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La evolución misteriosa de la comunicación en las ballenas


“De todas las especies de ballena, la más ruidosa, más habladora, más exuberante, y más imaginativa es la ballena jorobada. Es el Caruso del océano, rechina como una bisagra vieja, tan melodiosa como un tenor de opera” (1). Éstas eran las palabras del oceanógrafo Jacques Cousteau en su gran éxito de literatura El planeta de las ballenas, escrito originalmente en francés bajo el nombre La planete des baleines. El macho de esta especie fue una fuente de fascinación para el equipo de Cousteau por su capacidad de componer canciones. Los aficionados de Viaje a las estrellas recordarán las llamadas de socorro de largo alcance de estos gigantes del océano, que hacían parte de la producción cinematográfica Misión: Salvar la tierra.

Se pueden oír estas criaturas a lo largo de centenas y aun millares de kilómetros mientras crean canciones que pueden durar de 20 a 30 horas (1.2). El repertorio disponible de vocalizaciones requiere estallidos de aire acanalados desde los pulmones a través de la tráquea (3). La gama de frecuencias de estas vocalizaciones es de 8- 4000 hertzios (una gama formidable si la comparamos a los 80-1300 hertzios de un cantante humano; (4)). Mientras que ciertos sonidos pueden servir para mantener el contacto entre manadas distantes (2), otros se utilizan para atraer a parejas en los lugares de procreación de las zonas tropicales (5).

Igualmente, el chasqueo característico de la ballena esperma ha sido una fuente de gran interés para los biólogos marinos que en la ultima década han estudiado en detalle su generador neumático de sonidos (6). Algunos de sus chasqueos sirven para la eco-localización mientras que otros—los codas—se utilizan para mantener la estructura social de las ballenas femeninas (6). La cantidad de aire usada para hacer cada chasqueo es tan pequeña que, aun a una profundidad de 2000 m, donde el volumen de aire se reduce perceptiblemente, las ballenas pueden vocalizar con éxito (6). El mecanismo de generación de sonidos es selectivo para cada uno de los dos modos de comunicación. La diferencia entre los codas y los demás chasqueos se explica por la diferencia en la propagación de sonido dentro del complejo nasal (6). Otras especies de ballena también conversan entre sí; por ejemplo, las ballenas azules, los rorcuales comunes, las ballenas francas y las ballenas groenlandesas. Todas exhiben el uso de lo que, provisionalmente, puede llamarse lenguaje rudimentario (7). 

Idéntica fascinación ha despertado el aparato auditivo que captura estos sonidos (8). A diferencia de los mamíferos terrestres, las ballenas disponen de osículos que vibran libremente en el oído medio, para una audición a distancias más sensitiva: “Los huesos del oído medio, aunque estén fusionados el uno al otro, no están conectados directamente con el resto del cráneo; más bien, penden de él a través de ligamentos. Alrededor hay una red compleja de cavidades llena de un moco espumoso que aísla al oído del cráneo y ofrece un medio por el cual las ballenas filtran todo, excepto los sonidos esenciales” (9).

 ¿Cómo podemos explicar la evolución de éstos mecanismos de comunicación? En el verano de 2009 una publicación importante en la revista Mammalian Biology proporcionó la chispa para una idea popular (10). 

Al usar el comportamiento acuático del ciervo ratón de Borneo como evidencia primaria, algunos investigadores de Indonesia y la Universidad Nacional Australiana en Canberra propusieron que las ballenas podrían haber descendido de miembros antiguos de la familia de rumiantes tragulidae, que hoy incluye el ganado, las ovejas, las cabras y los ciervos (11). Los aldeanos locales han observado que los ciervos ratones se sumergen en los ríos de Borneo durante más de cinco minutos para evitar así a los predadores (10).  

Los resultados Australianos-Indonésicos llegaron justo después de la publicación de un estudio cladístico en el cual se argumentaba que se había encontrado un grupo hermano de las ballenas, llamado Indohyus, que se define como: “un raoellido artiodáctilo del Eoceno medio, proveniente de la región de Cachemira en la India” (10, 12). La conclusión subyacente de este estudio era realmente profunda:


“Nuestro análisis identifica los raoellidos como un grupo hermano de los cetáceos y cruza la división morfológica que hasta ahora separaba los cetáceos de los artiodáctilos” (12). 
Por lo tanto, podría esperarse razonablemente el hallazgo de una secuencia evolutiva gradual de los mecanismos de audición y vocalización de los cetáceos modernos, una que tal vez se extendiera hasta los mamíferos que supuestamente hicieron la transición de la tierra a la vida marina. Pero, como muchas de las historias míticas sobre la evolución, el diablo está en los detalles. De hecho, los darwinistas admiten el hecho de que las diferencias significativas en la morfología de los órganos sensoriales hace únicos a los cetáceos (12). 

