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Temporalidad más allá de la Creación

 

Introducción

 
Toda discusión acerca de Dios, el tiempo y la eternidad está limitada por definiciones del tiempo y la temporalidad inconsistentes e incompletas. Estas limitaciones surgen del hecho de que todas las experiencias temporales de la humanidad están confinadas a una única dimensión del tiempo, en la cual el tiempo no puede ser detenido ni invertido. Ningún mero humano puede salir de nuestra dimensión del tiempo para observar objetivamente todas sus propiedades y, por lo tanto, llegar a una definición completa.
 
Las personas sólo pueden experimentar fenómenos temporales (causa y efecto, emociones, relaciones, razonamiento, oración, y todas las demás actividades mentales y espirituales) a lo largo de la única dimensión del tiempo que constituye el continuo (o superficie) del espacio-tiempo del universo. Por lo tanto, una persona cae fácilmente en la trampa de hacer equivaler la "temporalidad" con el "tiempo". No son exactamente lo mismo, y la Biblia corrige este error.
 
La Biblia (en forma exclusiva entre todos los demás libros "sagrados") enseña que, cuando Dios creó el universo, creó no solamente la materia y la energía sino el espacio y el tiempo también. Este hecho se confirma en el contexto de la cosmología moderna, que dice que el inicio del universo es el inicio del largo, el ancho, la altura y el tiempo (además de seis otras dimensiones de espacio que dejaron de expandirse cuando el universo tenía sólo una fracción de segundo de edad). Según Romanos 8 y Apocalipsis 20 a 22, el universo terminará -y será reemplazado- cuando los propósitos de Dios para él se hayan cumplido. En otras palabras, la Biblia afirma que la dimensión de tiempo en la que experimentamos todos los fenómenos temporales tiene un inicio definido y tendrá un final definido.
 
Desde esta perspectiva bíblica, los fenómenos temporales no están limitados a la dimensión de tiempo a lo largo de la cual se desarrolla el universo. La Biblia nos revela que las personas de la Deidad se relacionaron entre sí antes del inicio del tiempo y ejercieron causalidad antes del inicio del tiempo. Por ejemplo, Dios causó la creación ex nihilo de todo el universo físico (Génesis 1:1, Juan 1:1-3, Colosenses 1:15-17, Hebreos 11:3); Dios confirió gracia (2 Timoteo 1:9); y prometió esperanza (Tito 1:2) aun antes de crear el tiempo. La Biblia también dice que, una vez que deje de existir el universo -cuando deje de existir el tiempo tal como lo conocemos- los humanos redimidos seguirán relacionándose con Dios, entre sí y con los ángeles de una forma mucho más amplia, satisfactoria y gratificante que lo que es posible en el tiempo cósmico. Nuestra capacidad para la expresión creativa y para toda clase de actividades emocionales, intelectuales y espirituales será ampliada grandemente en la "nueva creación" de Dios. Nuestras capacidades y experiencias temporales ya no estarán más confinadas a una única dimensión de tiempo.1
 
La matemática puede ser útil para demostrar que los fenómenos temporales no pueden estar, en principio, limitados a la dimensión de tiempo del universo. Así como los límites espaciales se ven superados cuando nos desplazamos de una única dimensión espacial a dos, tres, etc., también las limitaciones temporales son superadas cuando nos desplazamos de una única dimensión temporal a dos, tres, etc. Hay ilustraciones de las capacidades y los fenómenos extradimensionales en el capítulo siete de Beyond the Cosmos, incluido en el programa presentado para la conferencia.2
 
El punto crucial es que la existencia de Dios trasciende las dimensiones del espacio y el tiempo. Según la Biblia, Él puede crear y remover dimensiones de espacio-tiempo a voluntad. Por lo tanto, las capacidades y actividades "temporales" de Dios pueden ocurrir transdimensionalmente o de alguna otra forma sólo aproximadamente equivalente a la extradimensionalidad. Pero al menos podemos contemplar la realidad que permiten las extradimensiones (o sus equivalentes).
 
Como astrónomo y cristiano, me da gran placer informar que la investigación cosmológica más reciente apoya la idea bíblica de que el tiempo tuvo un comienzo y, también, que fenómenos temporales, según los define la ciencia, precedieron el inicio del tiempo cósmico. Según explican las siguientes páginas, la astrofísica ahora atestigua que la cosmovisión bíblica de Dios, el tiempo y la eternidad concuerdan no sólo con la preponderancia de evidencia, sino con un cuerpo de evidencia que lleva a los observadores más allá de toda duda razonable.
 

Primera parte: La cosmología y la Biblia concuerdan en el origen del tiempo

 
Más de 3.000 años antes que ningún científico o estudioso hubiera desarrollado un modelo cosmológico viable y verificable, los autores bíblicos escribieron acerca de los aspectos fundamentales de lo que hoy se denomina la teoría del big bang. Hay varias docenas de modelos del big bang compitiendo, pero cada uno de ellos incluye estos tres conceptos fundamentales: 1) el inicio en una "singularidad": un inicio unificado de la materia, la energía, el espacio y el tiempo; 2) una expansión continua del cosmos desde el evento de creación; y 3) un enfriamiento progresivo a medida que continúan el tiempo y la expansión.
 
Muchos versículos bíblicos describen el inicio singular,3 pero el más conocido es Génesis 1:1, que dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". La palabra hebrea para "creó" (bāra') significa, en este contexto, 'traer a la existencia algo flamante, algo que no existía antes'.4 Y la expresión "los cielos y la tierra" (shāmayim 'eres) se refiere a toda la materia y la energía, y aun las dimensiones de espacio-tiempo a lo largo de las cuales la materia y la energía están distribuidas.5 Hebreos 11:3 dice que el universo que podemos detectar fue hecho a partir de lo que no podemos detectar. Juan 1, Colosenses 1 y muchos otros pasajes ofrecen relatos más detallados de la "singularidad" del big bang.
 
