asuntos listados anteriormente, sino también son consistentes con la evidencia medida de las fluctuaciones de isótopo de oxígeno y la estratificación en las capas restantes de hielo. Oard también señaló que los modelos que se basan en la Biblia son más consistentes con los índices altos de Berilio-10 y con la información radio-eco que muestra poco movimiento horizontal en la capa antártica de hielo (pp. 135-137).

Los fósiles también representan otra área en donde se habla de la “edad”. Aunque se usa los “fósiles guía” y otros métodos circulares para datar a los fósiles, en el fondo se debe calcular la edad real de un fósil según algunos métodos independientes de datación. Se ha determinado la mayor parte de las fechas “independientes” por medio de la datación radiométrica de las capas circundantes de roca, lo que a su vez depende completamente de las suposiciones que se les imponen. Si las suposiciones son equivocadas, la edad calculada será equivocada.

Se puede considerar otras observaciones para determinar la edad aproximada de los fósiles. Por ejemplo, el mes de diciembre de 2007, Eric Lyons señaló en la revista Razón y Revelaciónque el tejido suave de dinosaurio es una gran evidencia de que los dinosaurios solo tienen algunos miles de años de edad. El Diluvio del Génesis también presenta un mecanismo casi-perfecto para el depósito del registro fósil que observamos (Thompson, 2004, pp. 209-230; Woodmorappe, 1999; Butt y Lyons, 2005, pp. 67-91). Cuando se considera los hallazgos como los fósiles polistratos, los cementerios fósiles, el estrato severamente doblado, la arenisca inyectada, las concentraciones altas de polen en los depósitos de carbón y otros, el modelo del Diluvio llega a ser más consistente que los modelos seculares.

La Biblia claramente indica una edad relativamente joven para la Creación, lo cual contradice las teorías modernas aceptadas. En vez de comprometer la Biblia, los cristianos (especialmente los que están inclinados a la tecnología) deberían tomar una posición firme y usar la información bíblica para la gloria de Dios. Los científicos que usan la Biblia como la fundación de su investigación han realizado grandes descubrimientos en el pasado, y continuarán realizándolos. El punto importante es que los cristianos deben poner su confianza en la Biblia, no en la sabiduría humana que constantemente cambia (1 Corintios 1:20).

La verdadera ciencia sostiene el cristianismo. Don Francis Bacon (a quien se le acredita haber establecido el método científico) creía en la Biblia. Werner Von Braun (quien encabezó la elaboración del cohete lunar Saturno V) creía en la Biblia. Don Isaac Newton, Carl Linnaeus, Louis Pasteur y James Maxwell declararon creer en la Biblia. De igual manera Faraday, Kelvin, Boyle, Dalton, Ramsay, Ray, Mendel, Virchow, Agassiz, Steno, Woodward, Brewster, Buckland, Cuvier, Copérnico, Kepler, Herschel, Maunder, Pascal, Leibnitz, Euler y muchos otros (Lamont, 1995). Los cristianos no deberían desconfiar de la ciencia operacional verdadera sólo porque otras religiones han distorsionado el término “ciencia” para afirmar que esta sostiene su punto de vista.

CONCLUSIÓN
El Diccionario Webster define a la “religión” como “una causa, principio o sistema de creencias que se sostienen con ardor y fe” (El Nuevo Noveno..., 1988, p. 995). El cristianismo calza en esta categoría; de igual manera las cientos de religiones falsas que han plagado la humanidad por milenios. Mateo 7:13-14 indica que la mayor parte del mundo será engañada. A pesar de la evidencia convincente que Dios ha proporcionado, esta porción del mundo elegirá crear su propia religión o abrazar la religión falsa.
Darwin y Haeckel correctamente supusieron que si la evolución tuviera el poder suficiente para cambiar organismos unicelulares en seres humanos, tendría el poder suficiente para producir grandes efectos en las especies respectivas. Darwin escribió extensamente acerca de las diferencias de la raza y el sexo, y Haeckel escribió extensamente acerca de la raza. Algunas de las citas de sus libros más famosos muestran a dónde les guió su fe en la evolución. En su libro El Viaje del Beagle, Darwin escribió acerca de sus experiencias con los fueguinos de la Tierra del Fuego:
Al ver a tales hombres, alguien casi no puede convencerse que sean criaturas iguales y habitantes del mismo mundo. Es un tema común de conjetura pensar en el placer que algunos de los animales inferiores pueden disfrutar: ¡es mucho más razonable que se considere la misma pregunta con respeto a estos bárbaros! (Darwin, 1845, p. 218).
Darwin también habló de los fueguinos en su libro La Ascendencia del Hombre:
Ellos casi no poseen ningún arte, y como animales salvajes, viven de lo que pueden atrapar.... El que ha visto a un salvaje en su tierra nativa no sentirá mucha vergüenza si se le fuerza a reconocer que la sangre de algunas criaturas más humildes fluye en sus venas (1874, p. 613).
Además de otros numerosos enunciados en cuanto a varias “razas” y “salvajes”, Darwin hizo las siguientes observaciones en La Ascendencia del Hombre:
  • La distinción principal en los poderes intelectuales de los dos sexos se muestra por el logro del hombre a una eminencia superior que la mujer, en lo que quiera que se dedique—sea en lo que se requiera el pensamiento, la razón o la imaginación profunda, o simplemente el uso de los sentidos y las manos (p. 558).
  • [E]l poder mental promedio en el hombre debe estar por encima del de la mujer (p. 559).
  • Por ende el hombre ha llegado a ser finalmente superior a la mujer (p. 560).
El libro de Darwin también contiene discusiones considerables sobre si se debe clasificar las “razas” humanas diferentes como especies completamente diferentes o simplemente subespecies diferentes.

