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El Origen de las Naciones IV: Los descendientes de Sem





Capítulo 4

L
os descendientes de Sem


A
 PESAR de que en la línea de Sem iban a seguir los Legisladores, Profetas, Sacerdotes y Reyes acerca de cuya historia trata el resto del Antiguo Testamento, hay menos que decir acerca de esta parte de la genealogía. Pero hay uno o dos puntos que vale la pena observar, en parte porque la autenticidad de la Tabla también queda apoyada aquí, y en parte porque se presta una atención particular a un personaje, Peleg, que es objeto de una mención especial, como Nimrod en la sección precedente.
Primero, tenemos a Elam relacionado como aparentemente el primogénito de Sem. Se creyó durante muchos años que el país designado por su nombre al este de la Mesopotamia meridional había sido colonizado por un pueblo claramente no semita, y la declaración bíblica fue puesta aquí en tela de juicio. Pero subsiguientes excavaciones han demostrado que el pueblo más primitivo que se asentó allí fue desde luego el semita. Es a menudo cierto que aparecen cosas que aparentemente militan en contra de la Palabra de Dios al principio, pero al final una mayor luz la vindica completamente. La persona que la acepta es como quien parece estar perdiendo una batalla pero que goza de la absoluta seguridad de alcanzar la victoria final. Esta es una posición mucho más feliz en la que encontrarse, a la larga, que estar gozando de una aparente victoria solo para encontrar al final que uno es un perdedor. Una autoridad como S. R. Driver,[126] aunque resalta el hecho de que en tiempos posteriores los elamitas eran racialmente totalmente distintos de los semitas (con su lengua, por ejemplo, aglutinante), se vio obligado a admitir que «inscripciones recientemente descubiertas» parecen haber demostrado que en tiempos muy remotos Elam fue poblada por semitas. No pudo dejar de añadir que la aseveración bíblica probablemente se originó porque Elam dependió en tiempos muy posteriores de la semita Babilonia; asegura él a sus lectores que «es muy improbable» que el autor original de Génesis 10 pudiera haber sabido lo que ahora sabemos. Pero desde la época de Driver, adicionales excavaciones han proporcionado evidencias muy poderosas de vínculos culturales directos entre algunas de las más antiguas ciudades en Babilonia y los estratos más inferiores en Susa, la capital de Elam.[127]
La evidencia parece ahora indicar claramente la presencia en Mesopotamia, en tiempos muy tempranos, de tres distintos grupos humanos, los sumerios (camitas), los más antiguos babilonios (semitas), y un grupo humano a quien tanto Childe como Mallowen designan propiamente como jafetitas (esto es, indoeuropeos). Como lo expresó Childe:[128]
A partir de registros escritos posteriores, los filólogos deducen la presencia de tres grupos lingüísticos —«jafetitas» (conocidos solo por inferencia a partir de unos pocos nombres de lugares); semitas (hablando una lengua relacionada con el hebreo y el árabe); y los dominantes sumerios.
La dinámica como la presenta Childe en otro estudio[129] desvela que el primer pueblo en entrar en Mesopotamia procedió del Este y que no eran sumerios, sino de hecho elamitas semíticos, que fundaron unas ciudades tan antiguas como Al-Ubaid y Jemdet Nasr. Estas gentes se establecieron primero en el sur y se extendieron gradualmente hacia el norte, pero sin perder los vínculos culturales que nos devuelven a Elam. Childe propone luego que siguió una segunda oleada de inmigrantes a Mesopotamia, que esta vez no eran semitas, sino sumerios, esto es, elamitas. Esta gente introdujo nuevas influencias civilizadoras que llevaron a un considerable avance cultural, hasta que, para la época del período de Uruk, y aunque todavía eran una minoría, habían llegado a tomar el poder. Mientras, más al norte, esto es, en Asiria, los semitas prosiguieron su lento desarrollo hasta que surgió en el sur un hombre a quien la Escritura designa como Nimrod, en la línea de Cam. Este se estableció como señor del Sur y luego viajó hasta Asiria, o, como lo expresa la Escritura, «De esta tierra salió para Asiria». Al mismo tiempo fundó una cantidad de ciudades que se mencionan en Génesis 10 en relación con Nínive.
Mallowen resalta las distinciones entre estos dos tipos dominantes, los sumerios y los acadios, esto es, los camitas y semitas, en este temprano período del desarrollo del país.[130] Al mismo tiempo, también resalta que existía otro grupo, cuya existencia está bien establecida sobre bases lingüísticas. Speiser[131] propuso la designación de jafetita para este pueblo, conocido en época muy temprana en el país montañoso al este del Tigris. Eran conocidos especialmente por lo claro de su piel. Que habían entrado en la Mesopotamia meridional al menos en algunos números en tiempos muy tempranos lo ha observado Campbell Thompson,[132] aparte de Speiser.
