Halloween Costume ideas 2015

Argumentos a favor de la existencia de Dios: #1 Argumento Cosomológico




El término "argumento cosmológico" (AC) se refiere a un conjunto de argumentos o patrones de pensamiento que nos llevan concluir que Dios es real por la observación de que las cosas que nos rodean nunca existen a menos que algo más las haga existir. Así que el AC nos hace pensar en Dios como causa generadora o fuente iniciadora de cosas y sucesos, ya que no puede haber una serie infinita de cosas que hagan existir lo que nos rodea.
Me concentraré en la forma original del AC, postulado primeramente por Aristóteles, desarrollado, según se sabe, por Tomás de Aquino, y todavía utilizado por muchos apologistas contemporáneos. Este argumento empieza con una simple observación acerca del mundo que nos rodea. Experimentamos el mundo como una red de conexiones causales concurrentes. La existencia de cada cosa depende de las otras cosas existentes en un sistema altamente complejo, de tal forma que aparentemente todo el universo es un sistema interconectado.
La declaración más breve y genérica del argumento de Aquino se encuentra en el capítulo 15 de la "Summa contra gentiles". Es similar a su predecesora aristotélica. Dice: "Vemos en el mundo cosas que pueden existir o pueden no existir. Bien, todo lo que puede existir tiene una causa, pero uno no puede agregar un número infinito de causas. Por lo tanto, debemos asumir algo cuya existencia es necesaria". (Summa contra gentiles, 15.124, extracto).
En mi opinión, hay tres puntos básicos en este argumento:

Punto 1: Lo que observamos y experimentamos en este universo es contingente
Primero, esta es una observación acerca de las cosas que vemos y conocemos en el mundo real que nos rodea. No pretende incluir todas las cosas del universo, mucho menos toda cosa posible, sólo lo que hemos experimentado. Segundo, el elemento clave de esta secuencia es "contingente". En su contexto, esto significa que una cosa debe su existencia a algo más, no existe por sí misma. Necesita una causa.
Entonces el mundo consiste en una serie de causas que a su vez están conectadas y forman sistemas. Es decir, B causa a A, pero sólo si C causa a B, y así sucesivamente. Todo lo que conocemos posee este tipo de contingencia: existe y funciona sólo porque es causado por otros factores en su cadena causal. No conocemos ninguna cosa que por sí misma inicie espontáneamente su propia actividad causal. Nuevamente, nada de esto tiene que ver con saberlo todo. Incluso si algo sí iniciara espontáneamente, no tendría efecto en el argumento cosmológico, como veremos después.

Punto 2: Un sistema de cosas contingentes causalmente dependientes no puede ser infinito
La idea subyacente es que sin importar cuan compleja e interconectada sea, la serie o sistema de cosas contingentes causalmente relacionadas no es infinita. Tomás de Aquino usa la ilustración de una mano que mueve una vara, que a su vez mueve una bola. Quizá la imagen más utilizada en discusiones recientes es la de un tren.
Imagine que ve pasar un tren por primera vez. Desconcertado se pregunta cómo se mueve el vagón que pasa a su lado. Se da cuenta que está siendo jalado por el vagón anterior, y así sucesivamente, hasta donde se pierden de vista los rieles.
Esta imagen nos permite visualizar los diferentes escenarios naturalistas, tan escuchados en nuestra sociedad y que intentan describir la forma en que vienen a existir las cosas en nuestro mundo. "El cosmos es un gran círculo de vida", se nos dice. Sin embargo, agregar vagones hasta recorrer todo el mundo en círculo y que el último se conecte con el primero no explica la razón del movimiento, ni siquiera del primer vagón. Justo así, si unas cosas contingentes causan la existencia de  las demás dentro de un círculo cerrado, no queda nada que inicie la causalidad, nada inicia nunca. Hay un escenario tal vez más promisorio ofrecido por los naturalistas: "El cosmos es un ecosistema intrincadamente evolucionado en el que todo está relacionado causalmente a todo lo demás". Así que los vagones abarrotan el mundo en un sistema inimaginablemente complejo de rieles, donde de alguna forma cada vagón está conectado al primero y, por lo tanto, es jalado. Aún no tenemos explicación para el movimiento del primer vagón, e igualmente para la existencia de las cosas reales en nuestro mundo.
Por supuesto, siempre es tentador decir que basta con saber que cada vagón es jalado por el que le antecede. En un sentido es claramente cierto que el vagón A es jalado por el vagón B. Pero B puede jalar A sólo porque al mismo tiempo C está jalando a B. La acción de atracción de B es transferida desde C. Entonces también es cierto que A es jalado por C. Por supuesto, lo mismo es cierto de D, y E, y así sucesivamente.
Una última opción se sugiere a sí misma. Suponga que hay una cantidad infinita de vagones, o como dicen los naturalistas: "Lo intrincado del universo se pierde en una complejidad infinita". Pero un número infinito de vagones, sin importar la complejidad de su disposición, dejan todavía sin explicar por qué se mueve el primer vagón y, por lo tanto, por qué se mueve cada uno de los demás. Dejar que la secuencia se pierda en el infinito no explica nada.

Punto 3: El sistema de cosas contingentes causalmente dependientes debe ser finito
Esta idea es simplemente la conclusión obvia del punto 2. Si la serie o sistema no pueden ser infinitos, entonces deben ser finitos. No hay otra opción, a menos que uno quisiera argumentar que nada existe en realidad. Algunos piensan que el mundo es sólo una fantasía privada, pero esa opción es muy poco racional.

Conclusión: Debe haber una primera causa en el sistema de cosas contingentes
Si la secuencia causal es finita, entonces debe haber una primera causa sin importar cuántas causas haya en la serie. Este concepto de "primera causa" conecta dos ideas. Decir que una causa es la primera es decir que no necesita ni tiene causa. ¡La primera es la primera! Entonces es fundamentalmente diferente de todas las demás causas de la serie: no es contingente. No depende absolutamente de nada, ni está limitada por nada, ni existe por ninguna otra causa. Sencillamente inicia la causalidad.