Por lo pronto, los teoremas del espacio-tiempo de la relatividad general establecen que, si el universo tiene masa y la relatividad general se cumple, un inicio cósmico -no sólo de la materia y la energía, sino también del espacio y el tiempo- es ineludible. (Note que los teoremas del espacio-tiempo ahora se han generalizado para incluir los modelos inflacionarios del big bang, y no sólo el modelo estándar original del big bang.6)
 
Según Roger Penrose, de Oxford, la relatividad general es, actualmente, el principio más exhaustivamente probado y comprobado de toda la física.7 Así que, si el universo contiene masa (una balanza de baño convence a la mayoría de los escépticos que es así) y si la relatividad general es confiable (lo es), uno puede decir con alguna certeza que el inicio del big bang, o singularidad cósmica, describe correctamente la realidad física.8
 
Esta evidencia a favor de la creación cósmica testifica específicamente acerca de la existencia de un Creador trascendente, un Creador que existe más allá de las fronteras de la materia, la energía, el espacio y el tiempo. También habla de un Creador que hace un ajuste fino del universo para que exista vida, y específicamente vida humana. Los dioses de las demás religiones aparentemente crean desde dentro del espacio y el tiempo. El Dios de la Biblia crea desde afuera del espacio y el tiempo cósmico. Tanto la ciencia como la Biblia declaran que el espacio y el tiempo, y no sólo la materia y la energía, tuvieron su inicio en el pasado finito.
 

Segunda parte: La cosmología y la Biblia concuerdan en el final del tiempo

 
Robert Russell y John Polkinghorne ya han abordado en esta conferencia un tema importante y perturbador en este escenario del big bang: expone a la humanidad a lo que parece una lamentable destrucción. Habiendo establecido que la teoría del big bang es un concepto completamente bíblico, debemos reconocer, junto con Russell y Polkinghorne, que no podemos evitar un final helado o ardiente.
 
Este terrible problema es tratado con cierto detalle en un artículo de Lawrence Krauss y Glen Starkman publicado en The Astrophysical Journal, tal vez la pieza más filosófica que haya aparecido jamás en ese prestigioso periódico.9
 
Krauss y Starkman comienzan por analizar la solidez de los recientes hallazgos cosmológicos. Primero, que el universo contiene suficiente masa como para ocasionar (bajo la influencia de la gravedad) una reducción de su velocidad de expansión. Segundo, que un factor, denominado "densidad de energía del espacio", prevalece actualmente sobre la densidad de masa en el gobierno de la expansión del universo.
 
La mayoría de las personas está familiarizada con el accionar de la masa y la gravedad. Bajo el efecto de la gravedad, dos cuerpos con masa tienden a atraerse entre sí, y cuanto más cerca se encuentran entre sí, más poderosamente se atraen. Al emerger el universo de un volumen infinitésimo y expandirse muy rápidamente desde el evento de creación, su masa obró poderosamente para frenar la expansión. Pero, al seguir expandiéndose y creciendo el universo, la eficacia de la masa para frenar la expansión se ha reducido progresivamente. Así que, a medida que el universo envejece y, por lo tanto, se vuelve más grande, la gravedad tiene un efecto cada vez menor (de frenado) en la expansión.
 
La densidad de energía del espacio es mucho más difícil de entender. Si no hubiera sido comprobada por diversos experimentos independientes, podría parecer demasiado extraña como para ser cierta. Tal vez la mejor forma de ilustrar este efecto sería compararlo (o contrastarlo) con una banda elástica. La densidad de energía del espacio funciona, aproximadamente, en forma opuesta a una banda elástica. Cuanto más se estira una banda elástica, más energía adquiere para impulsar su contracción. En contraste, cuanto más se estira la trama del espacio-tiempo del universo, más energía adquiere para impulsar su expansión.
 
Así que el comportamiento producido por la densidad de energía del espacio es opuesto al que surge de la densidad de masa (y la gravedad). Cuando el universo es joven y relativamente pequeño, el factor de gravedad actúa fuertemente para frenar la expansión, y el factor de densidad de energía del espacio es débil en su capacidad de impulsar la expansión. Pero, a medida que el universo se vuelve más viejo y más grande, hay cada vez más energía disponible (según lo describe el término de densidad de energía del espacio) para generar la expansión.
 
Los astrónomos han confirmado ahora con cierto detalle que la transición cósmica de una expansión que se frena a una expansión que se acelera ocurrió aproximadamente 7.000 millones de años atrás.10 En otras palabras, durante los últimos 7.000 millones de años, aproximadamente, el universo ha estado aumentando la velocidad de expansión, en vez de estar reduciéndola.
 
El artículo de Krauss y Starkman considera las consecuencias para la vida en un universo que se expande continuamente, y que se expande cada vez más rápidamente. La expansión acelerada es una noticia especialmente mala para los astrónomos observacionales. Ya el universo se está expandiendo tan rápidamente que la mayoría de los objetos distantes del universo se están moviendo hacia fuera casi a la velocidad de la luz, lo que significa que están a punto de volverse invisibles para los astrónomos usando telescopios basados en la Tierra.
 
A medida que el universo siga envejeciendo y expandiéndose a una velocidad cada vez mayor, cada vez más objetos se estarán alejando de la Tierra a velocidades mayores que la luz y, por lo tanto, se volverán invisibles para los astrónomos.11 Qué desalentador para un astrónomo hoy, ¡pero cuánto más para los astrónomos del futuro! Aun con la ayuda de telescopios espaciales lo suficientemente poderosos como para "ver" los límites teóricos del universo, los astrónomos descubrirán (gracias al término de densidad de energía del espacio) que esos límites teóricos están empezando a restringir su visión. Si el Sol y la Tierra permanecieran, el Sol un día estaría alejándose más rápidamente que la velocidad de la luz, y entonces la Tierra ya no recibiría el calor o la luz del Sol. Sin embargo, el Sol agotará todo su combustible nuclear mucho antes de que ocurra esto.
 
La situación se vuelve todavía peor. A medida que continúa y se acelera la expansión, la formación de estrellas se detendrá. Los pedazos de materia que se combinan (por gravedad) para formar las estrellas un día se alejarán entre sí a una velocidad tan grande que esta condensación ya no podrá ocurrir. Además, dado que las estrellas existentes tienen un tiempo de vida finito (cuando mucho unos 100.000 millones de años; nuestra estrella, 9.000 millones de años), el universo terminará por encontrarse desprovisto de estrellas luminosas. Y, sin estrellas luminosas, la vida es imposible.
 
