Suponiendo que no hay inteligencia detrás del universo, no hay mente creativa. En ese caso, nadie ha diseñado mi cerebro con el fin de que pueda pensar. Se trata simplemente de que cuando los átomos dentro de mi cráneo, por razones físicas o químicas, se organizan de una manera determinada, esto me da como un subproducto, una sensación a la que llamamos pensamiento. Pero, en caso afirmativo, ¿cómo puedo confiar en mi propio pensamiento para saber que esto es verdad? Es como tirar al suelo una jarra de leche y con la esperanza de que la forma de la salpicadura dé un mapa de Londres. Por lo tanto, si no puedo confiar en mi propio pensamiento, por supuesto, no puedo confiar en los argumentos que llevan al ateísmo, y por lo tanto no hay razón para ser ateo, o cualquier otra cosa. A menos que yo crea en Dios, no puedo creer en el pensamiento: “Nunca puedo utilizar el pensamiento para negar a Dios."
Nunca te has preguntado: “¿Por qué existe
el razonamiento?” o “¿Por qué yo puedo razonar?” Tal vez no, pero ahora
sí. Son excelentes preguntas, al igual que “¿De dónde vienen los
fundamentos del razonamiento (i.e. lógica, preposiciones, modalidades,
etc.)?” Es algo utilizado a diario por todos – razonamos para tomar
decisiones triviales y decisiones que cambian nuestras vidas.
Desde que Darwin hizo lo suyo, ha surgido
un movimiento llamado “naturalismo,” que es lo que la ciencia ha
adoptado para poder funcionar. El naturalismo es
un sistema filosófico que considera la naturaleza como primer principio
de la realidad. Interesantemente, es de las ideologías que más se
oponen a la creencia de lo divino, ya que automáticamente descarta todo
lo que no es natural ni físico. Sin embargio, esta filosofía no puede
explicar de dónde salen las bases del razonamiento, porque el
razonamiento no es algo físico. El hecho de que podemos razonar (y estar
concientes) es presupuesto por la ciencia para poder operar, pero no
puede definir de dónde salió ni porqué existe.
La ciencia se limita a sí misma cuando
trata de explicar el mundo físico únicamente con el mundo físico. Es
como tratar de explicar cómo llegó el dinero a mi billetera sin utilizar
explicaciones que estén fuera de la billetera. En cuanto a la razón y
el razonamiento, se piensa que el cerebro es lo único que existe y que
eso de “pensar” es un proceso puramente físico.
C.S. Lewis comenta sobre ello:
“Todo el conocimiento […] depende de la validez del razonamiento. Si el sentimiento de certeza que expresamos a través de palabras como: “debe ser” o “por lo tanto” son percepciones reales de cómo las cosas fuera de nuestra mente tienen que ser, entoces no hay problema. Pero si este sentimiento de certeza no es más que un sentimiento dentro de la mente y no una percepción genuina de las realidades más allá de ella – si sólo representa cómo funciona la mente, entonces no podemos tener conocimiento.” (del libro “Miracles,” énfasis por el autor original)
En otras palabras, sabemos que algo es
cierto cuando tiene que ver con la realidad. Pero si esa certeza que
tenemos de que algo es cierto no depende de la realidad y sólo es algo
que la mente hace, entonces no se puede tener conocimiento. ¿Por qué?
Porque no podríamos diferenciar entre el proceso físico-químico del
cerebro de algo que es objetivamente cierto en nuestras mente – porque
la mente no existe, según el naturalismo. Por lo tanto, no se puede
explicar el concepto de conciencia en general ni la auto-concientización
(“yo soy yo y no soy otro”).
Entonces, todo se pone interesante.
¿Por qué la ciencia no puede explicar las
causas de nuestro razonamiento? Porque el razonamiento no es algo
puramente físico. Las entidades físicas pueden causar que cosas sucedan,
estilo “causa-y-efecto” (como cuando mezclas colorante con agua y se
vuelve de ese color). Lo que las entidades físicas no pueden hacer es considerar las causas racionales o el razonamiento detrás del hecho.
C.S. Lewis aboga que el razonamiento
requiere causas racionales – cosa que el naturalismo no puede explicar.
POr ejemplo, el naturalismo puede explicar las creencias de una persona
en términos de la psicología de la conducta (es decir: “todos estos
factores causaron que esta persona tuviese esa creencia”), pero no puede
analizar las razones racionales por las cuales una persona sostiene una
creencia – porque, para lograrlo, necesita algo más que lo físico. Dado
que el naturalismo sólo describe todo en términos físicos y naturales,
no permite espacio para causas que son producto de una mente pensante.