Así, la imagen general, aunque los detalles no son tan claros como podríamos desear, apoya sin embargo las implicaciones de Génesis 10, incluso permitiéndonos detectar reverberaciones de las hazañas de Nimrod, que por otra parte sigue sin identificar. Algunos han establecido un dominio del sur sobre el norte: quizá debido a Nimrod.
El segundo punto a observar en esta sección de la genealogía es la nota acerca de Peleg: «en sus días fue repartida la tierra». Las interpretaciones de esta breve nota han sido a la vez amplias e interesantes. Recientemente ha comenzado a hacerse aparente que los pelasgos de la antigüedad, que fueron grandes mercaderes navegantes y en ocasiones piratas, pueden haber recibido su nombre de Peleg en los tiempos más remotos. Superviviendo en una multitud de formas aparece un determinativo adjunto a muchas palabras que tiene el efecto de convertir la palabra en un patronímico. Esto aparece por ejemplo con «–icus», en la palabra «Germanicus»; también con «–ico», en la palabra «Británico», «–ski» en muchos nombres rusos familiares, posiblemente «–cos» en la palabra «etruscos», y «scion» en inglés. Otro término, que es el punto importante en este contexto, es «skoi», puesto detrás del nombre más antiguo «Peleg», que da el compuesto «Pelegskoi». Estos son los «pelasgos». Los pelasgos constituyen un gran misterio, porque aunque parecen haber sido muy poderosos, no está clara su procedencia ni lo que les sucedió. Cuando los tracios descendieron al Egeo desde el norte en el siglo 14 a.C., desplazaron a los pelasgos del territorio que habían poseído entre el Hebrus y el Strymon. Es curioso encontrar a los pelasgos ocupando un territorio adyacente a un río, el Hebrus, con un nombre tan reminiscente de Heber, que, según Génesis 10:25, era el padre de ellos. Después de haber sido desplazadas, estas gentes parecen haber sido absorbidas por los pueblos griegos, con los que quedaron posteriormente confundidas. Dice Munro:[133]
La nación de los pelasgos dejó de existir como tal, adoptándose el nombre de jonios, probablemente entre las comunidades mezcladas en el lado asiático.
Quizá debido a que los pelasgos eran una nación no de habla griega, fueron más fácilmente identificados por los griegos, que tenían la tendencia a poner a todos los extranjeros en el mismo montón, con los etruscos, que tampoco eran griegos. Sin embargo, parece que no eran, en realidad, el mismo pueblo. Así, tenemos posiblemente a un grupo de «heberitas» que adquirieron alguna notoriedad durante un tiempo en el mundo primitivo, solo para desaparecer tras ser desplazados de su emplazamiento primero y absorbidos en la mezcolanza de pueblos que habitaban en la región del Egeo.
Su antecesor, Peleg, recibió su nombre debido a un acontecimiento que ha sido diversamente interpretado. En el Libro de Jaser (2:11), que se atribuye a Alcuino y que es muy probablemente espúreo, hay una interesante observación acerca de este hombre:
Fue Peleg quien inventó el seto y el foso, la muralla y el baluarte; y quien repartió por suertes las tierras entre sus hermanos.
En su Comentario, Jamieson[134] expone su creencia de que este acontecimiento fue una división formal de la tierra realizada por Noé, actuando por impulso divino, entre sus tres hijos. Se propone que hay una referencia adicional a este acontecimiento en Deuteronomio 32:8 y Hechos 17:24–26. Peter Lange[135] hace referencia a una obra de Fabri titulada «Origin of Heathenism [El origen del paganismo]», publicada en 1859, en la que el autor interpreta la expresión como refiriéndose a un cataclismo que partió violentamente la tierra, produciendo sus actuales masas continentales.[136] Esto, naturalmente, fue mucho antes que Wegener, Taylor y Du Toit publicasen sus ideas acerca del concepto de la Deriva de Continentes, cuestión esta muy candente en la actualidad.
Una palabra más acerca de Peleg. En la obra de consulta International Standard Biblical Encyclopedia se hace referencia a un fragmento de un documento geográfico procedente de Babilonia (80-6-17, 504) que muestra una serie de ideogramas que se leen provisionalmente como Pulukky, quizá una forma modificada de Peleg. Esto va seguido de las palabras «Sha ebirti», que bien podría significar «Pulukku que fue de Heber», o podría tratarse de una frase compuesta, «Pulukku-del-Vado». Se podría concebir de un asentamiento de pelegitas que se estableciese en el río en un punto donde se pudiera vadear, siendo este río el que fue designado después como el Hebrus. Sea cual fuere la verdad de este asunto, la palabra «Peleg» parece habernos llegado de alguna forma a través del griego en la forma de «pelagos», que significa «mar». Si hay una verdadera vinculación, esto podría denotar otra idea, esto es, que la «división» tuvo lugar cuando los hombres comenzaron a migrar por primera vez a través de las aguas. La frase «la tierra fue repartida» podría interpretarse con el significado de «los pueblos de la tierra quedaron divididos», esto es, por agua.