De hecho, el flujo de calor terminará por reducirse en tal grado que el metabolismo cesará. Las proteínas no podrán plegarse, y el flujo de calor de cuerpos calientes a cuerpos fríos se volverá tan débil que las reacciones metabólicas ya no tendrán lugar. Con esto, toda vida física deberá morir y, por lo tanto, toda conciencia física finalizará.
 
Según lo que dicen Krauss y Starkman, una expansión cósmica en aceleración condena, inevitablemente, a toda la vida del universo, sea la vida en el planeta Tierra o la vida en otra parte.12 Este artículo probablemente sea el más deprimente publicado a la fecha en The Astrophysical Journal. No deja lugar a ninguna esperanza, ningún destino, sino sólo desesperanza y condenación para el cosmos.
 
La Biblia presenta, en un sentido, la misma visión del futuro de la humanidad. El mundo y el universo no perdurarán. Hay pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que se refieren a un tiempo en que los cielos y la tierra (un eco de Génesis 1:1) "se enrollarán… como un libro"13 y todo "se [removerá] de su lugar".14 En palabras de Jesús, según lo que registran los tres Evangelios sinópticos, "el cielo y la tierra pasarán".15 El punto de observación único de Juan (en Apocalipsis) es un anticipo del momento en que las palabras de Jesús se cumplirán.
 
Sin embargo, la historia bíblica no finaliza aquí. Termina con una afirmación resonante de la esperanza de la humanidad. En su gracia y conociendo nuestra tendencia a dudar y descreer, Dios ha dado a los pueblos del siglo XXI una base tangible y científicamente verificable para creer que la esperanza, el propósito y el destino son reales. La evidencia apunta no sólo a una realidad más allá del cosmos sino a un Creador y Salvador personal que tiene un propósito y se interesa por nosotros.
 

Tercera parte: La cosmología ofrece una base para la esperanza más allá del tiempo

 
Uno debe comenzar por considerar la sincronización milagrosa de la llegada de los astrónomos al escenario cósmico. Si hubieran llegado antes, habrían tenido menos para observar, porque los objetos que comprenden el universo se desarrollan y cobran forma a lo largo de los miles de millones de años desde el evento de creación. En una era anterior, habría habido menos indicios para ayudarlos a discernir las características asombrosas del cosmos. La era humana es, sencillamente, el mejor tiempo de la era cósmica para ser astrónomo.
 
Es más. El lugar que ocupa la Tierra en los cielos también es la ubicación óptima para observar el universo. Un equipo de astrónomos de la Universidad de Alabama liderado por William Keel ha dedicado más de 15 años a examinar la ubicación de nuestro sistema solar con relación a otros sitios de observación posibles, tanto dentro de la Vía Láctea como fuera de ella. Su investigación demuestra que prácticamente en cualquier otro lugar en que la Tierra podría estar situada, la visión de la galaxia -sin hablar del resto del universo- estaría seriamente bloqueada.
 
¿Dónde está la mayoría de las estrellas en una galaxia? Se encuentran en los racimos globulares, los brazos espirales o en la protuberancia galáctica central. En todos estos lugares, la investigación astronómica se vería obstruida o impedida por completo por la proximidad de las estrellas, incluyendo la variedad de estrellas supergigantes. La estrella de la Tierra, el Sol, se encuentra entre dos brazos espirales y muy lejos de cualquier racimo globular. El hecho de que la Vía Láctea contiene 150 racimos globulares, ninguno de los cuales está cerca de la Tierra, resalta el punto. Luego está el hecho de que la Tierra reside a mitad de camino fuera del centro de la galaxia, en una zona que posibilita una visión despejada de la galaxia y del resto del universo.
 
Además, la distancia exacta desde el centro permite a la Tierra (y a su sistema solar) el raro privilegio de permanecer entre dos brazos espirales. Dado que la estructura espiral de una galaxia rota a una velocidad distinta de la estrellas al orbitar el centro de la galaxia, la mayoría de las estrellas son sobrepasadas y oscurecidas, tarde o temprano, por los brazos espirales. La Tierra, sin embargo, reside a la distancia, denominada "distancia de corrotación", donde no ocurre este sobrepaso.16
 
Esta estabilidad de la ubicación es crítica, no sólo para las observaciones cósmicas sino también para la posibilidad de la existencia humana. La Tierra necesita 3.500 millones de años de vida bacteriana -vida bacteriana abundante y predominante- para que la vida humana posterior sea posible. Pero, para que la vida bacteriana sobreviva tanto tiempo, la estrella del planeta debe permanecer entre esos dos brazos espirales. Si la estrella fuera a entrar y salir de los brazos espirales, la radiación en ella y la luz de las estrellas supergigantes cercanas podrían exterminar las bacterias esenciales.
 
La galaxia de la Tierra también disfruta de una ubicación especial; es decir, especial con relación a los requisitos para la vida humana. La Vía Láctea pertenece al Grupo Local. Este grupo incluye sólo unas dos docenas de miembros (la mayoría de los racimos de galaxias contienen miles de miembros), y sólo dos son grandes: la Vía Láctea y Andrómeda. Y el grupo está bien disperso (en otras palabras, las galaxias están relativamente separadas entre sí comparadas con las de otros grupos). Además, el Grupo Local reside en el borde externo extremo del superracimo de galaxias Virgo. Todas estas características de ubicación son significativas. La mayoría de las galaxias, aun más de 13.000 millones de años luego del evento de creación, permanecen relativamente cercanas entre sí. En la mayoría de los casos, las galaxias vecinas están tan cerca que obstruyen la visión del cielo nocturno de un observador. En una galaxia cerca del centro del superracimo Virgo, un observador podría observar su propia galaxia y tal vez dos o tres más, pero la ventana al resto del universo estaría bloqueada.
 
La ubicación, así como el tiempo, de la existencia humana permite una visión de la totalidad del universo hasta sus límites teóricos. Este hecho increíble nos lleva a preguntarnos: "¿Es sólo una coincidencia, o parece como si Alguien hubiera provisto adrede esta ventana única de los cielos?".
 