Por otro lado, decir que la conclusión es la primera causa es definir su relación con todo lo demás en la serie: particularmente que es la causa de todo lo demás. Es la causa de todas las cosas porque inicia toda la actividad causal, sin negar que de hecho cada causa es por derecho propio causa de la siguiente en la serie, y es el efecto de la anterior. Este es el significado total de la omnipotencia: que casi literalmente todo poder tiene su única fuente aquí.
La única explicación para la línea de vagones en movimiento es que en algún lugar hay una locomotora con suficiente poder para jalar todo el tren, sin que ésta necesite ser jalada. Así que la idea de una primera causa es más completa de lo que parece a primera vista. Es la causa que inicia la existencia de todo el sistema de causas, y existe sin ninguna causa o dependencia de ningún tipo. Carece completamente de causa. Note que no se causa a sí misma, como si tuviera deficiencias o necesidades que pudiera llenar. Carece completamente de causa, de límite y medida.
Hay tres tipos de objeciones generalmente confrontadas al argumento cosmológico. Primeramente, la crítica más frecuente al AC es que no hay razón para creer que la conclusión es el Dios cristiano: el Dios de la Biblia. Aunque  es un buen argumento, la objeción generalmente vale, sólo nos da una "primera causa". La causa podría ser algún factor de espacio-tiempo: digamos la teoría de la gran explosión, partículas elementales, un estado de energía o incluso un vacío original. Ciertamente la conclusión del argumento no nos lleva a un Dios creador infinito que nos ama y desea que nos relacionemos con Él y le adoremos.
Sí, debemos conceder que en sentido estricto la conclusión del argumento cosmológico no nos da un concepto completo de Dios. Sin embargo, lo que sí nos da, es que todo sistema causal tiene sólo un número finito de vínculos y, por lo tanto, una primera causa sin causa; es suficiente para vencer al naturalismo ateo cuando sostiene que el universo es un sistema causal cerrado existente por sí mismo, por casualidad, sin causa externa alguna.
Aun así, la mejor respuesta es estar de acuerdo: el AC sólo prueba lo que prueba. Ciertamente, querremos más información sobre Dios (otros argumentos y especialmente revelación). La gente que utiliza esta objeción con frecuencia supone que a menos que sepamos todo acerca de Dios, no sabemos nada. Obviamente, esto es falso.  Yo sé mucho acerca de muchas cosas sin saber todo acerca de ninguna de ellas. Se muchas cosas ciertas de mi vida, pero no pretendería estar ni siquiera cerca de saberlo todo.

Una segunda objeción dice que las series infinitas sí son posibles después de todo. Como el argumento cosmológico depende de la negación de una serie infinita de causas, supuestamente falla. La secuencia de números cardinales, como la aprendimos en la escuela primaria, es infinita. Podríamos asignar un número cardinal a cada miembro de cualquier secuencia causal y tendríamos entonces una secuencia infinita de causas.
Esta objeción se presenta en muchas formas, pero todas pasan por alto los detalles específicos del sistema de causas del AC. Son cuatro características. Cada una es crucial para eliminar la posibilidad de infinidad. (1) Es un sistema: una red interconectada de causas y efectos. (2) Cada causa es contingente en sí misma: necesita una causa. (3) En el argumento cosmológico aristotélico (o aquinístico) la dependencia es concurrente, no cronológica. Se refiere a relaciones de dependencia concurrente dentro de un sistema de causas. (4) La relación específica a la que se refiere el AC genérico es la causa de la existencia misma. El punto clave del argumento cosmológico es que no puede haber una serie infinita de causas con las cuatro características mencionadas arriba, no que no pueda haber series infinitas de otros tipos, incluyendo algunos muy similares, tales como secuencias de causas en el tiempo, como las relaciones padre-hijo.
Note que tomando en cuenta este punto, es irrelevante al argumento si el universo mismo puede ser infinito en cualquier sentido. Tomás de Aquino pensaba que por lo menos es posible que el universo exista en un tiempo infinito, como Aristóteles había dicho. Éste sostuvo que sólo por la Biblia sabemos que Dios creó el universo en un principio del tiempo. El argumento simplemente muestra que no puede haber una secuencia infinita de causas (dependientes y concurrentes) de la existencia de las cosas.

Una tercera objeción típica sostiene que no sabemos todo del universo y por lo tanto no podemos empezar el argumento sin una proposición acerca del universo entero. No sabemos si todo es contingente. La forma más fácil de contestar esto es admitir que es cierto, pero notar que no mencionamos, y a propósito evitamos mencionar, a todas las cosas o todo el universo. La conclusión sigue siendo válida. Además, el argumento muestra que si hay algo más que no sea contingente, entonces por definición no tiene causa y, por lo tanto no puede ser la gran explosión, ni alguna partícula, ni ningún otro suceso o cosa contingente.
El peor significado del argumento bajo esta objeción es que existen varios dioses. Concedido, el AC por sí mismo no elimina eso. Sin embargo, Tomás de Aquino aprendió de Aristóteles, y de hecho Parménides lo supo antes, que sólo puede haber un ser infinito o sin causa. Cualquier segundo ser infinito tendría que ser diferente del primero en alguna forma, pero un ser infinito no puede ser más ni menos que otra cosa. Todos aprendimos desde la niñez que infinito menos o más infinito sigue siendo infinito. Así que sólo puede haber un Dios infinito.
Queda claro que Tomás de Aquino quería que este argumento jugara un papel importante en nuestro entendimiento, no sólo de Dios y la religión, sino de todo, como fue también para Aristóteles. Lo que dice es que no podemos darle ningún sentido a nuestra realidad lejos de Dios. El Dios del argumento cosmológico da un mejor sentido a la forma en que experimentamos la vida.

1. Interpretación del argumento cosmológico
El argumento cosmológico viene en una variedad de maneras. Aquí está una versión sencilla del famoso argumento de la contingencia:
1. Todo lo que existe tiene una explicación para su existencia ya sea en la necesidad de su propia naturaleza o en una causa externa.
2. Si el universo tiene una explicación para su existencia, esa explicación es Dios.
3. El universo existe.
4. Por lo tanto, el universo tiene una explicación para su existencia (de las premisas 1, 3).
5. Por lo tanto, la explicación para la existencia del universo es Dios (de las 2, 4).
Ahora bien, este es un argumento lógicamente hermético. Es decir que si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión es inevitable. No importa si no nos gusta la conclusión. No importa si tenemos otras objeciones para la existencia de Dios. Siempre y cuando concedamos las tres premisas, tenemos que aceptar la conclusión. Así que la pregunta es esta: ¿Cuál es más plausible—que esas premisas sean verdaderas o que sean falsas?