Ernst Haeckel expresó puntos de vista similares. Por ejemplo, en el segundo volumen de su libro La Historia de la Creación, Haeckel escribió:
El resultado final de esta comparación es el siguiente: que entre las almas animales más superiormente desarrolladas y las almas humanas menos desarrolladas, solamente existe una diferencia cuantitativa pequeña, pero no cualitativa, y que esta diferencia es mucho más pequeña que la diferencia entre las almas humanas más bajas y más altas, o la diferencia entre las almas animales más altas y más bajas.
Para estar convencido de este resultado importante, sobre todas las cosas es necesario estudiar y comparar la vida mental de los salvajes y de los niños. Los australianos están en la etapa más baja del desarrollo mental humano, algunas tribus de los polinesios y los bosquimanos, hotentotes y algunas de las tribus negras.... Todos los esfuerzos de introducir la civilización entre estas y muchas otras tribus de las especies humanas más bajas, hasta ahora han sido inútiles; es imposible implantar la cultura humana donde el campo requerido es insuficiente, es decir, la perfección del cerebro.... Ellos apenas han surgido de la etapa más baja de transición de simios parecidos a hombres a hombres parecidos a simios, una etapa en que los progenitores de las especies humanas más altas ya han atravesado miles de años atrás (1876, 2:362).
Los enfoques de Darwin, Haeckel y otros líderes “científicos” pronto se incorporaron en el sistema educacional de Norteamérica, y se los presentó como hechos científicos. El libro de Hunter, Una Biología Civil (que supuestamente John Scopes usó en los eventos que guiaron al proceso judicial de Scopes en 1925), señalaba:
En el tiempo presente existe en la tierra cinco razas o variedades de hombre, siendo cada una diferente a la otra en instintos, costumbres sociales y, hasta cierto punto, en estructura. Estas son la clase etíope o negro que se originó en el África; la raza malaya o morena de las islas del Pacífico; el indio norteamericano; la raza mogola o amarilla, incluyendo a los nativos de China, Japón y a los esquimales; y finalmente, la clase superior a todas, los caucásicos, representados por los habitantes blancos de Europa y Norteamérica (Hunter, 1914, p. 196).
En La Ascendencia del Hombre, Darwin también habló brevemente sobre el concepto de la eugenesia (Darwin, 1874, p. 612). Sin embargo, para el tiempo que se escribió Una Biología Cívica, la eugenesia había obtenido aceptación “científica”. Al hablar del tema, Hunter señala:
Si se puede mejorar el ganado de animales domesticados, no es injusto que se pueda preguntar si se puede mejorar la salud y el vigor de las generaciones futuras de hombres y mujeres en la Tierra al aplicarles las leyes de selección (p. 261).
Después de una breve discusión en cuanto a familias cuyos padres originales tienen problemas mentales y morales, Hunter continuó diciendo:
Así como los animales y plantas llegan a ser parásitos para otras plantas y animales, estas familias han llegado a ser parásitos para la sociedad.... Son parásitos verdaderos. Si estas personas fueran animales inferiores, probablemente los mataríamos para prevenir que se expandan.... Por otra parte, en un estudio de las familias que contienen hombres y mujeres brillantes, la eugenesia nos muestra el hecho que los descendientes han recibido la herencia buena de sus antepasados (p. 263, itálicas en original).
Las filosofías del racismo, el sexismo y la eugenesia que Darwin y Haeckel promovieron, con el disfraz de “ciencia”, son erróneas. Sabemos que son erróneas porque la Biblia se opone a ellas. Desafortunadamente, esas filosofías son completamente consistentes con las religiones basadas en la evolución, y las personas que estaban dispuestas a defender la Biblia lamentablemente no las derrotaron inmediatamente. En cambio, pasó décadas para que la sociedad reconociera los males asociados con el racismo, el sexismo y la eugenesia, y para que rechazara firmemente a esos filósofos con su supuesta prueba “científica”.

Se ha documentado el efecto que las enseñanzas de Darwin y Haeckel tuvieron en Stalin, Hitler, Mao y otros (Wieland, 1998; Grigg, 1996). No obstante, existe poca (o ninguna) evidencia que Darwin y Haeckel entendieron que la religión que ayudaron a crear se usaría para justificar muchas atrocidades cometidas. De igual manera, no existe evidencia que cuando George Hunter escribió en su libro de texto, “Si estas personas fueran animales inferiores, probablemente los mataríamos”, pudo prever que esos enunciados se podían conectar con las enseñanzas de Darwin y Haeckel para proveer justificación “científica” para el nazismo y la exterminación de los judíos y otras personas que los nazis consideraban menos que humanos.

Las creencias e “investigación” de Darwin, Haeckel y otros todavía están causando daño. Por ejemplo, el Dr. James Watson (ganador del Premio Nobel en 1962 por su rol en descubrir el espiral-doble del ADN) recientemente declaró que no existe razón para creer que las razas diferentes separadas por la geografía deberían haber evolucionado idénticamente. Luego continuó haciendo varios enunciados racistas implicando que la gente negra no era tan inteligente que la gente blanca. CNN y otros medios reportaron sus comentarios, causando mucho tumulto (Van Marsh, 2007).

Por ende, a los cristianos del siglo XXI debe importarles este tema por las mismas razones que a los cristianos les debía importar este tema cuando se popularizó las teorías de Darwin al principio. El Salmo 111:10 declara: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Permitir que la “sabiduría” de la sociedad se base en las religiones falsas y en sus suposiciones erróneas puede tener consecuencias incalculables y desastrosas. Cualquier enseñanza falsa puede tener efectos negativos a largo plazo, de los cuales los más negativos son los eternos.
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