Cuarta parte: La Biblia revela el propósito de Dios para el espacio y el tiempo

 
El salmista ofrece esta respuesta: Dios quería que los cielos declararan su gloria, y también mucho más.17 Para que esta declaración sea recibida, sus receptores deben ocupar el tiempo exacto en el lugar exacto. Hay una declaración poderosa en el hecho de que esto se este cumpliendo.
 
Surge una indicación similar a partir del "principio antrópico" -que el universo parece haber sido diseñado conspicuamente para la vida humana-, una perspectiva que ha sido discutida en la literatura científica desde 1961. Robert Dicke, de Princeton, fue el primero en notar que ciertas fuerzas fundamentales de la física, en particular la gravedad y el electromagnetismo, deben tener un ajuste fino exquisito para que la vida sea posible.18 El trabajo de Dicke fue la base para calcular que la relación entre la fuerza electromagnética y la fuerza gravitatoria requiere un ajuste fino de una parte en diez mil billones de billones de billones para que la vida sea posible en cualquier momento de la historia del universo.19 La lista de características cósmicas esenciales para la vida que tienen un ajuste fino es larga (más de 40) y está creciendo.
 
Investigadores a través de un amplio espectro de disciplinas y teologías reconocen abiertamente la validez del principio antrópico.20 Quienes han hecho la mayor investigación están de acuerdo en que parece como si "el universo debe haber sabido, en algún sentido, que estábamos por llegar".21 El físico Paul Davies escribe: "La evidencia a favor del diseño es abrumadora".22
 
Durante la década de 1980, el cosmólogo británico Brandon Carter amplió el principio aún más, denominando a sus hallazgos "la desigualdad del principio antrópico". El tiempo es el elemento clave. Carter notó primeramente que colocar a los seres humanos en el escenario cósmico en un tiempo tan breve como 14.000 millones de años requiere una orquestación prácticamente perfecta de múltiples factores cósmicos.23 Librados a la física común (no dirigida), a los componentes de la vida probablemente les llevaría mucho más tiempo para desarrollarse, si es que fueran a desarrollarse siquiera.
 
Estos sucesos "fortuitos" en la historia cósmica le dieron una mano estratégica y oportuna a la vida. Primero, una supernova tipo I explotó junto al lugar de nacimiento del Sol (una nebulosa gaseosa) 4.500 millones de años atrás. Segundo, y casi simultáneamente, una supernova tipo II explotó cerca. No uno sino dos sucesos de supernovas diferentes ocurrieron en el momento preciso y en el lugar preciso para lograr lo que necesitaba la vida: el enriquecimiento de elementos pesados. Si cualquiera de las supernovas hubiera explotado demasiado cerca de la nebulosa solar, el Sol en formación hubiera sido destruido. Pero si cualquiera de ellas hubiera explotado demasiado lejos, la nebulosa habría adquirido demasiados pocos elementos pesados como para hacer posible la vida humana en el restringido marco temporal de 4.500 millones de años. La palabra "restringido" es aplicable, ya que los tipos, cantidades y convergencia de elementos pesados producidos por estas dos supernovas serían inesperados en un universo tan joven como de sólo 9.000 a 10.000 millones de años (en ese tiempo).24
 
En tercer lugar, un cuerpo del tamaño de Marte chocó con la Tierra emergente unos 4.470 millones de años atrás. Los astrónomos ahora confirman (teóricamente y observacionalmente) tanto la sincronización como el ángulo del choque (ni un golpe lateral ni de frente, sino algo intermedio). El resultado neto de este suceso fue la remoción de la atmósfera pesada primordial de la Tierra y su posterior reemplazo por una atmósfera mucho más delgada, perfectamente adecuada para la vida avanzada. Además, la Tierra fue enriquecida con elementos pesados, incluyendo uranio y torio, y una luna (formada a partir de la nube de escombros) del tamaño suficiente como para estabilizar el eje de rotación de la Tierra durante un tiempo prolongado en su ángulo de 23,5° (perfecto para la vida). Surgieron muchos beneficios más de esta colisión que no pueden ser explicados dentro del alcance de este artículo.25
 
No obstante, estos tres sucesos asombrosamente sincronizados y sintonizados -algunos se atreven a denominarlos sucesos milagrosos- fueron cruciales para posibilitar la llegada de los humanos al escenario cósmico, especialmente en un tiempo tan breve como de 13.000 a 14.000 millones de años.
 
Carter lleva aún más lejos sus cálculos. Se pregunta: "Una vez que los humanos están aquí, ¿cuánto pueden durar en el entorno cósmico?". Considerando todas las características especiales que requiere la vida del sistema solar, la galaxia y el universo, y la variabilidad de esos factores a lo largo del tiempo, Carter proyectó que la ventana de tiempo para la existencia de la vida avanzada es de sólo unos pocos millones de años de ancho, cuando mucho.26 Los famosos físicos Tippler y Barrow, en su libro de 700 páginas sobre el principio antrópico, proponen recalcular las cifras de Carter. Basándose en varias condiciones ambientales planetarias, deducen que la ventana de tiempo para la supervivencia humana o, más específicamente, para la civilización humana, no puede ser mayor que varias decenas de miles de años.27
 
Hay múltiples factores complejos que afectan la brevedad de esa ventana, algunos más restrictivos que otros. El ciclo del carbonato-silicato es un factor. Este ciclo balancea las cantidades de carbono, azufre y dióxido de carbono en el medio ambiente, un acto de equilibrio que se vuelve asombrosamente exigente por el brillo creciente del Sol a lo largo de la historia de la vida en la Tierra. El Sol es más brillante hoy en un 17 a 18% que cuando las bacterias aparecieron en la Tierra, unos 3.800 millones de años atrás.28Al momento, este aumento ha sido equilibrado por la remoción de dióxido de carbono, agua y metano de la atmósfera, y la conversión de estos gases, a través del accionar de las formas de vida, en carbonatos, arena, carbón, gas natural y petróleo.29
 
Sin embargo, al seguir reduciéndose la cantidad de dióxido de carbono atmosférico, las plantas verdes ya no tendrán la suficiente cantidad como para sustentar sus reacciones fotosintéticas. Y, cuando mueran las plantas verdes, todo lo demás morirá sucesivamente, con la vida humana en primer lugar. Estos hallazgos corroboran la estrechez que han postulado Carter, Tippler y Barrow.
 