1.1. Premisa 1
Consideremos primero la premisa 1. Según la premisa 1, hay dos clases de cosas: las cosas que existen de manera necesaria y las cosas que son producidas por alguna causa externa. Me explico.
Las cosas que existen de manera necesaria existen por una necesidad de su propia naturaleza. Es imposible de que ellas no existan. Muchos matemáticos piensan que los números, los conjuntos y las otras entidades matemáticas existen de esta manera. Ellos no son causados por algo más. Ellos sencillamente existen de manera necesaria.

Por el contrario, las cosas que son causadas a existir por algo más no existen de manera necesaria. Ellas existen contingentemente. Ellas existen porque algo más las produjo. Los objetos físicos familiares como las personas, los planetas y las galaxias pertenecen a esta categoría.
De manera que la premisa 1 afirma que todo lo que existe se puede explicar por una de estas dos maneras. Esta afirmación, cuando reflexionas sobre ella, parece ser muy plausiblemente verdadera. Imagínate que un día estés en una caminata por el bosque y hallas una bola transluciente tendida en el piso. Naturalmente te preguntarías de cómo ella llegó a estar allí. Si uno de tus compañeros en la caminata te dice, “¡No te preocupes, esta bola existe de manera inexplicable!, pensarías que esa persona o está loca o que sólo quiere que tú sigas avanzando con la caminata. Ninguna persona iría tomar en serio la sugerencia de que la bola llegó a existir allí literalmente sin [que haya] alguna explicación.

Ahora, supongamos que aumentes el tamaño de la bola que se cuenta en este relato para que tenga el tamaño de un automóvil. Eso no haría nada para satisfacer o eliminar la exigencia de una explicación. Supongamos que fuese del tamaño de una casa. Tenemos el mismo problema. Supongamos que fuese del tamaño de un continente o de un planeta. Tenemos el mismo problema. Supongamos que fuese del tamaño del universo entero. El mismo problema. Simplemente aumentar el tamaño de la bola no hace nada para afectar la necesidad de una explicación. Como la bola de este relato se podría sustituir con cualquier objeto, eso da bases para pensar que la premisa 1 es verdadera.
Se pudiera decir que mientras la premisa 1 es verdadera de todo en el universo, no es verdadera del universo mismo. Todo en el universo tiene una explicación, pero el universo mismo no tiene una explicación.

Dicha respuesta comete lo que acertadamente se le ha venido a llamar "la falacia del taxi,” ya que como el filósofo ateo del siglo XIX Arthur Schopenhauer decía en broma, la premisa 1 no se puede descartar como se despide un “taxi” cuando hayas llegado a tu destino deseado. No puedes decir que todo tiene una explicación para su existencia y después de repente eximir el universo. Sería algo arbitrario afirmar que el universo es la excepción de la regla (Dios no es una excepción para la premisa 1: véase más adelante en 1.4). Nuestra ilustración de la bola en el bosque demuestra que simplemente aumentar el tamaño del objeto que se está explicando, aún hasta que este llegue a ser el universo mismo, no hace nada para eliminar la necesidad de alguna explicación de su existencia.
Uno podría tratar de justificar el hacer el universo una excepción de la premisa 1. Algunos filósofos han afirmado que es imposible de que el universo tenga una explicación para su existencia, ya que la explicación del universo tendría que estar en algún estado anterior en el cual el universo aún no existía. Pero eso sería la nada, y la nada no puede ser la explicación de algo. Por lo tanto, el universo sólo debe existir de manera inexplicable.

Sin embargo, esta línea de razonamiento es obviamente falaz, ya que ello supone que el universo es todo lo que hay, de manera que si no hubiera universo no hubiese nada. ¡En otras palabras, la objeción supone que el ateísmo es verdadero! Por lo tanto, el objetor está cometiendo una petición de principio a favor del ateísmo, argumentando en un círculo. El teísta estará de acuerdo en que la explicación del universo debe ser algún estado de cosas (explicativamente) anterior o previo en el cual el universo no existía. Pero ese estado de cosas es Dios y Su voluntad, no la nada.
Así que me parece que la premisa 1 es más plausiblemente verdadera que falsa, lo cual es todo lo que necesitamos para tener un buen argumento.

1.2. Premisa 2
¿Que entonces podemos decir sobre la premisa 2? ¿Es ella más plausiblemente verdadera que falsa? Aunque a primera vista la premisa 2 podría aparentar ser controversial, lo que es realmente incómodo para el ateo en este punto es que la premisa 2 es lógicamente equivalente a la típica respuesta atea para el argumento de la contingencia. (Dos declaraciones son lógicamente equivalentes si es imposible de que una sea verdadera y la otra falsa. Ellas se sostienen o se caen juntas). Entonces, ¿qué dice el ateo casi siempre en respuesta al argumento de la contingencia? El ateo típicamente afirma lo siguiente:

A. Si el ateísmo es verdadero, el universo no tiene una explicación de su existencia.
Como, en el ateísmo, el universo es la realidad última éste simple y llanamente existe como un hecho bruto. Pero eso es lógicamente equivalente a decir esto:

B. Si el universo tiene una explicación de su existencia, entonces el ateísmo no es verdadero.
Así que no puedes afirmar (A) y negar (B). ¡Pero la (B) es virtualmente sinónima con la premisa 2! (Sólo tienes que compararlas). Así que al decir que, dado el ateísmo, el universo no tiene explicación, el ateo está admitiendo implícitamente la premisa 2: que si el universo tiene una explicación, entonces Dios existe.
Además de eso, la premisa 2 es muy plausible en su propio derecho, ya que pensemos de lo que es el universo: toda la realidad del espacio-tiempo, incluyendo toda la materia y energía. Se deduce que si el universo tiene una causa para su existencia, esa causa debe ser un ser no físico, inmaterial, que está más allá del espacio y del tiempo. Ahora bien, sólo hay dos tipos de cosas que podrían encajar en esa descripción: (1) un objeto abstracto como un número o (2) una mente incorpórea. Pero los objetos abstractos no pueden causar nada. Eso es parte de lo que significa ser abstracto. El número 7, por ejemplo, no puede causar ningún efecto. Así que si hay una causa del universo, ella debe ser una Mente trascendente, incorpórea lo cual es lo que los cristianos entienden que Dios es.

