Durante el bochornoso
verano de 1925 se estuvo librando una dura batalla en Dayton, Tennessee, con el
choque de unos titanes políticos como Clarence Darrow y William Jennings Bryan en
el juicio del profesor de instituto John T. Scopes, un suceso que ha quedado
inmortalizado —aunque de forma distorsionada— en la obra teatral y la película La
Herencia del Viento.1 El Juicio de Scopes arrojó una larga sombra.
Incluso en la actualidad se sigue usando para caricaturizar a cualquiera que se
manifieste escéptico respecto a Darwin y tratarlo como un burdo patán.
Pocas personas acusarían
a C. S. Lewis de ser burdo o un patán. Sin embargo, durante el verano del Juicio
de Scopes en América, un C. S. Lewis veinteañero en Inglaterra expresaba sus
propias dudas acerca de Darwin. Ya un veterano del frente de la Primera Guerra
Mundial, Lewis había justo sido elegido como Miembro del Magdalen College en
Oxford. Habiendo sido primero tutor en filosofía, asumió una nueva posición en
literatura inglesa.2
Pocas semanas después de
la conclusión del Juicio de Scopes, Lewis escribió a su padre acerca de su
cambio de campo académico. Comentó que aunque se sentía feliz por el cambio,
estaba agradecido por «algo valioso» que había aprendido de la filosofía: «Me
confortará toda mi vida saber que el científico y el materialista no tienen la
última palabra: que Darwin y Spencer, al minar creencias ancestrales, se
levantan ellos mismos sobre un fundamento de arena, de gigantescos supuestos y
contradicciones irreconciliables a una sola pulgada debajo de la superficie».3
Todavía ateo, Lewis tenía ya unas punzantes dudas acerca del darwinismo.
El temprano escepticismo
de Lewis respecto del darwinismo hace tanto más asombroso que haya sido homenajeado
recientemente como un verdadero santo patrón por parte de algunos proponentes
actuales de una evolución teísta. Por ejemplo, en su libro de gran venta El
Lenguaje de Dios (2006), el biólogo Francis Collins destacaba el papel que
los escritos de Lewis tuvieron en su propia conversión al cristianismo a la vez
que invocaba a Lewis para defender la idea de que los cristianos deberían
aceptar la procedencia animal de los seres humanos.4 En un artículo
de 2010 en la revista Perspectives on Science and Christian Faith, el
filósofo Michael Paterson, de la Universidad de Asbury, fue mucho más allá. A
decir de Peterson, Lewis no sólo abrazó «tanto la evolución cósmica como la
biológica como teorías poderosamente confirmadas», sino que habría rechazado sin
más los argumentos avanzados por los modernos proponentes del diseño
inteligente.5 En 2011, el artículo de Peterson sobre Lewis y la
evolución fue serializado en línea por el grupo pro-evolución teísta BioLogos.6
Hay un aspecto en que las
invocaciones a Lewis por parte de los proponentes de la evolución teísta son
fáciles de comprender. A pesar de más de un siglo de campaña por parte de los
defensores de Darwin, muchos cristianos tradicionales permanecen profundamente
escépticos acerca de los esfuerzos por mezclar Dios con la evolución darwinista.
De hecho, según un sondeo del clero protestante a nivel nacional publicado en
2012 (EUA), un abrumador 72 por ciento se manifestaban en desacuerdo con la
posición de que «Dios usó la evolución para crear a los seres humanos».7
La posición escéptica
respecto a la evolución teísta por parte de muchos cristianos está alimentado
por muchos evolucionistas teístas líderes que desafían la autoridad de la
Biblia, descartan la historicidad de la Caída e incluso niegan que Dios dirige
específicamente el proceso evolutivo. Según Kenton Sparks, profesor de Estudios
Bíbliccos (escribiendo para el sitio web de BioLogos): «Si Jesús como ser
humano finito se equivocó de vez en cuando, no hay razón en absoluto para
suponer que Moisés, Pablo, Juan, escribieran escritura sin error».8 Según
Karl Giberson (cofundador de BioLogos con Francis Collins), los seres humanos
fueron egoístas y pecaminosos desde el mismo comienzo, de modo que no hubo una
verdadera «Caída».9 Y según el biólogo Kenneth Miller, autor de Finding
Darwin's God (un texto seminal para los modernos evolucionistas teístas
americanos), Dios mismo no sabía si el proceso «sin dirección» de la evolución
produciría seres humanos o algo radicalmente diferente, digamos que «un molusco
con unas capacidades mentales excepcionales».10
En contraste con tal
heterodoxia, C. S. Lewis es un amado paradigma del cristianismo histórico
troncal. Constituye un «punto de referencia» que llama al asentimiento de
muchos cristianos. Si se pudiera alistar a Lewis como respaldo de la evolución
teísta y como crítico contrario a la tesis del diseño inteligente, quizá la
postura de la evolución teísta podría ampliar su base de soporte entre los
cristianos tradicionales.
Hay pocas dudas de que
Lewis estaba interesado en el tema de la evolución. Menciona este tema en
repetidas ocasiones en sus libros y ensayos, aunque con circunspección.