Mientras Hollywood alimenta las preocupaciones de la gente por un asteroide mortal que choca con la Tierra (un suceso que se repite cada varios millones de años), hay una amenaza mucho más inminente al acecho: la posibilidad del estallido de una supernova cercana. Unos 30.000 años atrás, cuando la supernova Vela erupcionó a unos mil años luz de distancia, su radiación exterminó varias especies de algas.30 Si, por ejemplo, la estrella Sirio, a sólo ocho años luz de distancia, fuera a convertirse en una supernova, toda la raza humana se encontraría en "serios" problemas, en palabras de un astrónomo. Ni siquiera las cucarachas sobrevivirían a un suceso de este tipo.
 
Por raro que parezca, la extinción humana puede ser acelerada más significativamente por cosas que tienen su lado positivo, como la tecnología y la afluencia. Cuanto más avanzada y afluente llega a ser una sociedad, menos niños produce y más se demora en tener hijos. Y, cuanto más tiempo espera para tener hijos, más mutaciones negativas transmite (especialmente los padres) a la generación siguiente.
 
En los últimos cien años, la creciente afluencia y tecnología ha hecho que los hombres tengan hijos entre siete y ocho años más tarde, en promedio, que lo que ocurría 150 años atrás. En este período, la tasa de mutaciones negativas ha escalado dramáticamente. Los intentos de medir este aumento la colocan en tres mutaciones negativas por persona por generación.31 Extrapolándolo al futuro, uno ve un pronóstico sombrío para la posibilidad de supervivencia de la especie humana.
 
La afluencia y la tecnología también permiten que individuos que hubieran muerto en su niñez, en condiciones anteriores, sobrevivan hasta sus años reproductivos. Por lo tanto, individuos con alta cantidad de mutaciones deletéreas tienen una mayor oportunidad de transmitir esas mutaciones. En una conversación privada reciente, el economista Michael Phillips especuló, basándose exclusivamente en "el problema de la afluencia", que la población de la Tierra podría caer a una cifra tan baja como 1.000 millones de personas para el año 2100. Su pronóstico muy aproximado está basado en estadísticas de ingresos y de tasas de nacimiento. En naciones donde el ingreso anual promedio (adulto) excede los $20.000 por persona, la tasa reproductiva es de sólo 0,7 hijos por adulto. De nuevo, la extrapolación pone en evidencia el problema.
 
El punto clave que Carter quiere resaltar, un punto con el que concuerda mi razonamiento, es este: si se requieren casi 14.000 millones de años (como mínimo) para preparar un hogar para la humanidad, y si la ventana de la existencia humana es de sólo unos pocas decenas de miles o aun unos pocos millones de años de ancho, uno no puede eludir la impresión de que la especie humana tiene un alto valor.
 
Esta impresión surge como un eco de la experiencia humana habitual. Las personas tienden a invertir más profusamente en las personas y las relaciones que más valoran. En mi propio caso, por ejemplo, mi amor por mis hijos me motiva, en la medida que me lo permite mi austera herencia escocesa, a dedicar tiempo, dinero y otros recursos en lo que significa mucho para ellos, aun cuando sepa que sus intereses y necesidades puedan cambiar en unos pocos años.
 
La extrema desigualdad entre el tiempo que se requiere para brindar un hogar para la humanidad y la brevedad de la existencia humana sugieren razonablemente que el Creador del universo y de la vida humana quería que los seres humanos vinieran a la existencia y además que Él tiene muchísimo interés en ellos.
 
Los impulsos únicos de los humanos parecen corroborar ese sentido de existencia "deseada". Además del poderoso instinto de supervivencia que comparten con toda vida sensible, las personas manifiestan un impulso único de descubrir y cumplir su destino. Un sentido de esperanza les permite sobrevivir aun circunstancias horrorosas, y un sentido de propósito les permite prosperar. Para algunos, estos impulsos se intensifican con la edad, pero en otros son evidentes desde la juventud. Y, en casi cualquier edad, una persona puede verse impulsada más poderosamente por este sentido de propósito que aun el instinto de supervivencia. Ejemplos conocidos serían Dietrich Bonhoeffer y la Madre Teresa, cuya devoción por otros superó su instinto de autopreservación.
 
¿De dónde surgen estos impulsos? Los investigadores no han encontrado ninguna evidencia de ellos en los supuestos ancestros de los humanos, las especies de primates, incluyendo los homínidos bípedos. Los anhelos de las personas, a menudo abnegados e inexplicables de otra forma, sólo tienen sentido en el contexto de la creación, específicamente en el contexto de los planes, propósitos y participación en bien de la vida humana de un Creador personal.
 
Mis estudios en física me brindan todavía otra evidencia convincente a favor de la realidad del Creador amoroso y del destino humano, tanto dentro como más allá del tiempo cósmico. Esa evidencia puede ser descrita como la optimización de las constantes y leyes físicas para lograr la expresión última del amor de Dios, que involucra permitir y luego vencer la posibilidad del mal.
 
Una mirada cercana y cuidadosa a las características generales del universo, a las características del espacio y el tiempo, a las leyes de la termodinámica y a las constantes de la física, revela que todas fueron diseñadas e implementadas para el beneficio físico y espiritual de la humanidad, teniendo en cuenta la inevitabilidad del pecado original.32
 
Cuando Adán y Eva se rebelaron contra la autoridad de Dios (Génesis 3) e introdujeron el mal en la raza humana, Dios les explicó cuáles serían las consecuencias, o la "maldición". Uno podría argumentar que, simultáneamente, Dios preservó la esperanza de la humanidad.
 
Las consecuencias del pecado fueron, entre otras cosas, el trabajo arduo y el dolor penoso.33 En cierto sentido, el trabajo y el dolor que sufre la humanidad suele ser proporcional a la expresión de autonomía espiritual, o rebelión. Dios ordenó a los primeros humanos (Génesis 2:15), y a la humanidad a través de ellos, que "cuidaran" no sólo el Huerto que Él plantó, sino que administraran sabiamente los recursos de la totalidad de la Tierra no cultivada (Génesis 1:28-30). En las relaciones de los humanos entre sí y con el medio ambiente, más pecado significa más sufrimiento. Cuanto más expresa la raza humana orgullo, egoísmo y avaricia, y cuanto menos depende de Dios para la humildad, el amor y la sabiduría, más daño causa. El daño a la sociedad y al planeta produce sufrimiento de toda clase. El deseo de evitar el trabajo arduo y el dolor penoso brinda alguna motivación para abstenerse del pecado y el mal.
 