1.3. Premisa 3
La premisa 3 es innegable para cualquier buscador sincero de la verdad. ¡Es obvio que el universo existe!

1.4 Conclusión
De estas tres premisas se deduce que Dios existe. Ahora bien, si Dios existe, la explicación de la existencia de Dios yace en la necesidad de su propia naturaleza, ya que, como admite el ateo, es imposible de que Dios tenga una causa. De manera que si este argumento tiene éxito, este prueba la existencia de un Creador personal del universo que es necesario, no causado, atemporal, sin límite de espacio e inmaterial. ¡Esto es realmente impresionante!

1.5. La Respuesta de Dawkins
¿Qué tiene que decir Dawkins en repuesta a este argumento? ¡Nada! Sólo tienes que mirar las páginas 77-78 de su libro donde tú esperarías que surja este argumento. Todo lo que vas a encontrar es una discusión breve de algunas versiones diluidas de los argumentos de Tomás de Aquino, pero nada acerca del argumento de la contingencia. Esto es algo muy increíble, ya que el argumento de la contingencia es uno de los argumentos más famosos a favor de la existencia de Dios y es defendido hoy en día por filósofos como Alexander Pruss, Timothy O’Connor, Stephen Davis, Robert Koons, y Richard Swinburne, sólo por mencionar algunos.[4]

2. El Argumento Cosmológico Kalam Basado en el Comienzo del Universo
Aquí está una versión distinta del argumento cosmológico, al cual he llamado “el argumento cosmológico kalam” en honor a sus proponentes musulmanes medievales (kalam es la palabra árabe que quiere decir “teología”):

1. Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
2. El universo comenzó a existir.
3. Por lo tanto, el universo tiene una causa.

Una vez llegamos a la conclusión de que el universo tiene una causa, entonces podemos analizar cuales propiedades debe tener dicha causa y evaluar su significado teológico.
Otra vez, el argumento es lógicamente hermético. De modo que la única pregunta es de si las dos premisas son más plausiblemente verdaderas que sus negaciones.

2.1. Premisa 1
La premisa 1 parece ser obviamente verdadera—por lo menos, más que su negación. En primer lugar, está arraigada en la verdad necesaria de que algo no puede llegar a existir de la nada sin que sea causado. Sugerir que las cosas simplemente pudieran brotar a la existencia de la nada sin ser causadas es literalmente peor que la magia. En segundo lugar, si las cosas realmente podrían llegar a existir de la nada sin que sean causadas, entonces es inexplicable el porqué cualquier y todas las cosas no llegan a existir de la nada sin ser causadas. En tercer lugar, la premisa 1 se confirma constantemente en nuestra experiencia a medida que vemos las cosas que comienzan a existir siendo ocasionadas por causas previas.

2.2. Premisa 2
La premisa 2 puede ser apoyada tanto por argumento filosófico como por evidencia científica. Los argumentos filosóficos tienen el objetivo de mostrar que no puede haber una regresión infinita de acontecimientos pasados. En otras palabras, la serie de acontecimientos pasados debe ser finita y debe haber tenido un comienzo. Algunos de estos argumentos tratan de mostrar que es imposible que exista un número realmente infinito de cosas. Por lo tanto, no puede existir un número infinito de acontecimientos pasados. Otros tratan de mostrar que una serie realmente infinita de acontecimientos pasados nunca pudo transcurrir. Como la serie de acontecimientos pasados ha obviamente transcurrido, el número de acontecimientos pasados debe ser finito.
La evidencia científica para la premisa 2 está basada en la expansión del universo y en las propiedades termodinámicas del universo. Según el modelo del Big Bang del origen del universo, el espacio físico y el tiempo, juntamente con toda la materia y la energía en el universo, llegaron a existir en un punto en el pasado alrededor de 13.7 billones de años atrás (Figura 1).

Traducción de los términos:
Time [Tiempo]
Space [Espacio]
Initial Cosmological Singularity [Singularidad Cosmológica Inicial]

Figura 1: Representación Geométrica del Modelo Estándar Espacio-Tiempo. El espacio y el tiempo comienzan en la singularidad cosmológica inicial, antes la cual literalmente nada existe.


Lo que hace que el Big Bang sea tan increíble es que este representa el origen del universo literalmente de la nada. Como explica el físico P. C. W. Davies, “la llegada del universo a la existencia, como se discute en la ciencia moderna […] no es simplemente un asunto de imponer algún tipo de organización […] sobre un estado incoherente previo, sino literalmente la llegada a la existencia de todas las cosas físicas desde la nada”.[5]
Por supuesto, a través de los años los cosmólogos han propuesto teorías alternativas para tratar de evitar este comienzo absoluto, pero ninguna de estas teorías se ha impuesto en la comunidad científica como más plausible que la teoría del Big Bang. 
De hecho, en el 2003, los cosmólogos Arvind Borde, Alan Guth, y Alexander Vilenkin demostraron que cualquier universo que esté en un estado promedio de expansión cósmico no puede ser eterno en el pasado sino que debe tener un comienzo absoluto. La prueba de ellos se mantiene sin importar la descripción física del universo muy temprano, el cual evade a los científicos y aun se aplica inclusive a cualquier multiverso más amplio del cual nuestro universo pudiera considerarse ser parte. Vilenkin no vacila ni por un minuto:
Se dice que un argumento es lo que convence a los hombres razonables y una prueba es lo que se toma para convencer inclusive a un hombre irracional. Los cosmólogos ya no pueden esconderse detrás de la posibilidad de un universo con un pasado eterno. No hay ninguna salida, tienen que enfrentar el problema de un principio cósmico".[6]

También, además de la evidencia basada en la expansión del universo, tenemos la evidencia termodinámica a favor del comienzo del universo. La Segunda Ley de la Termodinámica predice que en una cantidad finita de tiempo, el universo se va a desgastar a un estado frío, oscuro, diluido y sin vida. Pero si eso ya ha existido por un tiempo infinito, el universo ahora debería estar en esa condición desolada. Por lo tanto, los científicos han concluido que el universo debió haber comenzado a existir en un tiempo finito atrás y ahora está en el proceso de desgastamiento.

