Pregunta
No quiero decir, ni siquiera pensar, que la existencia de Dios no pudiera tener propósito, pero estoy teniendo dificultad de no llegar a esa conclusión. Considere: los propósitos no están dentro de sí [mismos]. Los propósitos dependen de un factor o juicio externo. ¿El propósito de un árbol está en la mera existencia de ese árbol? No. El propósito del árbol se llega a conocer solamente después que se observa el árbol con varias otras cosas, por ejemplo, las aves haciendo nidos en sus ramas, la sombra que proveen sus hojas en un verano caluroso.
Por lo tanto, se deduce que para que uno pueda afirmar un /propósito/ para Dios [eso] implica que permanece algo afuera de Dios, de esa manera se hace a Dios Dios.
Porque sabemos que los propósitos deben ser externos a los objetos, ¿es imposible para nosotros decir, entonces, que hay un propósito o razón para la existencia de Dios? Hemos preguntado: ‘¿Por qué existe algo [en lugar de nada]?, pero ¿Por qué [o para qué] existe Dios?
Puedo encontrar un razón para nuestra existencia, (en Dios), pero ¿Cuál es la razón para Su existencia? ¿Nosotros? El hecho de que Dios dependa de nosotros ¿eso no nos haría a nosotros seres necesarios/mayores? Parece estar equivocado decir que el ser de Dios no tenga propósito, pero no parece que yo pueda evitar esa conclusión.
Cualquier conocimiento que usted pueda compartir se le agradecería mucho.
Gracias.
JCD
Respuesta:
JCD, me encantó recibir tu pregunta porque creo que la respuesta a ella va a ayudar a magnificar tu concepto de Dios.
He argumentado que sin Dios la vida humana es absurda, es decir, que en última instancia ella no tiene significado, valor ni propósito. Por otro lado, si Dios existe, entonces Él es la base para afirmar el significado, valor y propósito para la existencia humana. Nuestro objetivo ha de encontrarse en conocer a Dios, lo cual es un bien inconmensurable.
Ahora, eso plantea la pregunta obvia: ¿Qué hay del propio Dios? ¿Para qué fin Él existe? Como correctamente dices, nada externo a Dios pudiera alguna vez proporcionar una base para el significado, valor y propósito de Su vida.
La respuesta no es obviamente la conclusión absurda de que la vida de Dios, por lo tanto, no tiene significado, valor y propósito. Más bien, la respuesta debe ser que el fin (objetivo) es sí Mismo. Como correctamente consideraba Tomás de Aquino, Dios es el summum bonum (el mayor Bien, la Bondad propia). Así como nuestras voluntades tienen que estar propiamente dirigidas hacia el mayor Bien, también Dios se desea a sí mismo como el mayor Bien. No puede ser de otra manera, ya que cualquier cosa menos, sería idolatría.
Por lo tanto, cuando uno llega al mayor Bien, tu principio de que “los propósitos no están dentro de sí” fracasa. Mientras es verdadero que para los bienes finitos “los propósitos dependen de un factor externo”, eso no es el caso para un Bien infinito. El fin (objetivo) de Dios es el mismo que el nuestro: Dios Mismo, el paradigma de la bondad.
La maravilla es que ese ser autosuficiente haya condescendido para crear a personas finitas como nosotros, invitadas a participar en esta bondad divina como hijos de Dios. Es la maravillosa gracia de Dios manifestada hacia nosotros.
He argumentado que sin Dios la vida humana es absurda, es decir, que en última instancia ella no tiene significado, valor ni propósito. Por otro lado, si Dios existe, entonces Él es la base para afirmar el significado, valor y propósito para la existencia humana. Nuestro objetivo ha de encontrarse en conocer a Dios, lo cual es un bien inconmensurable.
Ahora, eso plantea la pregunta obvia: ¿Qué hay del propio Dios? ¿Para qué fin Él existe? Como correctamente dices, nada externo a Dios pudiera alguna vez proporcionar una base para el significado, valor y propósito de Su vida.
La respuesta no es obviamente la conclusión absurda de que la vida de Dios, por lo tanto, no tiene significado, valor y propósito. Más bien, la respuesta debe ser que el fin (objetivo) es sí Mismo. Como correctamente consideraba Tomás de Aquino, Dios es el summum bonum (el mayor Bien, la Bondad propia). Así como nuestras voluntades tienen que estar propiamente dirigidas hacia el mayor Bien, también Dios se desea a sí mismo como el mayor Bien. No puede ser de otra manera, ya que cualquier cosa menos, sería idolatría.
Por lo tanto, cuando uno llega al mayor Bien, tu principio de que “los propósitos no están dentro de sí” fracasa. Mientras es verdadero que para los bienes finitos “los propósitos dependen de un factor externo”, eso no es el caso para un Bien infinito. El fin (objetivo) de Dios es el mismo que el nuestro: Dios Mismo, el paradigma de la bondad.
La maravilla es que ese ser autosuficiente haya condescendido para crear a personas finitas como nosotros, invitadas a participar en esta bondad divina como hijos de Dios. Es la maravillosa gracia de Dios manifestada hacia nosotros.
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