Escribió acerca de esta cuestión en sus cartas privadas. Y su biblioteca
personal contenía más de una docena de libros y opúsculos centrados en la
evolución, y algunos de ellos están marcados con extensos subrayados y
anotaciones, incluyendo su copia personal de la Autobiografía de Charles
Darwin.11
Aunque Lewis estaba
interesado en la cuestión de la evolución, comprendía también su predominio
cultural, lo que ayuda a explicar su prudente reserva acerca de referirse
públicamente sobre el tema. Observó a un corresponsal que «La evolución, etc.»
es «el trasfondo adoptado» del pensamiento moderno.12 Declinó
escribir un prefacio a un libro contrario a la evolución de otro autor porque
temía las repercusiones sobre su papel público como apologista cristiano:
«Muchos que han sido o están siendo movidos hacia el cristianismo mediante mis
libros se sentirían disuadidos al observar que estaba vinculado con el
antidarwinismo».13
Si Lewis era cauto acerca
de cuánto criticaba a la evolución darwinista en público, era igual de
cuidadoso en distanciarse de los nada críticos promotores de la tesis evolutiva.
Michael Peterson cita a Lewis en Mere Christianity [Cristianismo y nada
más] como diciendo claramente que «Todo el mundo sabe ahora ... que el hombre
ha evolucionado a partir de tipos inferiores de vida», como si Lewis pensase
que ninguna persona razonable podía estar en desacuerdo.14 Pero este
es un caso de poner palabras en boca de Lewis mediante una creativa
manipulación.
Esta es la versión no
manipulada de lo que Lewis realmente escribió en Mere Christianity [Cristianismo
y nada más] con las palabras que Peterson eliminó resaltadas en negritas: «Todo
el mundo sabe ahora acerca de la Evolución (aunque, naturalmente, algunas
personas educadas no creen en ella): a todo el mundo se le ha enseñado que
el hombre ha evolucionado a partir de tipos inferiores de vida».15
Cuando se lee la frase íntegramente, se puede ver que lejos de afirmar que la
«evolución» es algo que «todo el mundo sabe ahora», Lewis estaba sencillamente
diciendo que «todo el mundo sabe acerca de la Evolución», y que «a todo el
mundo se le ha enseñado» ciertas cosas acerca de la misma. Esta era una
descripción de una opinión popular, no una declaración acerca de si la
evolución es cierta o falsa. Para que nadie lo comprendiese mal como que Lewis
estuviera respaldando la idea de que ninguna persona razonable puede dudar de
la evolución, Lewis añade que «naturalmente, algunas personas educadas no creen
en ella».
Las reservas de Lewis acerca
de la evolución en este pasaje eran totalmente intencionadas, y las insertó él
después de la emisión del programa de radio que formó la base de esta sección
de Mere Christianity.16 Sin embargo, el argumento general de
Lewis en este pasaje no tenía nada que ver con la evolución biológica. Él
invocó la evolución como una analogía para ayudar a la gente a comprender mejor
la doctrina cristiana de la santificación. Citó la evolución porque le pareció
que era una ilustración que «un hombre moderno puede comprender». Entonces,
¿cuál era la verdadera opinión de Lewis acerca de la evolución? Para responder
a esta pregunta con justicia, tenemos primero que desenmarañar las distintas
maneras en que Lewis empleaba el término.
Uno de los aspectos más
desafiantes acerca de tratar acerca de la «evolución» en la actualidad es la
elasticidad del término, que abarca desde un mero «cambio a través del tiempo»
hasta el supuesto desarrollo de todas las cosas vivas a partir de organismos
unicelulares hasta el hombre a través de un proceso no guiado de selección
natural que habría actuado sobre variaciones aleatorias. De hecho, el término
«evolución» tiene tantos significados diferentes, que si no se presta una
cuidadosa atención, una conversación sobre este tema degenerará rápidamente en
los interlocutores estarán hablando sin entenderse.17
En sus escritos, Lewis abordó
al menos tres clases diferentes de evolución: (1) evolución como teoría de una
descendencia común; (2) evolución como una teoría de selección natural no
guiada actuando sobre variaciones aleatorias (esto es, darwinismo); y (3)
evolución como una filosofía cósmica (esto es, «evolucionismo»).
Como veremos en las
siguientes entregas, Lewis no objetaba en principio a una evolución en el
primer sentido (descendencia común), aunque limitaba severamente su aplicación
de una manera que los proponentes de la perspectiva estándar de la evolución
encontrarían inaceptable. El argumento que presentaría a Lewis como partidario
de la evolución en el segundo sentido (darwinismo) carece prácticamente de toda
base. Lewis fue un convencido escéptico tocante al poder creativo de una
selección natural carente de guía. En cuanto a la evolución en el tercer
sentido —evolucionismo—, Lewis respetaba la poesía y el carácter imponente de
lo que a veces llamaba el «mito» de la evolución, pero desde luego la
consideraba como falsa.