Dadas la realidades de la naturaleza humana (marcada por el pecado), uno comienza a ver los límites temporales y espaciales del cosmos como bendiciones divinas. Dado que el tiempo, según lo experimentan los humanos, es unidimensional, irreversible e indetenible, el tiempo impone un límite a la cantidad y grado de mal que cualquier humano puede perpetrar contra otros. Si bien el tiempo puede limitar también la cantidad de bien que puede hacer una persona, la primera etapa de la historia humana, durante la cual las longitudes de vida eran considerablemente más largas, indica en qué dirección -hacia el bien o hacia el mal- se inclina la balanza. Los tiempos de vida extendidos llevaron a la humanidad al borde de la extinción, a la necesidad de un cataclismo purificador: el diluvio de Génesis.
 
Ejemplos más recientes de este punto aparecen ostensiblemente en la vida de déspotas como Adolf Hitler, José Stalin, Mao Tse-Tung y Saddam Hussein, para mencionar sólo algunos. Sin los límites de tiempo -y espacio- estos individuos habrían causado aún mayores desastres y daño que los que hicieron. Se sabía que cada uno tenía planes para hacerlo.
 
Esta observación parecería volvernos a la sombría desesperanza expresada por Krauss y Starkman. Nos lleva a preguntarnos: "¿Serán estos límites siempre necesarios?".
 

Conclusión: La Biblia revela los planes de Dios para la temporalidad más allá del tiempo

 
La ciencia avala lo que revela la Biblia: que algo o, más precisamente, Alguien realmente existe más allá de la materia, la energía, el espacio y el tiempo. La esperanza, el propósito y el destino humano están todos relacionados con esa realidad mayor. La Biblia presenta una realidad de "dos creaciones", un concepto completamente único del cristianismo. Mientras otros sistemas religiosos pueden prometer una especie de cielo o realidad alternativa, ese "paraíso" queda muy lejos de lo que la Biblia describe como "la nueva creación". Aun lo que Adán y Eva experimentaron en el Huerto del Edén antes que pecaran queda muy lejos de lo que Dios tiene preparado para su pueblo.
 
En vez de prometer el restablecimiento del paraíso, o Edén, la Biblia promete la liberación de nuestro hogar terreno, por maravilloso que pueda parecer. Si uno considera el espacio, el tiempo y la física del Huerto del Edén, uno ve el confinamiento de la humanidad, un conjunto de limitaciones que es removido en la nueva creación, así como el Árbol de la Vida fue removido de la vieja creación.
 
Este escenario de dos creaciones ofrece un punto de observación estimulante desde el cual ver el pasado, presente y futuro de la relación de Dios con la humanidad. La Biblia revela un universo y una Tierra preparados meticulosamente para la vida, y para la vida humana en particular, a lo largo de su extensa historia. Cuando los preparativos estuvieron completos, Dios creó a Adán y lo colocó en un Huerto paradisíaco, le dio instrucciones acerca de sus responsabilidades y creó una ayuda para él. Luego Dios permitió a Satanás entrar en ese Huerto. El Dios soberano, omnisciente y omnipotente podría haber prohibido que entrara Satanás, pero no lo hizo, si bien sabía exactamente lo que ocurriría.
 
Dios sabía que los humanos serían seducidos por el mal, que fallarían en la prueba de obediencia. Pero su plan estaba implementado. A través del poder del Hijo encarnado, Jesucristo, el "segundo Adán", expió el pecado, atravesando las fronteras de la materia, la energía, el espacio y el tiempo. El Espíritu Santo comenzó una nueva obra en los humanos (aquellos que aceptan el regalo de la redención de Dios), para liberarlos de las garras del mal y llevarlos a la expresión completa de su poder y amor.
 
Aun ahora la nueva creación está siendo preparada para aquellos humanos que, en la medida que el Espíritu les permite, cambian su propensión al pecado y aun sus mejores esfuerzos contra el pecado, por el regalo de Dios de la justicia por fe. Cuando se cumpla el propósito del tiempo, cuando el tiempo haya permitido a todo el pueblo elegido por Dios elegirlo a Él, el tribunal del Gran Trono Blanco se reunirá. En ese momento de juicio final, Dios atará permanentemente el mal, lo separará de su pueblo y traerá a su pueblo a su presencia, a lo que Él describe como una creación completamente nueva.
 
El anticipo que Él da muestra cuán nueva y diferente deberá ser. Su física es diferente. Su dimensionalidad es diferente. Su "geografía" es diferente. Su "temporalidad" es diferente. Dios la hace diferente para liberar a los humanos de los límites relacionales cósmicos. Dios estará con nosotros y nosotros con Él de una forma completamente nueva que excede, en palabras del apóstol Pablo, lo que nadie pueda siquiera "pensar o imaginar".34
 
En otras palabras, ninguna mente humana puede apreciar plenamente lo que será la segunda creación. La primera creación está diseñada perfectamente para prepararnos, a través de la obra redentora de Dios, para la creación que aún está por venir. La nueva creación nos permite vivir más allá de los límites cósmicos en la presencia de Dios. La nueva creación tiene un esplendor, una alegría, una belleza, un amor y una luz incomparables. Mirando este futuro, o mirando desde este futuro, nuestra existencia limitada por el espacio y el tiempo parecerá -ya no paradójicamente- infinitamente breve y, sin embargo, eternamente significativa.
 