En 2004 un equipo dirigido por el anatomista Hans Thewissen publicó lo qué aparecía ser la última palabra sobre la evolución de la audición en las ballenas (13). Su „interpretación integrada de la evolución de mecanismos de la transmisión sonora‟ siguió al descubrimiento de fósiles en depósitos de 35-50 millones de años de edad (13). El espécimen de base de su interpretación cladistica, un mamífero terrestre llamado pakicetus se había beneficiado de la conducción de sonido a través de un hueso timpánico que pendía libremente (13). Los mamíferos acuáticos subsiguientes, tales como el remingtoncetus y el protocetus, poseían cojines de grasa en las mandíbulas y, por lo tanto, disponían de una transmisión sonora de huesos más avanzada aun de lo que vemos en los pakicetus (13). Una estructura auditiva llamada meatus permitía, en estos tres grupos filéticos, la captura eficiente de sonidos aéreos (13). El último grupo cronológico del equipo de Thewissen, los basilosaurios, demostraba una innovación adicional: senos nasales llenos de aire que aislaron acústicamente al oído del resto del cráneo (13). 

La omisión más obvia de la secuencia antedicha, quizás la más importante de todas, es la explicación de cómo los descendientes de un ciervo ratón fugaz se adaptaron a los rigores acústicos de la vida subacuática. Hay un mundo de diferencia entre una escapada de cinco minutos al río y las búsquedas de pareja que habrían sido críticas para la reproducción y la sobrevivencia en el mar. De hecho, el pakicetus era un cuadrúpedo terrestre con un pescuezo largo (más parecido a un perro que un ciervo ratón), carente de cualquier forma de anatomía subacuática (14, 15). Una interpretación alternativa de los datos es que la estructura del oído medio del pakicetus era más consistente con la que se puede encontrar en un animal subterráneo en el cual la cabeza está en contacto directo con la tierra (14).  

Mientras que, indudablemente, el remingtoncetus era un mamífero cuadrúpedo semiacuático con hocico delgado y largo, ojos y oídos pequeños y un tamaño total quizás no más grande que el de una nutria de mar (16, 17), la descripción de los orígenes de sus innovaciones auditivas se ajusta más a lo que esperaríamos ver en una interpretación saltationista de la vida que un proceso evolutivo gradual. Lo mismo puede decirse sobre la supuesta transición del protocetus a los basilosaurios.

Es irónico que la serie más convincente en el arsenal de los evolucionistas se encuentre en la disminución de tamaño del sistema del oído interno (implicado en el equilibrio). Es decir, la evolución no es capaz de generar más que pequeños cambios en las innovaciones funcionales ya existentes (15).

Los Hipopotámidos son los candidatos favoritos para el título de parientes terrestres vivos más cercanos a las ballenas (18, 19). Tal como en los cetáceos, los hipopótamos modernos disponen de una audición transmitida a través de huesos y exhiben una comunicación subacuática eficaz (18). No obstante, las filogenias morfológicas han entregado resultados contradictorios y el debate sobre los intermediarios que supuestamente conectaron los hipopótamos y las ballenas con un ancestro común sigue provocando polémica (20). Diversos análisis demuestran la presencia de entre 3 y 40 millones de años de evolución no documentada, según lo grupos hermanos que se elijan como intermediarios entre los supuestos ancestros y los animales modernos (20). 

Hace más de una década un libro de texto de biología afirmó que no había fósiles transitorios que conectaran a las ballenas con los mamíferos terrestres (21). Tal posición ha sido confirmada en la literatura experta más reciente. Además, las hipótesis acerca de la evolución de la comunicación en las ballenas y delfines se enfocan en las presiones selectivas que presumiblemente causaron los cambios morfológicos (Ej: depredación, sociabilidad creciente), mientras que omiten los detalles mecánicos de cómo ocurrieron tales cambios (22, 23, 24). La naturaleza integrada de la transmisión sonora de la ballena, en su vocalización y captura, ha llevado algunos investigadores a la conclusión de que una fuente inteligente está involucrada en su diseño. Como observó una publicación reciente: 


“La estructura anatómica, la función biológica, y la manera de vida de las ballenas son tan diferentes de lo que se encuentra en los mamíferos terrestres que no se pueden haber desarrollado a través de pequeños cambios genéticos; la vida acuática requiere la presencia simultánea de todas sus características complejas para la sobrevivencia. Las construcciones acústicas y otras perfecciones son necesarias para sus serenatas y su forma de vida en la inmensidad del océano; solamente podrían existir a partir de un plan preliminar detallado. El empleo de sonidos para atraer a sus compañeros tiene otra característica interesante: aunque cada especie emita señales semejantes a las de otras especies, los animales nunca se confunden entre los sonidos de las demás especies… La harmonía entre los sonidos y lo órganos que los captan presupone… su aparición simultánea, en tanto excluye la posibilidad de una evolución gradual” (8).  
En fin, los resultados de los últimos estudios sobre la comunicación de las ballenas producen un corte profundo en las redes de pesca del dogma de la evolución. Los barcos rastreadores darwinistas deberían estar preocupados.

