El origen del universo plantea un problema para el ateísmo.
Es lógicamente imposible dar una explicación natural para cómo la
naturaleza llegó a existir. Una explicación debe suponer la existencia de la
naturaleza ya en sus premisas iniciales, con lo que comete la falacia circular.
Así, necesariamente, el
origen de la naturaleza ha de ser sobrenatural (es decir, no natural).
Cuando Lawrence Krauss comenzó a promover la idea de un universo surgido de la «nada»,
no es sorprendente que alcanzó rápidamente la posición de salvador entre ateos
como Richard Dawkins. Cuando uno oye una respuesta que desea intensamente que
sea cierta, hay una gran tentación a no
examinar la respuesta de manera muy crítica. Y esto es desde luego cierto en el
caso de aquellos ateos que sencillamente aceptan la «nada» de Krauss en un sentido literal.
Para decirlo con toda claridad, no es mi propósito aquí argumentar que
Krauss esté equivocado (suponiendo que él sabe perfectamente bien que su «nada»
tiene unos ciertos requisitos que resultan en que su «nada» resulta más bien ser
«algo bastante importante»). Mi propósito es más bien educar a los que han sido
engañados a creer que la «nada» de Krauss es «una nada absoluta».
Cuando oímos las diversas explicaciones para un universo surgido de la
nada, un pensador crítico observará que esta «nada» ha de tener unos requisitos
muy especiales. Entre estos requisitos se incluyen:
- un espacio vacío
- una ley de gravedad cuántica
- alguna especie de «leyes naturales»
- una variable de tiempo para que las ecuaciones de la mecánica cuántica puedan tener sentido
- un «falso vacío» y
- un multiverso desde el que nuestro universo pueda expandirse desde algún otro espacio vacío que contenga una energía y masa cero.
Evidentemente (al menos, para un físico), ninguna de esas cosas se
puede considerar como «una nada absoluta». Pero esto es precisamente lo que se
necesita si el argumento de Krauss ha de proporcionar lo que muchos ateos creen
que promete.
En otro video,
un matemático dice: «Simplemente, si la naturaleza puede encontrar una forma
de dividir cero por cero, posee un enorme poder creativo, puede crear cualquier
cosa». Con todo, uno se
queda con el interrogante de cómo la «naturaleza» puede a la vez ser absolutamente nada, y a la vez encontrar
una manera de dividir cero por cero.
Básicamente: La «nada» a la que se refieren Krauss y otros no es lo
que parece al oyente cándido — siempre es necesario incluir algo.
Aquí tenemos una simple refutación. En lugar de enredarnos en análisis
confusos sobre la «nada» y lo que realmente incluye, hay una solución mucho más
sencilla.
En física, ambos lados de una ecuación, el izquierdo y el derecho, han
de tener las mismas dimensiones (o se deben poder convertir a las mismas
dimensiones). Citando de un tutorial del
Departamento de Fïsica de la Universidad de Guelph:
Una ecuación
en la que cada término tiene las mismas dimensiones se califica como
dimensionalmente correcta. Todas las ecuaciones que se usan en cualquier
ciencia deberían ser dimensionalmente correctas. La única vez que encontraremos
una que no lo es será cuando haya un error en la ecuación.
Para dar un ejemplo muy simplificado, si observamos que alguien
sostiene que el espacio (longitud L) y el tiempo (T) surgieron de la nada,
podemos simplificar la ecuación a L·T = [adimensional]. Como tenemos Longitud y
Tiempo a la izquierda, y una nada adimensional, una nada absoluta y total a la
derecha, la ecuación es dimensionalmente incorrecta. Por tanto, sabemos que
quien ha planteado esta ecuación:
- ha cometido un error en la teoría, o
- su «nada» no es realmente nada, sino que contiene alguna forma de Longitud y Tiempo, incluso si se origina de una fluctuación cuántica en otro universo.
Conclusión: La tesis de un universo surgido de absolutamente nada es falsa;
ambos lados de una ecuación, sencilla o compleja, deben contener las mismas
dimensiones.
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