2.3. Conclusión
Se deduce lógicamente de las dos premisas que el universo tiene una causa. ¡El prominente filósofo Nuevo Ateo, Daniel Dennett, está de acuerdo de que el universo tiene una causa, pero piensa que esa causa del universo es el propio universo! Sí, él está hablando en serio. En lo que él llama, “el último truco de una secuencia de arranque (bootstrapping)”, él afirma que el universo se creó a sí mismo.[7]
La visión de Dennett simplemente no tiene sentido. Observemos que él no está diciendo que el universo se causó a sí mismo en el sentido de siempre haber existido. No, Dennett está de acuerdo de que el universo tuvo un comienzo absoluto pero afirma de que el universo se trajo a sí mismo a la existencia. Sin embargo, esto es claramente imposible, ya que para que se pudiera crear a sí mismo, el universo tendría ya que haber existido. ¡Tendría que existir antes de que existiera! Por lo tanto, la visión de Dennett es lógicamente incoherente. Por lo tanto, la causa del universo debe ser una causa trascendente, mucho más allá del universo.

¿Cuáles propiedades debe poseer dicha causa del universo? Como la causa del espacio y tiempo, ella debe trascender el espacio tiempo y por lo tanto, debe existir atemporal y no espacialmente (por lo menos sin el universo). Por lo tanto, esa causa trascendente debe ser incambiable e inmaterial debido a que (1) cualquier cosa que sea atemporal debe también ser incambiable y (2) cualquier cosa que sea incambiable no debe ser física ni material ya que las cosas materiales están cambiando constantemente en los niveles moleculares y atómicos. Dicha causa no debe tener un comienzo y debe ser no causada, por lo menos en el sentido de que ella carece de cualquier condición causal previa, ya que no puede haber una regresión o cadena infinita de causas. La Navaja de Occam (el principio que dice que no deberíamos multiplicar las causas más allá de lo necesario) va a “rasurar” o eliminar cualesquiera otras causas ya que sólo se requiere de una causa para explicar el efecto. Esa entidad debe ser inimaginablemente poderosa, si no omnipotente, ya que ella creó el universo sin ninguna causa material.

Por último, y lo más increíble, esa primera causa trascendente es plausiblemente personal. Ya hemos visto en nuestra discusión del argumento de la contingencia que la personificación de la primera causa del universo está insinuada por su atemporalidad e inmaterialidad. Las únicas entidades que pueden poseer esas propiedades son las mentes o los objetos abstractos como los números. Pero los objetos abstractos no entran en relaciones causales. Por lo tanto, la causa trascendente del origen del universo debe ser una mente incorpórea. [8]

Además, la personificación de la primera causa también está insinuada ya que el origen de un efecto con un comienzo es una causa sin un comienzo. Hemos visto que el comienzo del universo fue el efecto de una primera causa. Por la naturaleza del caso, esa causa no puede tener un comienzo de su existencia o de cualquier causa previa. Ésta simplemente existe de manera incambiable sin comenzar, y en un tiempo finito en el pasado trajo el universo a la existencia. Ahora bien, esto es muy peculiar. La causa, en algún sentido, es eterna y aún el efecto que produjo no es eterno sino que comenzó a existir en un tiempo finito en el pasado. ¿Cómo puede suceder eso? Si las condiciones suficientes para el efecto son eternas, entonces ¿por qué no es eterno también el efecto? ¿Cómo puede un primer acontecimiento llegar a existir si la causa de ese acontecimiento existe incambiable y eternamente? 

¿Cómo puede la causa existir sin su efecto?
Parece haber solamente una manera de salir de este dilema y es diciendo que la causa del comienzo del universo es un agente personal quien libremente escogió crear un universo en el tiempo. Los filósofos llaman a este tipo de causalidad "agente de causalidad" y porque el agente es libre, él puede iniciar nuevos efectos al ocasionar libremente las condiciones que no estaban presentes anteriormente. Por lo tanto, en un tiempo finito en el pasado un Creador pudo haber traído libremente el mundo a la existencia en ese momento. De esa manera, el Creador podría existir de manera incambiable y eternamente, pero escoge crear el mundo en el tiempo. (Por “escoge” alguien no necesita querer decir que el Creador cambia de parecer acerca de la decisión de crear, sino que él libre y eternamente tiene la intención de crear un mundo con un comienzo). Por lo tanto, al ejercer su poder causal, él hizo que un mundo con un comienzo llegara a existir.[9] Por lo tanto, la causa es eterna, pero el efecto no lo es. De esa manera, entonces, es posible de que el universo temporal haya llegado a existir desde una causa eterna: por medio del libre albedrío de un Creador personal.
De manera que sobre la base de un análisis de la conclusión del argumento, por lo tanto podríamos inferir que existe un Creador personal del universo quien no es causado, quien no tiene comienzo, quien es incambiable, inmaterial, atemporal, sin [límite de] espacio e inimaginablemente poderoso.
En el escenario contemporáneo, filósofos como Stuart Hackett, David Oderberg, Mark Nowacki y yo hemos defendido el argumento kalam.[10]
2.4. La Respuesta de Dawkins
Ahora bien, afortunadamente Dawkins sí aborda esta versión del argumento cosmológico. ¡Sin embargo, es algo increíble que él no dispute ninguna premisa del argumento! En lugar, él cuestiona el significado teológico de la conclusión del argumento. Él se queja,
Incluso si nos permitimos el dudoso lujo de conjurar a un terminador de una regresión infinita y le damos un nombre, simplemente porque necesitamos uno, no hay ninguna razón en absoluto para dotar a ese terminador de cualquiera de las propiedades normalmente adscritas a Dios: omnipotencia, omnisciencia, bondad, creatividad de diseño, por no decir nada de esos atributos humanos tales como escuchar las oraciones, perdonar los pecados y leer los pensamientos más íntimos.[11]
Aparte de la crítica de apertura, [12] esta es una declaración increíblemente concesionaria. Dawkins no niega de que el argumento demuestra de una manera exitosa la existencia de un Creador personal del universo que no fue causado, que no tiene comienzo, quien es incambiable, inmaterial, atemporal, sin [límite de] espacio e inimaginablemente poderoso. Él simplemente se queja de que no se ha demostrado que esta causa sea omnipotente, omnisciente, buena, creativa de diseño, que escucha las oraciones, perdona los pecados y lee los pensamientos más íntimos. ¿Y qué? El argumento no aspira a probar esas cosas. Sería una forma extraña del ateísmo—de hecho, uno que no digno del nombre—que concediera que existe un Creador personal del universo que no fue causado, que no tiene comienzo, quien es incambiable, inmaterial, atemporal, sin [límite de] espacio e inimaginablemente poderoso, quien también podría, por todo lo que sabemos, poseer las propiedades adicionales que enumera Dawkins.[13]

