De las cosas que muchos agnósticos, ateos y hasta algunos cristianos argumentan es en la confiabilidad de los evangelios.
De alguna manera, todos hemos escuchado lo siguiente: “El Nuevo Testamento ha sido cambiado tantas y tantas veces a través de los últimos 2,000 años que es imposible confiar en él.”
Muchas veces se piensa que es como el juego del secretito – en el cual susurro algo en el oído de una persona y ella, a su vez, a otra y así sucesivamente hasta que la última persona en recibir mi secreto anuncia cuál era el secreto original. Muchas veces, el mensaje ha sido cambiado.
Sin embargo, este no es el caso del Nuevo
Testamento. Referente a manuscritos antiguos, hay dos cosas claves (y
erradas) que se piensan acerca de esto:
- El mensaje ha sido transmitido oralmente, causando la fácil distorción del mismo.
- El mensaje ha sido transmitido de forma lineal (de una primera persona a una segunda, luego a una tercera, et cétera).
En cuanto al primer punto, sabemos que el
mensaje fue primero escrito y no hablado – por lo cual los manuscritos
pueden ser probados de maneras que un mensaje hablado no se podría.
En cuanto al segundo punto, la
transmisión de este mensaje escrito no fue lineal. Fue geométrica (es
decir que se multiplica: del original salen 15 copias, de las 15 salen
1,500, et cétera).
Me explico con un ejemplo:
Imagina a Doña Petronila, una señora de
75 años que vive en un asilo de ancianos. Doña Petronila le gusta crear
recetas en la cocina y un día hace una mezcla para una batida. Ella
escribe los ingredientes y crea la receta. Luego, se toma la batida que
confeccionó y se acuesta a dormir.
Al levantarse al día siguiente, Doña
Petronila se da cuenta de algo: ¡luce uno 10 años más joven!
¡Creó La
Batida de la Juventud! Doña Petronila, emocionada, reúne a sus 15 amigas
más cercanas en el asilo de ancianos y les da la receta para que la
copien en papeles para ellas mismas. Crearon La Batida y, al siguente
día, ¡juventud! Al ver que La Batida funcionó, sus amigas divulgaron la
receta – cada cual a 15 otras amigas propias. Así sucesivamente hasta
que habían unas 100 copias de la receta divulgada entre amigas y amigas
de amigas.
Tres semanas después, el asilo llevó a
todos sus residentes a pasar el día en el parque. Al regresar de la
gira, ¡encuentran el asilo en llamas! ¡Doña Petronila y sus amigas
perdieron la receta para la Bebida de la Juventud!
Doña Petronila y sus 15 amigas llamaron a
sus amigas, quienes también tenían la receta. Recopilaron 91 de las 100
copias escritas y comenzaron a compararlas. Inmediatamente, las chicas
se dan cuenta de unas diferencias en las recetas. De las 91, 83 son
exactamente idénticas las unas con las otras. De las ocho sobrantes, 6
tienen errores ortográficos (“zanahoria” con “s,” o “mantequilla” con
“y”). Otra receta tiene algunas direcciones invertidas (“mezcla y corta”
en vez de “corta y mezcla”) y la última tiene un ingrediente añadido de
más.
¿Crees que Doña Petronila pueda recrear
la receta origina con estas 91 copias recopiladas? Claro que sí. Los
errores ortográficos son obvios y fácilmente arreglados. Las direcciones
invertidas se inverten de vuelta a su estado original. El ingrediente
añadido se tacha, sabiendo que es más probable que una sola persona se
haya confundido añadiendo un ingrediente, a que 90 personas hayan
obviado un ingrediente importante, simultáneamente.
Aunque las variaciones entre las recetas
fuesen más numerosas o variadas, todavía se podría reconstruir la
receta original con bastante exactitud – si Doña Petronila consigue
suficientes copias.
Esto es lo que los académicos llaman
“crítica textual.” Es un método utilizado para probar TODOS los
documentos antiguos, no sólo los religiosos. No es un esfuerzo al azar, a
base de esperanza y adivinanzas. Es un cuidadoso proceso lingüístico
que alerta a los académicos y críticos para identificar possibles
corrupciones a cualquier escrito antiguo.
La confiabilidad de un escrito antiguo se determina a través de dos cosas principales:
- cuantas copias existen
- cuanto tiempo ha pasado entre el escrito original y sus copias
Básicamente lo que significa es que
mientras menos copias hay de un escrito y mientras más tiempo haya
pasado entre el original y sus copias, más difícil es reconstruir un
texto. De lo contrario, es más fácil.
Para que tengan una idea:
La Iliada de Homero es el
segundo libro más preciso en la historia. Cuenta con 643 copias hechas,
comenzando unos 500 años después del escrito original. Esto hace que La Iliada
de Homero tenga una confiabilidad de 95%, teniendo sólo unas 764 líneas
de corrupción textual (errores ortográficos, inversión de palabras o
palabras añadidas) en el escrito entero.
¿Los Evangelios?
A tan sólo 25 años de la publicación del
documento original, existían alrededor de 24,000 copias en 15 idiomas
distintos. Más de 5,600 de esas copias eran en Griego, el idioma original del Nuevo Testamento, y contenían sólo 40 líneas de corrupción textual en todo su escrito.
¿Su confiabilidad? 99.5%
Interesantemente, la desconfianza en la
veracidad de los Evangelios finalmente se traduce en desconfianza en los
textos históricos que hayan existido antes de la primera imprenta
industrial de Johannes Guttenburg. Es un doble estándar confiar en
escritos antiguos y no en los Evangelios.
Por lo tanto, dada su confiabilidad, las
pruebas arqueológicas y las fuentes extra-bíblicas que afirman lo que en
ella está escrito, Los Evangelios son considerados escritos históricos,
adicional a ser teológicos.
¿Qué tal del resto del Nuevo Testamento?
Se han encontrado miles fragmentos de las
diversas epístolas entre 50 a 65 años de su escrito original y copias
enteras del Nuevo Testamento a menos de 230 años desde que se completó.
Esto sigue siendo más de la mitad del tiempo que La Iliada de Homero y su confiabilidad se ha mantenido intacta.
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