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El genoma del pulpo: No es «alienígena», pero sigue siendo un problema capital para el darwinismo


Estos días se están secuenciando nuevos genomas de diferentes tipos de organismos y se publican con regularidad. Cuando se secuencia algún nuevo genoma, los biólogos evolutivos esperan que serán muy semejantes a los genomas de otros organismos que se suponen están relacionados de cerca.

Como ya se ha observado desde este blog, el último organismo en tener secuenciado su genoma ha confundido esta expectativa: el pulpo, cuyo genoma ha sido recientemente publicado en Nature. Resulta tan diferente de otros moluscos e invertebrados que está siendo motejado como «alienígena» por los científicos que han trabajado en el mencionado proyecto.

Un artículo sobre el tema tenía el título «Don't freak out, but scientists think octopuses 'might be aliens' after DNA study [No alucines, pero los científicos creen que los pulpos “podrían ser alienígenas” después de un estudio de su ADN]»:

No es para desmadrarte ni nada parecido, pero los pulpos son básicamente «alienígenas» —según unos científicos.

Unos investigadores han encontrado un nuevo mapa del código genético del pulpo que es tan extraño que podría realmente ser un «alienígena».

[...]

«El pulpo parece ser absolutamente diferente a todos los demás animales, incluso a otros moluscos, con sus ocho brazos prensiles, su gran cerebro y su inteligente capacidad para la resolución de problemas», decía el investigador estadounidense doctor Clifton Ragsdale, de la Universidad de Chicago.

[...]

El análisis de 12 tejidos diferentes reveló cientos de genes específicos del pulpo que no se encuentran en ningún otro animal, muchos de ellos sumamente activos en estructuras como el cerebro, la piel y las ventosas.

Evidentemente, nadie cree que el pulpo sea un «alienígena» de otro planeta. (Nature News cita a un coautor del artículo acerca del genoma observando que esta ocurrencia del alienígena es una «broma».) Pero desde luego es alienígena en relación con las expectativas evolucionistas estándar de que los genomas de especies relacionadas deberían ser sumamente similares. Así, Nature observa la gran cantidad de genes exclusivos que se encuentran en el genoma del pulpo:

Cosa sorprendente, el genoma del pulpo resultó ser casi tan grande como el de los humanos y que contiene una mayor cantidad de genes codificantes de proteínas —unos 33.000 en comparación con menos de 25.000 en el Homo sapiens.

Este exceso, dice Ragsdale, resulta mayormente de la expansión de unas pocas familias específicas de genes. Uno de los más notables grupos de genes es el de las protocadherinas, que regulan el desarrollo de las neuronas y las interacciones a corta distancia entre ellas. El pulpo tiene 168 de esos genes —más del doble que los mamíferos. Esto concuerda con el cerebro inusualmente grande de este ser, y con la anatomía aún más extraña de dicho órgano. ...

Una familia de genes involucrada en el desarrollo, los factores de transcripción con dedo de zinc, está también sumamente expandida en los pulpos. A alrededor de 1.800 genes, es la segunda mayor familia genética descubierta en un animal, después de los 2.000 genes del receptor olfativo del elefante.

El análisis también desveló cientos de otros genes específicos del pulpo y que tienen una intensa expresión en tejidos específicos. Las ventosas, por ejemplo, expresan un curioso conjunto de genes parecidos a los que codifican receptores para el neurotransmisor acetilcolina. Los genes parecen habilitar la extraordinaria capacidad del pulpo de degustar con sus ventosas.

Los científicos identificaron seis genes para proteínas llamadas reflectinas, que se expresan en la piel del pulpo. Estas proteínas alteran la manera en que la luz se refleja desde el pulpo, dando la apariencia de un color diferente: una de las diversas maneras en que un pulpo puede disfrazarse, además de cambiar su textura, patrón o brillo.

El artículo técnico explica que el genoma del pulpo revela «expansiones masivas en dos familias genéticas que antes se creía que estaban exclusivamente agrandadas en los vertebrados: las protocadherinas, que regulan el desarrollo neuronal, y la superfamilia C2H2 de factores de transcripción de dedos de zinc». Además:

Identificamos cientos de genes cefalópodo-específicos, muchos de los cuales mostraban unos elevados niveles de expresión en estructuras tan especializadas como la piel, las ventosas y el sistema nervioso.

Y concluyen: «Nuestros análisis sugieren que una expansión sustancial de un puñado de familias genéticas, junto con un extenso remodelado de vinculación genómica y del contenido repetitivo, desempeñaron un papel crítico en la evolución de las innovaciones morfológicas de los cefalópodos, incluyendo sus grandes y complejos sistemas nerviosos». En otras palabras, el genoma de los cefalópodos es insólito en muchos respectos fundamentales, a diferencia de otros organismos que hemos secuenciado.