C.S. Lewis ofrece este atisbo desde la última página del último libro de las Crónicas de Narnia: "Y para nosotros esto es el fin de todas las historias . . . Pero para ellos fue solo el principio de la verdadera historia. Toda su vida en este mundo . . . sólo había sido la tapa y la portada; ahora, por fin, estaban comenzando el Primer Capítulo de la Gran Historia, que nadie en la tierra ha leído: que sigue para siempre: en la que cada capítulo es mejor que el anterior".35
 
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La mayor evidencia de diseño

 
La Biblia dice aún más acerca de la expansión continua del universo que de su principio. Cinco autores diferentes del Antiguo Testamento -Job, el rey David, Isaías, Jeremías y Zacarías- escriben acerca de esta expansión característica.36
 
El salmista argumenta que el universo se ha expandido como una carpa que se despliega. Me gusta señalar que la realidad física de la carpa es la superficie de la carpa. Asimismo, los cosmólogos reconocen que la materia y la energía están distribuidas a lo largo de las cuatro dimensiones en expansión que forman la superficie del universo.37 (Seis de las diez dimensiones iniciales se desplegaron hasta sólo 10-35 metros).
 
Job, en particular, argumenta que sólo Dios es responsable de estirar los cielos. Las palabras de Job reciben una poderosa confirmación en la investigación reciente. Primero, un artículo de Lawrence Krauss38 predice el establecimiento de dos factores que gobiernan la expansión del universo: la densidad de masa que (debido a la gravedad) tendería a frenar la expansión, y la densidad de energía del espacio, que tendería a acelerarla.
 
Krauss afirma que este descubrimiento representa "el problema más extremo de ajuste fino conocido en la física". Al decir "problema", quiere decir que, a fin de explicar la posibilidad de la existencia de vida física en cualquier momento de la historia del universo, el valor de la densidad de masa del universo (el factor de la gravedad que gobierna la expansión) deberá tener un ajuste fino mejor que 1 parte en 1060. 39 Y la densidad de la energía del espacio deberá tener un ajuste fino mejor que 1 parte en 10120. 40 Este número representa el ajuste fino más extremo conocido en la física.
 
Entre las muchas (más de 40 a la fecha) características diferentes del universo que se sabe que requieren un ajuste fino para la posibilidad de la existencia última de la vida, estas dos -la densidad de masa (determinante de la gravedad) y la densidad de energía del espacio- encabezan la lista de las que tienen el mayor ajuste fino medible.41 Así que, cuando Job dice que sólo Dios estira los cielos, apunta a un Creador de un poder y atención a los detalles inimaginablemente grandes. Aparentemente, la existencia de los seres humanos era algo deseado.
 
En cuanto a que el universo se vuelva cada vez más frío, varios versículos de la Biblia tratan el fenómeno, al menos en forma indirecta. 42 Tal vez el más explícito sea Jeremías 33:25, que declara la fijeza de las leyes físicas que rigen la creación. Romanos 8 agrega que la ley de la descomposición (o corrupción) es algo que la creación entera debe soportar hasta "la adopción de los hijos". Hasta la redención del pueblo de Dios y la nueva creación, todo el universo está sujeto a esta ley de descomposición, una referencia aparente (especialmente para un físico) a la segunda ley de la termodinámica, que está vinculada íntimamente a las cuatro fuerzas fundamentales de la física.
 
A través de este y muchos otros pasajes, la Biblia da a entender que las leyes de la física son leyes fijas. La deducción es la siguiente: Si las leyes físicas son fijas, la termodinámica está fija. Según la termodinámica, una cámara en expansión siempre se enfría con la expansión. Si uno comprime la cámara, la temperatura del aire en la cámara se calienta. Los motores de los automóviles funcionan según este principio. Y se aplica a todo lo que hay en el universo. Dada la constancia de la física y la universalidad de la termodinámica, la Biblia afirma (indirectamente pero seguramente) el enfriamiento continuo del universo a medida que se expande.
 