Esto es desde luego especulativo, pero en conjunto uno abriga la impresión de que «Peleg» fue lo suficientemente importante para que su nombre fuese retenido en diversas formas que reflejan la breve anotación que aparece en Génesis 10.
Ahora se debería hacer una mención de los hijos de Joctán, trece en total, todos los cuales parecen haberse establecido en Arabia, principalmente al sur. Almodad puede quizá seguirse a Al Mudad; Selef, en Yemen, representado por Es Sulaf, y quizá los Salapeni de Tolomeo; Hazar-mavet, en la actualidad Hadramawt; Jera, colindante con el anterior, se encuentra posiblemente en el nombre de una fortaleza, Jeraj; Adoram, representado por los adramitas en el sur de Arabia, mencionados por Plinio y Tolomeo; Uzal, que es probablemente el antiguo nombre de la capital del Yemen; Dicla, un lugar de cierta importancia en Yemen, conocido como Dakalah; Obal, preservado quizá en diversas localidades en Arabia del sur con el nombre de Abil; Abimael está totalmente sin identificar; Seba podría indicar a los sabeos; Ofir, quizá representado por Afar, la capital sabea a la que se refiere Tolomeo con el nombre de Sapfara (Geog. 6.7), y que quizá sea la moderna Zafar; Havila, el distrito en Arabia Felix, conocida como Jawlan; y Jobab, generalmente identificado con los jobaritas mencionados por Tolomeo entre las tribus árabes del sur, y que se sugiere que lo leyó erróneamente como Iobabitai, en lugar de un original Iobaritai.
El primer límite al que se hace referencia en Génesis 10:30 se refiere quizá a Massa (véase Génesis 25:14), una tribu del norte de Arabia, a alrededor de mitad de camino entre el Golfo de Aqaba y el Golfo Pérsico. Por otra parte, hay un puerto llamado Mousa, o Mouzda, mencionado por Tolomeo, Plinio, Arriano y otros antiguos geógrafos y que quizá es el lugar que se menciona aquí. Esta era una ciudad de una cierta importancia en los tiempos clásicos, pero desde entonces ha caído en decadencia, si la moderna «Mousa» es el mismo lugar. Gesenius, por la latitud que da Tolomeo, sitúa Mesha en Maushid, en la costa occidental del Yemen. Si esto último es cierto, entonces la segunda localidad geográfica debe quizá encontrarse en Sefar, un monte al este, que debe comprenderse como el Sipar, mencionado con Elam y Susa, mencionado en un texto descubierto en Susa. Esta nota en Génesis 10 significaría entonces que los trece hijos de Joctán se establecieron entre estos dos puntos, y el emplazamiento de Ofir parecería localizado dentro de la península, no en la desembocadura del Indo, como algunos han pensado.
Ha habido muchas ocasiones en las anteriores consideraciones para observar lo que es solo de esperar de esta época tan temprana, esto es, la proximidad entre sí de representantes de las tres ramas de la familia de Noé. No se debe pensar ni por un momento que los semitas, camitas y jafetitas se fueron cada uno por su camino sin mezclas matrimoniales y el consiguiente mestizaje. Por ello, no debería sorprendernos encontrar en esta Tabla que el mismo nombre pueda reaparecer en dos diferentes secciones de la familia de Noé. Así, leemos de dos personas llamadas Seba, una en el versículo 7 como hijo de Cus, y otra en el versículo 28 como hijo de Joctán. Rawlinson[137] explica cómo la evidencia lingüística demuestra la existencia temprana de al menos dos razas en Arabia: «una, en las regiones septentrional y central, semítica, y hablando la lengua usualmente conocida como árabe; y otra en las regiones más meridionales, que es no semítica, y que por el parecido de su lengua con los dialectos de los aborígenes de Abisinia, los descendientes de los antiguos etíopes, merece ser llamada etiópica o cusita». Por tanto, aquí no tenemos el caso de una duplicación errónea, sino de una confirmación indirecta de la veracidad del registro, porque hubiera sido cosa más sorprendente si en aquel tiempo no se hubieran repetido nombres entre las diferentes familias.
Hasta ahora, por tanto, las evidencias que tenemos que afecten directamente a esta antigua Tabla de las Naciones tienden de forma consecuente hacia su vindicación como documento que es a la vez etimológicamente sano y de gran importancia histórica.

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