En realidad, lo anterior no es completamente correcto. Hay algunas peculiares semejanzas entre el genoma de los cefalópodos y algo que han visto —pero no son la clase de semejanzas predichas por la descendencia común. El artículo técnico observa que el genoma de los cefalópodos presenta una inesperada semejanza en ciertos respectos a los genomas de los vertebrados — y como esas semejanzas no son predichas por la tesis de la descendencia común, las atribuyen, como es bien de esperar, a una evolución convergente:

las expansiones independientes y el enriquecimiento del sistema nervioso en protocadherinas en cefalópodos coleoideos y en vertebrados constituye un destacado ejemplo de evolución convergente entre estos clados al nivel molecular.

De hecho, incluso dentro de los cefalópodos encontraron indicios de evolución convergente (es decir: de una semejanza genética que no se ajustaba a las expectativa de una descendencia común): «Cosa sorprendente, nuestros análisis filogenéticos sugieren que las formaciones de protocadherina en los calamares y pulpos aparecieron de forma independiente. Las protocadherinas de los pulpos, no vinculadas, parecen haberse expandido unos ~135 millones de años después que los pulpos divergieran de los calamares».

Pero la gran noticia aquí es la enorme cantidad de genes exclusivos descubiertos en el genoma del pulpo. El artículo técnico detalla acerca de uno de estos principales grupos genéticos:

El genoma del pulpo codifica 168 genes multiexónicos de protocadherina, casi tres cuartos de los cuales aparecen en agrupaciones en tándem en el genoma (Fig. 2b), una remarcable expansión relativa a los 17-25 genes que aparecen en los genomas de la Lottia [una lapa], la Crassostrea gigas (una ostra) y la Capitella [un gusano poliqueto y anélido].

El mencionado artículo ni intenta especular cómo pudieron surgir estos genes exclusivos de los cefalópodos. El punto de vista estándar —que los nuevos genes se originan mediante duplicación génica — apenas se menciona. Pero la invocación de la duplicación genética exige encontrar otro gen en algún otro lugar que sea similar. Dado que los cefalópodos tienen aparentemente muchos genes exclusivos y no similares a genes hallados en otros organismos, la duplicación génica podría no ser un candidato a explicación en muchos de esos casos. Uno se pregunta si futuros investigadores recurrirán a un origen «de novo» de los genes.

¿De qué se trata? Stephen Meyer lo explica en Darwin's Doubt [La Duda de Darwin]:

Recordemos: los ORFans, por definición, no tienen homólogos. Esos genes son exclusivos —únicos en su clase—, hecho tácitamente reconocido por el creciente número de biólogos evolutivos que intentan «explicar» el origen de tales genes mediante originación de novo («de la nada»).

[...]

Muchos otros artículos invocan la originación de genes de novo. Por ejemplo, Long menciona un estudio que trata de explicar el origen de una proteína anticongelante en un pez antártico que cita «amplificación de novode una corta secuencia de ADN para originar una proteína novedosa con una nueva función». Asimismo, Long cita un artículo en Science para explicar el origen de dos genes humanos involucrados en el neurodesarrollo que apelaba a la «generación de novo de elementos constructivos — genes únicos o segmentos genéticos que codifican dominios de proteínas», donde un exón, de manera espontánea, «se originó a partir de una singular secuencia no codificante». Otros artículos presentan propuestas similares. Un artículo en 2009 comunicaba «el origen de novo de al menos tres genes codificantes de proteínas humanas desde la divergencia con los chimpancés», donde cada uno de ellos «no tiene proteínas codificantes homólogas en ningún otro genoma». Un artículo aun más reciente en PLoS Genetics comunicaba «60 nuevos genes codificantes de proteínas que se originaron de novo en el linaje humano desde la divergencia respecto de los chimpancés», un resultado que fue calificado como «mucho más alto que la anterior estimación, desde luego cautelosa».

Otro artículo en 2009 en la revista Genome Research fue apropiadamente titulado «Darwinian Alchemy: Human Genes from Noncoding RNA [Alquimia darwinista: Genes humanos a partir de ARN no codificante]». Se trataba de una investigación del origen de genes de novo y reconocía: «La emergencia de genes completos, funcionales —con promotores, marcos abiertos de lectura (ORFs), y proteínas funcionales — a partir de ADN “basura” podría parecer sumamente improbable, casi como la elusiva transmutación de plomo en oro que buscaban los alquimistas medievales». Con todo, el artículo afirmaba, sin decir cómo, que «la evolución por selección natural puede forjar elementos funcionales completamente nuevos a partir de un ADN aparentemente no funcional — el proceso mediante el que la evolución molecular transforma el plomo en oro».