Dawkins sí tiene un poco más que decir acerca del argumento cosmológico kalam. Él afirma, “es mejor evocarla, es decir, una «singularidad del big bang» o algún otro concepto físico todavía desconocido. Llamarlo Dios resulta inútil, en el mejor de los casos, y, en el peor, perniciosamente engañoso”.[14]

Me imagino que la objeción aquí es que algo más de una naturaleza puramente física puede ser considerada como la causa del universo alcanzada en la conclusión del argumento. Pero como hemos visto, esta objeción no va a funcionar, ya que la singularidad inicial es simplemente el punto de comienzo del universo. De manera que nuestra pregunta es: ¿por qué la singularidad llegó a existir? Sería un malentendido fundamental pensar de la singularidad como algún tipo de bolita superdensa que yace latente desde la eternidad y que explotó en un tiempo finito en el pasado. Más bien, según la teoría del Big Bang, la singularidad es el punto en el cual el espacio físico y el tiempo mismos, juntamente con toda la materia y energía, comenzaron a existir. Por lo tanto, no puede haber ninguna causa física de cualquier tipo de la singularidad del Big Bang. Entonces, ¿qué trajo el universo a la existencia? El principio de parsimonia (o la Navaja de Occam) nos advierte de no multiplicar las causas más allá de la necesidad, pero el principio de adecuación explicativa requiere que nosotros planteemos dichas causas a medida que sean necesarias para explicar el efecto. De otra manera nunca buscaríamos algunas causas para algo. Por lo tanto, debemos plantear una causa trascendente que esté más allá del espacio y del tiempo y que por lo tanto no sea física en naturaleza. No necesitamos llamar el Creador personal del universo “Dios” si Dawkins encuentra que eso es inútil o engañoso, pero el punto aún permanece: debe existir un ser como el que se describe anteriormente.

Analizando a Rebecca Goldstein y sus refutaciones al argumento cosmológico


La novela de Rebecca Goldstein presenta y refuta tres docenas de "argumentos" a favor de la existencia de Dios. Sin embargo, los argumentos son hombres de pajas que ella misma construyó, teniendo sólo un parecido pasajero a los argumentos clásicos. ¡Además, por lo menos en el caso del argumento cosmológico, el hombre de paja parece estar ganando! Sus críticas se pueden vencer fácilmente, haciendo de su crítica un buen ejercicio para principiantes en la apologética.

"36 Argumentos a Favor de la Existencia de Dios: Goldstein Habla sobre el Argumento Cosmológico". Christian Research Journal 34/01 (2010), páginas 52-53.

Debo confesar que no tengo paciencia para leer libros como este y tampoco los encuentro entretenidos. Quiero premisas y argumentos de apoyo sin que yo tenga que separar el trigo filosófico de la paja de un relato ficticio popular. Afortunadamente, el libro tiene un apéndice con los 36 argumentos teístas que los califica con claridad y presenta sus premisas y argumentos de apoyo. Por lo tanto, pude ir directamente al grano y ver lo que Rebecca Goldstein tenía que decir acerca de mi argumento favorito: el argumento cosmológico (# 1 en la lista de ella). Estuve en shock. Nunca he visto en algún lugar en el Internet o en YouTube que se haga una caricatura tan ridícula del argumento cosmológico como la que hace Goldstein. Ella hace que las publicaciones que hacen los adolescentes en el Internet se parezcan a las charlas de Gifford cuando hacemos la comparación.

Ahora bien, Goldstein se ha provisto de cierta protección para sus argumentos inmaduros, ya que el apéndice se supone que tenga los 36 argumentos formulados por la protagonista de la novela del nuevo ateísmo, Cass Seltzer, y presentados en su best-seller. Goldstein podría afirmar con cierta plausibilidad que los argumentos del apéndice son una representación justa de los argumentos del nuevo ateísmo que existen hoy—“¡Así que no me culpen!” Inclusive, la funda de su libro dice, “Sobre bases puramente intelectuales, los escépticos parecerían tener todo en su bando. Aún así, las personas no aceptan sus argumentos aparentemente irrefutables y continúan adoptando la fe en Dios como su fuente de significado, propósito y consuelo”.

Simplemente cuando vemos los argumentos, se hace evidente lo risible que es esa postura. En primer lugar, Goldstein los tergiversa y después presenta refutaciones pobres de ellas. Por ejemplo, aquí está la declaración que ella hace del argumento cosmológico:

1. Todo lo que existe debe tener una causa.
2. El universo debe tener una causa (de la premisa 1).
3. Nada puede ser la causa de sí misma.
4. El universo no puede ser la causa de sí mismo (de la premisa 3).
5. Algo fuera del universo debió haber causado el universo (de la 2 y la 4).
6. Dios es la única cosa fuera del universo.
7. Dios causó el universo (de la 5 y la 6).
8. Dios existe.

Lo que es divertido es que Goldstein procede a señalar dos “defectos” o fallas en esta conglomeración de enunciados disfrazados como el argumento cosmológico. Ella ni siquiera se detiene a observar que esto no sólo es lógicamente inválido, sino que comete una petición de principio, ya que (8) se deduce de (6) únicamente, de modo que todas las premisas que quedan simplemente están de más. Este argumento de hombre de paja nunca ha sido defendido por algún filósofo en la historia del pensamiento.
Entonces, ¿cuáles defectos vislumbra Goldstein que hay en este argumento? Por supuesto, ustedes ya adivinaron: “¿Quién causó a Dios?” El proponente del argumento cosmológico, dice ella, debe decir o que Dios no tiene una causa, lo cual contradice (1), o que Dios se causó a sí mismo, lo cual contradice (3).
El problema con esa refutación es que ninguna versión del argumento cosmológico que se encuentra en las obras de sus proponentes principales afirma la premisa (1) de Goldstein. Más bien, la premisa que se presenta en los argumentos de ellos será algo como:

1’. Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
o
1’’. Todo lo que existe tiene una explicación para su existencia (ya sea en la necesidad de su propia naturaleza o en una causa externa).