Un teólogo llamado Victor Reppert desmenuzó este argumento en tres pasos que hay que cumplir:
1. Demostrar que la razón y la racionalidad son aspectos fundamentales e innegables de nuestra existencia.
Hay nueve factores que
demuestran este punto: (a) los estados mentales tiene intenciones; (b)
pensamientos y creencias son ciertas o falsas; (c) seres humanos pueden
condicionalmente aceptar, rechazar o suspender sus creencias sobre
propuestas; (d) existen leyes de la lógica; (e) los seres humanos son
capaces de enteder estas leyes de la lógoca; (f) el entendimientos de
las leyes de la lógica tiene un rol causal en aceptar estas leyes como
certeras; (g) aceptar las verdades de una propuesta juega un papel
crucialmente causal en la producción de creencias; (h) es el individuo
quien juzga los pensamientos sobre las presmisas y luego crea una
conclusión sobre la realidad (i) nuestros procesos de razonamiento nos
proveen una manera certera de entender el mundo que nos rodea
sistemáticamente.
Estos nueve hechos de
nuestro razonamiento prueban que el uso de nuestra razón es
indispensable… pero también son nueve puntos que la ciencia no puede
explicar.
2. Demostrar que las inferencias racionales requieren de algún tipo de dualismo (causas físicas a través de razones no-físicas)
El dualismo presenta al
ser humano como una parte física y otra parte metafísica – es lo que
creemos los Cristianos. Lo que Reppert dice es que el hecho de haya
algún tipo intención en lo que hacemos, automáticamente implica una
parte que NO es física – cosa que el naturalismo no puede explicar y
niega. Por lo tanto, las intenciones (de la parte metafísica del ser
humano) son las causas de lo que sucede en el mundo físico. Sin embargo,
si las intenciones no valen nada o no existen (como sugiere el
naturalismo), entonces no importa nuestra razón ni nuestro
razonamiento. Aquí cito directamente del libro de Reppert (página 89):
“Si el ámbito físico es causalmente cerrado, entonces parecería, de primera instancia, como si no le importase qué estados mentales existen y, si este es el caso, entoces los estados mentales sencillamente no importan con respecto a qué eventos son causados en el mundo físico.”
En este sentido, el
naturalismo se vuelve contradictorio: no puede confiar en el
razonamiento que utilizó para establecerse desde un principio.
3. Argumentar que el teísmo (Dios) es necesario para explicar estos aspectos de nuestro razonamiento.
La materia no puede ser
la esencia fundamental del universo si vamos a decir que somos
entidades racionales. Una mente racional es la base para un mundo
racional. ¿Por qué confiar en los pensamientos de una mente que fue un
accidente de la naturaleza? ¿Qué validez tendría la verdad si se limita a
una realidad limitada (como lo es el mundo físico)? El teísmo afirma
que una mente racional (la de Dios) es el fundamento del mundo. Este
postulado explica los aspectos inescapables de nuestra racionalidad que
permea nuestra existencia. El naturalimo – que es la filosofía que la
ciencia actualmente acepta – sencillamente no puede explicar esta
racionalidad.
Los argumentos en favor del dualismo son básicamente de carácter epistemológico, aunque el dualismo encuentre también acogida por motivos morales o religiosos; en realidad, muchos ataques al dualismo pudieran estar inspirados más en esta clase de motivos que en los primeros.
El primer apoyo intuitivo al dualismo proviene del hecho de que tengamos alguna clase de acceso privilegiado a nuestra propia conciencia; así, por ejemplo, si por potente que fuese la tecnología empleada (estamos imaginando un experimento mental) no se pudiese conocer lo que pensamos cuando se examinase a fondo nuestro cerebro, habría que concluir que lo que llamamos nuestra conciencia no se encuentra enteramente en el mundo físico, por mucho que guarde obvias relaciones con él. El hecho de que podamos sentir un dolor, por ejemplo, sin que haya muestras físicas evidentes de ello, o el que podamos mentir, son ejemplos muy comunes de esa cualidad, ejemplos que impresionaban grandemente a un filósofo tan poco propicio al dualismo como Bertrand Russell. El argumento cartesiano que concluye con el "cogito, sum" se apoya en esta clase de razones, aunque culmina con una forma lógica en la que influye también una consideración de distinto tipo, a saber: el hecho de que si he de atender a mis razones he de ser un sujeto independiente de toda influencia externa para tener alguna credibilidad. Epicuro formuló de manera impresionante y concisa esta forma de argumentar: "El que dice que todo acontece por necesidad nada puede objetar al que niega que todo acontece por necesidad, pues esto mismo afirma que acontece por necesidad" (Exhortaciones de Epicuro, Gnomologio Vaticano, 40).
Los filósofos espiritualistas, especialmente Berkeley y Bergson han subrayado la importancia de esa clase de apoyos intuitivos para relativizar la importancia de la noción de materia. Entre los pensadores recientes, el físico Erwin Schrödinger ha insistido en la importancia de esta clase de cuestiones para relativizar la pretendida prioridad ontológica de la materia sobre la conciencia.
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