La presencia de secuencias de genes exclusivos obliga a los investigadores a invocar un origen de novo de los genes con más frecuencia de lo que querrían. Después que un estudio de moscas del vinagre desvelase que «hasta un ~12% de genes de nueva emergencia en el subgrupo de la Drosophila melanogaster puede haber surgido de novo a partir de ADN no codificante», el autor pasaba a reconocer que invocar este «mecanismo» plantea un grave problema para la teoría de la evolución, porque no explica realmente el origen de ninguno de sus «requisitos no triviales para la funcionalidad». El autor propone que la «preadaptación» puede haber jugado un cierto papel. Pero esto no añade nada a modo de explicación, porque sólo especifica cuándo (antes que la selección actuase) y dónde (en ADN no codificante), sin explicar para empezar cómo surgieron los genes en cuestión. Nunca se dan ningunos detalles acerca de cómo el gen resultó «preadaptado» para alguna futura función. De hecho, los biólogos evolutivos generalmente usan el término «originación de novo» para describir aumentos no explicados en información genética; no tiene referencia a ningún proceso conocido de mutación. (Darwin's Doubt, págs. 216, 220-221.)

En otras palabras, decir de novo no es dar ninguna explicación en absoluto. Es más como una varita mágica que se invoca cuando los biólogos evolutivos encuentran algún gen singular y no tienen manera de explicar su origen mediante duplicación a partir de un gen preexistente similar. (Y, como mecanismo evolutivo, la duplicación genética tiene sus propios problemas.)

Sin embargo, un reciente artículo en la publicación Quanta Magazine señala como muchos recientes estudios científicos han recurrido a invocar el origen de genes de novo:

Durante la mayor parte de los últimos 40 años, muchos científicos creían que esta era la principal manera en que nacían los nuevos genes —simplemente surgieron a partir de copias de genes existentes. La antigua versión siguió realizando su tarea, y la nueva copia quedó libre para evolucionar a novedosas funciones.

Pero ciertos genes parecen desafiar esta narrativa de los orígenes. No tienen parientes conocidos, y no tienen parecido con ningún otro gen. Son el equivalente molecular de una fiera misteriosa descubierta en las profundidades de una selva tropical, un enigma biológico aparentemente sin relación alguna con ninguna otra cosa en la tierra.

El misterio de la procedencia de esos genes huérfanos ha dejado perplejos a los científicos durante décadas. Pero, durante los últimos años, una explicación previamente considerada como herética ha ido adquiriendo fuerza —que muchos de esos huérfanos surgieron procedentes del llamado ADN basura, o ADN no codificante, los misteriosos tramos de ADN entre genes. «La función genética surge de alguna manera a la existencia», decía David Begun, un biólogo en la Universidad de California, Davis.

Si la idea de que «La función genética surge de alguna manera a la existencia» no suena a convincente al lector, ¡bienvenido al club! Pero este es todo el detalle que vamos a obtener de los proponentes de la originación de genesde novo. Incluso se cita a un proponente de esta idea en el artículo, que dice: «Es difícil ver cómo vamos a conseguir una nueva proteína de una secuencia al azar, cuando uno espera que las secuencias al azar causen muchos problemas». Desafortunadamente para los evolucionistas, este problema parece ser común entre los animales, como prosigue diciendo el artículo en Quanta:

Esta metamorfosis había sido antes considerada como algo imposible, pero un creciente número de ejemplos en organismos que van desde la levadura a las moscas, de los ratones a los humanos, han convencido a la mayoría en esta disciplina que estos genes de novo existen. Algunos científicos dicen que pueden incluso ser comunes. Justo el mes pasado, una investigación presentada ante la Sociedad para Biología Molecular y Evolución en Viena identificaba 600 genes humanos potencialmente nuevos. «Se suponía que la existencia de genes de novo era más bien una rareza», dice Mar Albà, una biólogo evolutiva en el Instituto de Investigación del Hospital del Mar en Barcelona, que presentó la investigación. «Pero se han comenzado a ver más y más de ellos».

Siempre que veamos la invocación de un origen «de novo» para un gen, sabemos que los biólogos evolutivos carecen de toda explicación acerca de cómo apareció aquel gen. Los científicos no han tenido aún mucho tiempo para analizar el genoma de los cefalópodos, pero, a la vista de los informes preliminares de muchos genes exclusivos, será interesante constatar hasta qué punto se verán forzados a invocar esos misteriosos procesos —a lo que llega a ser nada menos que una evolución de la nada—, para explicar cómo surgió este genoma «alienígena».

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