Las versiones del argumento cosmológico que muestran (1’) afirman que cualquier cosa que llegue a existir debe tener una causa (algo sencillamente no viene de la nada). Pero si algo ha existido desde la eternidad, entonces es obvio que nunca vino a la existencia y de esa manera no hay necesidad de una causa. Entonces esa versión del argumento va a presentar una premisa que diga que el universo comenzó a existir, una premisa que notablemente no se encuentra en la formulación de Goldstein.
Otras versiones del argumento cosmológico que presentan (1’’) afirman, en vez, que cualquier cosa que exista, inclusive un universo eterno, debe tener una explicación de por qué este existe. Esa explicación puede ser una de dos tipos: en primer lugar, la cosa existe por la necesidad de su propia naturaleza, de manera que es un ser metafísicamente necesario, o en segundo lugar, ella tiene una causa externa, en cual caso es un ser contingente. Entonces esta versión del argumento va a presentar una premisa con el propósito de mostrar que el universo no existe por necesidad y por lo tanto debe tener una causa externa en un ser que exista por una necesidad de su propia naturaleza y [quien] es la causa de todas las cosas contingentes.
Goldstein sale con su premisa (1) al confundir esas dos versiones del argumento cosmológico. Al correr juntas las premisas (1’) y (1’’), ella surge con una premisa que ningún proponente del argumento afirma, de que “todo lo que existe”—tomada de la (1”)—“tiene una causa”—tomada de la (1’).

Curiosamente, Goldstein no culpa el argumento cosmológico por tener una premisa falsa. Más bien, el problema que ella ve es “explicando el porqué Dios debe ser la única excepción” en vez del universo mismo. Si ella hubiese reproducido fielmente el argumento cosmológico en lugar de hacer esta caricatura del mismo, ella sabría la respuesta a la pregunta. Los proponentes de la primera versión proceden a argumentar que el universo comenzó a existir y por lo tanto debe tener una causa, mientras que los proponentes de la segunda versión proceden a argumentar de que el universo no existe por una necesidad de su propia naturaleza y por lo tanto debe ser contingente. Estas son afirmaciones importantes y controversiales. Sin embargo, ellas no se van a discutir si el argumento está tan mal presentado que estas premisas ni siquiera aparecen.

Ahora bien, en el argumento # 4 “El Argumento del Big Bang” Goldstein aborda, de manera breve, la evidencia de la cosmología física a favor del comienzo del universo. El “defecto” que ella ve en este argumento es: Los cosmólogos mismos no concuerdan en lo absoluto en que el Big Bang es una singularidad […] El Big Bang podría representar el surgimiento legitimo de un nuevo universo desde uno que existía previamente”. ¿Es esto un defecto? ¿Desde cuando se requiere de un consenso universal a favor de la evidencia física para confirmar una hipótesis? Además, mencionar una singularidad es un arenque rojo, ya que los modelos del universo con un pasado finito, como el de Stephen Hawking y James Hartle, podrían exhibir un comienzo no singular. En el 2003, Arvind Borde, Alan Guth y Alexander Vilenkin probaron que cualquier universo que esté, en promedio, en un estado de expansión cósmica no puede ser eterno en el pasado, sino que debe tener un comienzo absoluto. El hecho es: no hay ningún modelo matemática y físicamente sostenible del universo que sea extrapolable al pasado infinito. Si Goldstein piensa lo contrario, dejemos que ella nos diga el modelo. El punto es: la física no trata en posibilidades. Las posibilidades resultan ser baratas. Lo que queremos saber es hacia donde señala la evidencia.

El segundo defecto en el argumento cosmológico que Goldstein encuentra es que nuestra mejor definición de la causa es “una relación que se sostiene entre acontecimientos que están conectados por las leyes físicas”. “Aplicar este concepto al universo mismo es utilizar incorrectamente el concepto de la causa, extendiéndolo a una esfera en la que no tenemos ni idea de cómo utilizarlo”. Aquí Goldstein está confundida. La pregunta relevante no es una definición de “causa”. Para encontrar eso, buscamos la palabra en el diccionario. (Ciertamente la definición de Goldstein no lo logra: por ejemplo, la simultaneidad es “una relación que se sostiene entre acontecimientos que están conectados por las leyes físicas”. Pero “ser simultaneo con” no significa o implica “ser causado por”). El diccionario Webster define “causa” como “una persona o cosa actuando voluntaria o involuntariamente como el agente que ocasiona un efecto o resultado”. ¡No hay ningún problema con eso!
Más bien, la pregunta relevante es de si podemos proporcionar un análisis de la relación causal en términos más primitivos o básicos, o de si la causalidad es en sí una idea sólida. Por ejemplo, algunos filósofos han pensado en analizar la relación causal de la siguiente manera:

Para algunas entidades X y Z, X es la causa de Z si y sólo si
(i) Si X no fuese a existir, Z no existiría, y
(ii) Si Z no fuese a existir, X aún existiría

Si dejamos que X sea Dios y Z sea el universo, entonces según este análisis Dios cumple con las condiciones para ser la causa del universo, ya que si Dios no fuese a existir, el universo no existiría. Pero si el universo no fuese a existir, Dios aún existiría. De modo que contrario a Goldstein, la causalidad se puede extender más allá del universo y tenemos una idea clara de como usarla. Ahora bien, no pretendo que este análisis de la causalidad sea adecuado para todos los casos. El análisis correcto de la causalidad es un asunto de gran controversia entre los filósofos y muchos dirían que es simplemente un concepto básico e irreducible. Pero observemos que lo adecuado de esos análisis será evaluado por cuán bien ellos encajan con nuestro entendimiento pre-filosófico e intuitivo de la relación de causa y efecto. Tú no necesitas tener un análisis filosófico para reconocer que las cosas que comenzaron a existir tienen causas. Hay mucho más que se puede decir aquí de una naturaleza técnica (por ejemplo, ¿por qué pensar, como ella afirma, que la causalidad debe ser una relación solamente entre los acontecimientos y por qué deben los acontecimientos estar conectados por las leyes físicas?), pero dejemos pasar eso. No es más objetable decir que Dios es la causa del universo de que Tolstoi es la causa de la Guerra y la Paz.