Referencias

  1. Para una discusión en detalle, ver "Extra-Dimensionality and the New Creation," en Beyond the Cosmos: What Recent Discoveries in Astrophysics Reveal About the Glory and Love of God, rev. ed. (Colorado Springs, CO: NavPress, 1999), pp. 217-28.
  2. Hugh Ross, Beyond the Cosmos, pp. 73-79.
  3. Génesis 1:1; Salmos 148:5; Isaías 45:18; Hebreos 11:3; Génesis 2:3; Isaías 40:26; Juan 1:3; Génesis 2:4; Isaías 42:5; Colosenses 1:15-17.
  4. Hugh Ross and John Rea, "Big Bang-The Bible Taught It First!" Facts for Faith, quarter 3, 2000, pp. 28-29.
  5. Según explicó Bruce Waltke en sus Kenneth S. Kantzer Lectures in Systematic Theology, dadas del 8 al 10 de enero de 1991 en Trinity Evangelical Divinity School, Deerfield, IL, las palabras hebreas shāmayim y 'eresm, cuando se colocan juntas, forman una palabra compuesta que, como la palabra compuesta inglesa butterfly (mariposa - butter: mantequilla, fly: mosca) cobra un significado propio.
  6. ugh Ross, The Creator and the Cosmos: How the Greatest Scientific Discoveries of the Century Reveal God, 3d ed. (Colorado Springs, CO.: NavPress, 2001), p. 102.
  7. Roger Penrose, Shadows of the Mind: A Search for the Missing Science of Consciousness (New York: Oxford University Press, 1994), p. 230. "¡Esto hace que la relatividad general de Einstein, en este sentido particular, sea la teoría conocida por la ciencia que ha sido probada con mayor precisión!".
  8. Stephen W. Hawking and Roger Penrose, "The Singularities of Gravitational Collapse and Cosmology," Proceedings of the Royal Society of London A 314, no. 1519 (1970): pp. 529-48, resumen disponible de Internet, consultado el 23 de enero de 2004.
  9. Lawrence M. Krauss and Gelnn D. Starkman, "Life, the Universe, and Nothing: Life and Death in an Ever-Expanding Universe," Astrophysical Journal 531 (2000): pp. 22-30.
  10. Ruth A. Daly and S. G. Djorgovski, "A Model-Independent Determination of the Expansion and Acceleration Rates of the Universe as a Function of Redshift and Constraints on Dark Energy," Astrophysical Journal 597 (2003): pp. 9-20.
  11. La teoría de la relatividad especial de Einstein dice que nada puede ser acelerado más allá de la velocidad de la luz en ausencia del factor de densidad de la energía del espacio. No hay ningún límite a cuán rápidamente el factor de densidad de energía (también llamada energía oscura) puede acelerar el crecimiento de la superficie del universo.
  12. Krauss and Starkman "Life in the Universe," p. 29.
  13. Isaías 34:4.
  14. Apocalipsis 6:14.
  15. Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33.
  16. Yu N. Mushurov and I. A. Zenina, "Yes, the Sun is Located Near the Corotation Circle," Astronomy & Astrophysics 341 (1999): pp. 81-85; J.R.D. Lépine, I.A. Acharova, and Yu. N. Mishurov, "Corotation, Stellar Wandering, and Fine Structure of the Galactic Abundance Pattern," Astrophysical Journal 589 (2003): pp. 210-16; Peter Hoppe et al., "Type II Supernova Matter in a Silicon Carbide Grain from the Murchison Meteorite," Science272 (1996): 1314-16. Yu N. Mishurov, J.R.D. Lepine, and I.A. Acharova, "Corotation: Its Influence on the Chemical Abundance Pattern of the Galaxy," Astrophysical Journal Letters 571 (2003): pp. L113-15.
  17. Salmos 19:1-4; Salmos 50:6; Salmos 97:6.
  18. Robert H. Dicke, "Dirac's Cosmology and Mach's Principle," Nature 192 (1961): p. 440.
  19. Hugh Ross, Creator and the Cosmos, p. 96.
  20. See Hugh Ross, Creator and the Cosmos, pp. 157-160.
  21. Freeman Dyson, "Energy in the Universe," Scientific American 224 (September 1971): p. 59.
  22. Paul Davies, The Cosmic Blueprint: New Discoveries in Nature's Creative Ability to Order the Universe (New York: Simon & Schuster, Touchstone, 1988), p. 203.
  23. Brandon Carter, "The Anthropic Principle and Its Implications for Biological Evolution," Philosophical Transactions of the Royal Society A 370 (1983): pp. 347-60.
  24. S. Sahijpal et al., "A Stellar Origin for the Short-Lived Nuclides in the Early Solar System," Nature391 (1998): pp. 559-61; G. J. Wasserburg, R. Gallino, and M. Busso, "A Test of the Supernova Trigger Hypothesis with 60Fe and 26Al," Astrophysical Journal Letters500 (1998): pp. L189-93; Peter Hoppe et al., "Type II Supernova Matter in a Silicon Carbide Grain from the Murchison Meteorite," Science272 (1996): pp. 1314-16.
  25. Neil F. Comins, What if the Moon Didn't Exist? Voyages to Earths That Might Have Been (New York: HarperCollins: 1993), pp. 2-8; H. E. Newsom and S. R. Taylor, "Geochemical Implications of the Formation of the Moon by a Single Giant Impact," Nature 338 (1989): pp. 29-34; Jack J. Lissauer, "It's Not Easy to Make the Moon," Nature 389 (1997): pp. 327-28; Sigeru Ida, Robin M. Canup, and Glen R. Stewart, "Lunar Accretion from an Impact-Generated Disk," Nature 389 (1997): pp. 353-57.
  26. Brandon Carter, "Anthropic Principle," pp, 347-60; also see John D. Barrow and Frank J. Tipler, The Anthropic Cosmological Principle (New York: Oxford University Press, 1986), p. 566.
  27. Barrow and Tipler, Anthropic Cosmological Principle, pp. 556-70.
  28. Juliana Sackmann and Arnold I. Boothroyd, "Our Sun V. A Bright Young Sun Consistent with Helioseismology and Warm Temperatures on Ancient Earth and Mars," Astrophysical Journal 583 (2003): pp. 1024-39.
  29. Para una discusión de este proceso, ver Hugh Ross, " The Faint Sun Paradox," Facts for Faith, quarter 3, 2002, pp. 28-33; ver también "The Faint Sun Paradox," Reasons To Believe, disponible de Internet; consultado el 27 de febrero de 2004.
  30. Robert G. Brakenridge, "Terrestrial Paleoenvironmental Effects of a Late Quaternary-Age Supernova," Icarus 46 (1981), pp. 81-93.
  31. James F. Crow, "The Odds of Losing at Genetic Roulette," Nature 397 (1999): p. 293.
  32. Hugh Ross, " Anthropic Principle: A Precise Plan for Humanity," Facts for Faith, quarter 1, 2002, pp. 24-30; ver también "A Precise Plan for Humanity," Reasons To Believe, disponible de Internet; consultado el 27 de febrero de 2004.
  33. El texto de Génesis en el que Dios describe el gran aumento de dolor al tener hijos podría referirse no sólo al dolor físico sino también a un dolor más allá de mundo físico, un dolor que afecta a madres y padres. Ese dolor viene de saber anticipadamente que los preciosos hijos que uno tiene tienen libre albedrío y una naturaleza de pecado que sin duda se expresará, y que sus hijos serán afectados inevitablemente por el pecado de otros. Esta es una comprensión terrible, un dolor más severo, según mi esposa, que cualquier dolor de nacimiento corporal.
  34. 1 Corintios 2:9.
  35. C. S. Lewis, The Last Battle (New York: MacMillan, 1956), pp. 173-74.
  36. Job 9:8; Isaías 42:5; Isaías 48:13; Jeremías 51:15; Salmos 104:2; Isaías 44:24; Isaías 51:13; Zacarías 12:1; Isaías 40:22; Isaías 45:12; Jeremías 10:12.
  37. Las cuatros dimensiones en expansión son el largo, el ancho, la altura y el tiempo.
  38. Lawrence M. Krauss, "The End of the Age Problem, and the Case for a Cosmological Constant Revisited," Astrophysical Journal 50l (1998): p. 461.
  39. Krauss, "End of the Age Problem," p. 465.
  40. Krauss, "End of the Age Problem," p. 465.
  41. Ver Hugh Ross, " Fine-Tuning for Life in the Universe," Reasons To Believe, disponible de Internet; consultado el 26 de febrero de 2004.
  42. Génesis 1:1, 2; Eclesiastés 1:3-15; Romanos 8:18-23; Génesis 2:5, 6; Jeremías 33:25; Apocalipsis 21:1 a 22:5.

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