Notas:
(1) Para unas buenas
fuentes de la verdadera historia del Juicio de Scopes y de las distorsiones de La
Herencia del Viento, véase Larson, Summer for the Gods (Nueva York:
Basic Books, 1997); Carol Iannone, «The Truth about Inherit the Wind», First
Things, febrero de 1997, accedido el 18 de mayo de 2012,
http://www.firstthings.com/article.php3?id_article=3645; Marvin Olasky y John
Perry, Monkey Business: The True Story of the Scopes Trial (Nashville:
Broadman and Holman, 2005). Para una buena fuente en lengua española, véase La
historia según Hollywood del Juicio Scopes — Crónica de una manipulación
cinematográfica, en http://www.sedin.org/propesp/X0070_07.htm.
(2) Véase George Sayer, Jack: A Life of C. S. Lewis (Wheaton, IL:
Crossway, 1994), 176-184; Roger Lancelyn Green y Walter Hooper, C. S. Lewis: A Biography, edición rev.
(San Diego: Harcourt Brace & Company, 1994), 79-85.
(3) C. S. Lewis to his Father, 14 de agosto de 1925 en C. S. Lewis: Collected Letters, editado
por Walter Hooper (Londres: HarperCollins, 2000), vol. I, 649.
(4) Francis Collins, The Language of God (Nueva York: Free Press,
2006), 21-31, 208-209, 222-225.
(5) Michael L. Peterson, «C. S. Lewis on Evolution and Intelligent Design»,
Perspectives on Science and Christian Faith 62, no. 4 (Diciembre de 2010):
253-266.
(6) Michael L. Peterson, «C.
S. Lewis on Evolution and Intelligent Design», www.biologos.org (Abril
de 2011), accedido el 18 de mayo de 2012,
http://biologos.org/uploads/projects/peterson_scholarly_essay.pdf.
(7) David Roach, «Poll: Pastors Oppose Evolution, Split on Earth's Age».
www.lifeway.com, Jan. 9, 2012, accedido el
18 de mayo de 2012, http://www.lifeway.com/Article/research-Poll-Pastors-oppose-evolution-split-on-earths-age.
(8) Kenton Sparks, «After Inerrancy: Evangelicals and the Bible in a
Postmodern Age», BioLogos Forum, junio de 2010, accedido el 18 de mayo de 2012,
http://biologos.org/uploads/static-content/sparks_scholarly_essay.pdf.
(9) Karl Giberson, Saving Darwin (Nueva York:
Harperone, 2008), 11-13.
(10) Miller citado en John G. West, Darwin Day in America: How Our
Politics and Culture Have Been Dehumanized in the Name of Science (Wilmington, DE: ISI Books,
2007), 226; más generalmente, véase discusión sobre 225-227; véase también Kenneth
Miller, Finding Darwin's God (Nueva York: HarperCollins, 1999).
(11) Algunos de estos libros y opúsculos con un enfoque significativo sobre
la evolución en la biblioteca de Lewis incluyen la obra de Bernard Acworth, The
Cuckoo; Alfred Balfour, Theism and Humanism; Henri Bergson, L'Evolution
Creatrice; Charles Darwin, Autobiography; L. M. Davies, BBC
Abuses Its Monopoly; L. M. Davies, Evolutionists Under Fire; Douglas
Dewar, The Man from Monkey Myth; Douglas Dewar, Science and the BBC;
Evolution Protest Movement, Evolution: How the Doctrine Is Propagated in Our
Schools; C. W. Formby, The Unveiling of the Fall; E. O. James, Evolution
and the Fall; Edmund Sinnott, Biology of the Spirit; Joseph Solomon,
Bergson; Pierre Teilhard de Chardin, The Phenomenon of Man. Mucha
de la biblioteca personal de Lewis se
conserva actualmente en el Centro Wade, Wheaton College. Para una lista
de los
libros existentes en la biblioteca personal de Lewis, consultar la
descripción
en «C. S. Lewis Library» (Wade Center, 2010), accedido el 18 de mayo de
2012,
http://www.wheaton.edu/wadecenter/Collections-and-services/Collection%20Listings/~/media/Files/Centers-and-institutes/Wade-Center/rr-docs/non-archive%20Listings/Lewis_Public_shelf.pdf.
(12) C. S. Lewis a Dom Bede
Griffiths, 5 de julio de 1949, The Collected Letters of C. S. Lewis San Francisco:
HarperSanFrancisco, 2004), vol. II, 953.
(13) C. S. Lewis a Bernard Acworth, 4
de octubre de 1951, en The Collected Letters of C. S. Lewis, editado por
Walter Hooper (San Francisco: HarperSanFrancisco, 2007), vol. III, 140.
(14) Peterson, «C. S. Lewis on Evolution and Intelligent Design» (2010),
264.
(15) C. S. Lewis, Mere
Christianity (Nueva York: Macmillan, 1960), 154. Hay edición en español, Cristianismo, y nada
más.
(16) Una transcripción de
la conversación radiofónica que formó la base de esta sección de Mere
Christianity se encuentra en «C. S. Lewis — Only Surviving Episode of
Broadcast Talks», accedido el 19 de mayo de 2012,
http://www.awesomestories.com/assets/cs-lewis-only-surviving-episode-of-broadcast-talks.
Este sitio web tiene también el audio original de esta conversación radiofónica
de Lewis.
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