Por último, Goldstein comenta de que el argumento cosmológico es una expresión de la confusión que tenemos con la pregunta: ¿Por qué existe algo en lugar de nada?—a la cual ella recomienda la réplica: “¿Y si no hubiese nada? ¡Aún te estuvieras quejando!” Esto está supuesto a ser ingenioso, me imagino, porque si no hubiese nada, tú no estarías ahí para estar quejándote. ¿Pero no es ese simplemente el punto? La nada no necesita, ni puede, tener una explicación (¡no hay nada que explicar o que sea explicado!). Pero el hecho de que algo existe es un hecho positivo que clama por una explicación. Pensadores no teístas reconocen el peso o la importancia de esta pregunta. El filósofo naturalista, Derek Parfit, por ejemplo, reflexiona, “ninguna pregunta es más sublime que por qué hay un Universo: ¿por qué existe algo en lugar que nada?”. ¡Observen a la nada convirtiéndose en algo y muestrenlo al mundo!


 Referencias:
 [1] “Modernizing the Case for God,” [Modernizando el Caso a favor de Dios] Time (Abril 7, 1980), páginas 65–66.
[2] De que la revolución es continua se hace evidente por la aparición el año pasado del libro The Blackwell Companion to Natural Theology [El Compendio Blackwell para la Teología Natural] (editado por William Lane Craig y J. P. Moreland; publicado por Wiley-Blackwell en el 2009), un volumen conciso de artículos académicos escritos en defensa de una variedad amplia de argumentos teístas.
[3] Richard Dawkins, The God Delusion [El Espejismo de Dios] (New York: Houghton-Mifflin, 2006).
[4] Alexander Pruss, The Principle of Sufficient Reason: A Reassessment [El Principio de la Razón Suficiente: Una Re-evaluación] (Cambridge Studies in Philosophy; Cambridge: Cambridge University Press, 2006); Timothy O’Connor, Theism and Ultimate Explanation: The Necessary Shape of Contingency [El Teísmo y la Explicación Última: La Forma Necesaria de la Contingencia] (Oxford: Blackwell, 2008); Stephen T. Davis, God, Reason, and Theistic Proofs [Dios, la Razón y las Pruebas Teístas] (Reason and Religion; Grand Rapids: Eerdmans, 1997); Robert Koons, “A New Look at the Cosmological Argument,” [Una Nueva Mirada al Argumento Cosmológico] American Philosophical Quarterly 34 (1997): 193–211; Richard Swinburne, The Existence of God [La Existencia de Dios] (2da ed.; Oxford: Clarendon, 2004).
[5] In the Beginning," [En el Principio] en Conversación con Paul Davies y Philip Adams (enero 17, 2002), http://aca.mq.edu.au/pdavies.html
[6] Alex Vilenkin, Many Words in One: The Search for Other Universes [Muchos Mundos en Uno: La Búsqueda de Otros Universos] (New York: Hill and Wang, 2006), p. 176.
[7] Daniel Dennett, Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon [Rompiendo la Hechizo: La Religión como un Fenómeno Natural] (New York: Viking, 2006), 244.
[8] Para una discusión de la posibilidad de la personificación atemporal, véase mi libro Time and Eternity: Exploring God’s Relationship to Time [El Tiempo y la Eternidad: Explorando la Relación de Dios con el Tiempo] (Wheaton: Crossway, 2001), capítulo 3.
[9] Dicho ejercicio del poder causal plausiblemente trae a Dios al tiempo en el mismo momento de la creación.
[10] Stuart Hackett, The Resurrection of Theism: Prolegomena to Christian Apology [La Resurrección del Teísmo: Prolegómeno a la Apología Cristiana] (Segunda edición; publicado por Baker, 1982); David Oderberg, “Traversal of the Infinite, the ‘Big Bang,’ and the Kalam Cosmological Argument,” [Recorrido del Infinito, el ‘Big Bang’ y el Argumento Cosmológico Kalam] Philosophia Christi 4 (2002): 303–334; Mark Nowacki, The Kalam Cosmological Argument for God [El Argumento Cosmológico Kalam a Favor de Dios] (Estudios en la Filosofía Analítica, publicado por Prometheus, 2007); William Lane Craig y James Sinclair, “The Kalam Cosmological Argument,” [El Argumento Cosmológico Kalam] en Blackwell Companion to Natural Theology [Compendio Blackwell para la Teología Natural] (editado por William Lane Craig y J. P. Moreland; publicado por Wiley-Blackwell, 2009), 101–201.
[11] Dawkins, El Espejismo de Dios, 77.
[12] El proponente del argumento no conjura arbitrariamente un terminador para la regresión infinita y le dan un nombre. Más bien, como hemos visto, él presenta argumentos filosóficos y científicos de que la regresión debe terminar en un primer miembro, argumentos que Dawkins discute. El mismo Dawkins admite que muchas regresiones no pueden estar infinitamente extendidas (El Espejismo de Dios, 78), mas insiste que de ninguna manera está claro que Dios constituye un terminador natural para la regresión de causas. Pero los proponentes del argumento kalam proporcionan una justificación para lo que las propiedades como un terminador deben procesar y no se necesita dar ningún nombre para la primera causa: es simplemente el Creador personal del universo.
[13] No necesitamos preocuparnos por el pequeño argumento de Dawkins de que la omnisciencia y la omnipotencia no son compatibles ilógicamente (El Espejismo de Dios , 78). La tarea imposible que Dawkins se imagina para Dios simplemente es una repetición de la antigua historia, “¿Puede Dios crear una roca tan pesada que él no pueda levantar?” La falacia de ese rompecabezas es que la tarea que se describe no es lógicamente posible y la omnipotencia no significa tener la habilidad de ocasionar algo que sea lógicamente imposible.
[14] Dawkins, El Espejismo de Dios, 78.

Publicar un comentario

No sé quién coñ0 habrá leído tus posts, pero de nada ha servido.

MKRdezign

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con la tecnología de Blogger.
Javascript DisablePlease Enable Javascript To See All Widget