Afirmaciones acerca de la ciencia que me molestan I
El otro día encontré un foro de discusión en Internet que tenía como tema la siguiente afirmación:
No tiene ningún sentido discutir sobre la ciencia a menos que uno sea un científico.
¿Alguna vez se cruzó con una afirmación como ésta que queda dando vueltas en su mente porque de alguna forma lo molesta? Es como si le chocara. Uno sabe que la aseveración tiene algo que está mal, así que la sigue analizando una y otra vez.
Como filósofo, tal vez tenga una personalidad algo obsesivo-compulsiva, porque doy vuelta a las cosas constantemente en mi mente. Mi amigo y colega en Reasons To Believe Fuz Rana dice que mis largos viajes ida y vuelta al trabajo me dan demasiado tiempo para pensar en las cosas. Cuando leo antes de acostarme a menudo me cuesta dormirme porque estoy enfrascado en una contemplación estimulante. ¡Es la maldición del filósofo!
Al enseñar cursos de lógica en la universidad durante los últimos veinte años ha hecho que mi mente sea sensible a detectar las distintas formas falaces de razonamiento. Una forma de este pensamiento involucra afirmaciones y argumentos que son por naturaleza autodestructivos. Una afirmación de este tipo involucra una contradicción interna (afirma y niega simultáneamente la esencia de la afirmación).
Luego de leer algunas de las participaciones en el foro, aparentemente el líder de la discusión estaba usando la afirmación anterior para atacar a las personas religiosas que creen en alguna forma de creacionismo o diseño inteligente. Lo que se quería dar a entender era que la religión no tiene ningún lugar en la ciencia.
Pero la afirmación me inquietaba y comencé mi ritual de análisis reflexivo.
En un sentido laxo, la afirmación contiene un significado razonable. Para que una persona comente inteligentemente acerca de un campo de estudio uno esperaría que la persona estuviera familiarizada adecuadamente con la disciplina en cuestión. Esta es la razón, por supuesto, que Reasons To Believe emplea científicos altamente capacitados para trabajar en el equipo de estudiosos de una organización de apologética científica.
Sin embargo, en un sentido técnico la afirmación parece filosóficamente ingenua, en el mejor de los casos, y lógicamente autodestructiva, en el peor de los casos. ¿Por qué?
Entiendo que la afirmación dice que sólo los científicos pueden hablar en forma inteligente acerca de la ciencia. O que sólo los científicos están calificados para hablar sobre temas científicos. Pero ese es justamente el punto que me irrita.
Si sólo los científicos pueden hablar acerca de la ciencia, entonces ¿qué hacemos con la pregunta fundamental: ¿Qué es la ciencia?
No es en sí mismo una pregunta científica. Es más bien una pregunta filosófica, o mejor aún, una pregunta de la filosofía de la ciencia. La empresa científica está llena de supuestos filosóficos críticos. Piense en las palabras de respetado filósofo de la ciencia, Del Ratzsch:
La filosofía de la ciencia es básicamente el estudio de lo que es la ciencia, lo que hace, cómo funciona, por qué funciona y cómo debemos interpretarla.
Ahora bien, ¿pueden los filósofos de la ciencia tener algo importante que decir acerca de la naturaleza de la ciencia sin que ellos mismos hayan estado capacitados formalmente en una disciplina científica dada? ¡Por supuesto que sí!
Esto identifica la contradicción interna que contiene esta afirmación deficiente. Afirmar que sólo los científicos pueden hablar inteligentemente acerca de la ciencia pasa por alto la realidad de que la empresa científica misma involucra muchos supuestos que no forman parte técnicamente de las ciencias naturales.
Para lograr un entendimiento sólido de la ciencia y los temas científicamente orientados se requeriría en realidad de los pensamientos y las ideas de personas de diferentes disciplinas académicas no científicas. Sin duda los filósofos, los matemáticos, los historiadores y otros tienen mucho que contribuir al análisis mismo de la importante y poderosa empresa conocida como ciencia.
En la siguiente parte de esta serie identificaré otras disciplinas que merecen legítimamente un lugar en la mesa cuando se discute la naturaleza y el funcionamiento de la ciencia moderna.
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