REFERENCIAS
1.Jacques Cousteau and Yves Paccalet (1986) Whales, W.H. Allen & Co, London, pp. 236-38. 
2.Eduardo Mercado III (1998) Humpback Whale BioAcoustics: From Form To Function, PhD thesis, University of Hawaii, http://www.acsu.buffalo.edu/~emiii/diss.pdf p.16. 
3. Ibid p.25. 
4. Ibid p.37.
5. Planet Earth Series: Shallow Seas, Narrated by David Attenborough, BBC Video, 2008. 
6. P. T. Madsen, R. Payne, N. U. Kristiansen, M. Wahlberg, I. Kerr and B. Mohl (2002) Sperm whale sound production studied with ultrasound time/depth-recording tags, The Journal of Experimental Biology, Vol 205, 1899-1906. 
7. Jacques Cousteau and Yves Paccalet (1986) Whales, W.H. Allen & Co, London, p.234. 
8. Balazs Hornyanszky and Istvan Tasi (2009) Nature's IQ: Extraordinary Animal Behaviors That Defy Evolution, Torchlight Publishing, Badger, CA, pp.102-104. 
9. Jacques Cousteau and Yves Paccalet (1986) Whales, W.H. Allen & Co, London, p.161. 
10. Erik Meijaarda, Umilaela, GehandeSilva Wijeyeratne (2009), Aquatic escape behaviour in mousedeer provides insight into tragulid evolution, Mammalian Biology, doi:10.1016/j.mambio.2009.05.007 
11. Matt Walker (2009) Aquatic Deer And Ancient Whales, BBC Earth News, 7th July, 2009, See http://news.bbc.co.uk/earth/hi/earth_news/newsid_8137000/8137922.stm 
12. J. G. M. Thewissen, Lisa Noelle Cooper, Mark T. Clementz, Sunil Bajpai & B. N. Tiwari (2007) Whales originated from aquatic artiodactyls in the Eocene epoch of India, Nature, Vol 450, pp.1190-1194. 
13. Sirpa Nummela, J. G. M. Thewissen, Sunil Bajpai, S. Taseer Hussain, Kishor Kumar (2004) Eocene evolution of whale hearing, Nature, Vol 430, pp.776-778. 
14. J. G. M. Thewissen, E. M. Williams, L. J. Roe & S. T. Hussain (2001) Skeletons of terrestrial cetaceans and the relationship of whales to artiodactyls, Nature, Vol 413, pp.277-281. 
15. F. Spoor, S. Bajpai, S. T. Hussain, K. Kumar & J. G. M. Thewissen (2001) Vestibular evidence for the evolution of aquatic behaviour in early cetaceans, Nature, Vol 417, pp.163-166. 
16. Remingtoncetidiae, See http://www.neoucom.edu/DEPTS/ANAT/Remi.html 
17. Sunil Bajpai and J. G. M. Thewissen (2000) A new, diminutive Eocene whale from Kachchh (Gujarat, India) and its implications for locomotor evolution of cetaceans, Current Science, Vol 79, pp.1478-1482, See http://tejas.serc.iisc.ernet.in/currsci/nov252000/1478.pdf 
18. The Animal Communication Project, See http://acp.eugraph.com/elephetc/hippo.html 
19. Whale and hippo 'close cousins' BBC News, Monday, 24 January, 2005, See http://news.bbc.co.uk/2/hi/science/nature/4204021.stm 
20. Jean-Renaud Boisserie, Fabrice Lihoreau, and Michel Brunet (2005) The position of Hippopotamidae within Cetartiodactyla, Proc. Natl. Acad. Sci, Vol 102, pp.1537-1541. 
21. Percival Davis, Dean H Kenyon, Charles Thaxton (1993) Of Pandas And People: The Central Question Of Biological Origins, Haughton Publishing Company, Richardson, Texas. 
22. Laura J May-Collado, Ingi Agnarsson, Douglas Wartzok (2007) Phylogenetic review of tonal sound production in whales in relation to sociality, BMC Evolutionary Biology 2007, Vol 7, p.136, See http://www.biomedcentral.com/content/pdf/1471-2148-7-136.pdf 
23. Migrating Squid Drove Evolution Of Sonar In Whales And Dolphins, Researchers Argue http://migration.wordpress.com/2007/09/15/squid-migration-drives-whale-sonar-evolution/ 
24. Morisaka T, Connor RC (2007) Predation by killer whales (Orcinus orca) and the evolution of whistle loss and narrow-band high frequency clicks in odontocetes, Journal Of Evolutionary Biology, Volume 20, pp.1439-58. 

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