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¿La moralidad es producto de la evolución?


Los Cristianos argumentan que la existencia de una moralidad universal es evidencia para la existencia de Dios. En su libro The God Delusion, el ateo Richard Dawkins menciona que la moralidad viene a través de la evolución y que una persona puede ser moral sin Dios – y hay muchísmos ateos que piensan esto mismo.

Pero, ¿es cierto?


Dawkins reconoce que, en la superficie, el Darwinismo parece inadecuado para explicar el bien y la moralidad. Después de todo, ¿cuál es el valor de supervivencia de éstos sentimientos? Sin embargo, él intenta explicar la moralidad a través de su teoría del “gen egoísta,” estableciendo que los genes aseguran su propia supervivencia a través de comportamiento altruista – como ayudando al que nos ayuda o ayudando aquellos con nuestra propia genética (familia, de la misma especie, etc). Además, dice que como nuestra moralidad está arraigada en nuestro “pasado Darwiniano,” entonces la moralidad trasciende límites culturales o religiosos. Cita estudios que, supuestamente, demuestran que las personas religiosas no difieren de los ateos en su moral. Concluye que no se necesita a Dios para ser bueno – o malo. (Todo esto está en su libro, The God Delusion, páginas 214-226 y en una entrevista radial.)
Dada las presunciones sin Dios de los ateos, hace sentido que muchos de ellos hagan eco a las ideas de Dawkins al intentar fundamentar la moralidad en la evolución. De hecho, es de las cosas más comunes que se encuentran entre los ateos de hoy día. Sin embargo, este argumento se queda corto al no explicar todo lo que conlleva la moralidad. En específico:
  1. El argumento no explica de dónde surge la obligación moral ni el porqué de la misma.
  2. El argumento confunde la relación entre una moralidad divina y la religión.
  3. El argumento no explica adecuadamente por qué la moralidad es importante.

Problema #1: El abismo entre lo que es y lo que debe ser.

La idea de que la moralidad evolucionó menciona si las acciones promueven o estorban la supervivencia de los genes. No obstante, esto es sólo un criterio pragmático. La moralidad trata con los conceptos del bien y el mal, no con el hecho de que si son útiles o no. Nadie nunca vive como si la moralidad fuese meramente a base de su capacidad de supervivencia – hay acciones y conductas que las personas consideran genuinamente buenas o genuinamente malas.
El problema que enfrenta el ateo es, en las mismas palabras de Dawkins:
“En un universo de fuerzas ciegas y replicaciones genéticas, hay personas que serán heridas y otras tendrán buena fortuna – sin encontrar ningún tipo de razón detrás de ello; tampoco hay justicia. El universo que observamos tiene precisamente las propiedades que debemos esperar que tenga si, al final, no hay diseño, no hay propósito, no hay mal ni hay bien; nada, excepto una indiferencia ciega y sin misericordia. Como el poeta infeliz, A.E. Housman, lo pone:

‘La Naturaleza, sin corazón y sin conocimiento, nunca sabrá ni le importará.’

El ADN no sabe ni le importa. ADN sólo es. Y bailamos a su música.”
Por lo tanto, ¿cómo es que la base de la moralidad es la selección natural, si a la selección natural no le importa ni la bondad ni el sufrimiento?
Este es el dilema moral del ateísmo: pueden ser intelectualmente honestos y reconocer que a la naturaleza no le importa el bien y el mal, pero consistentemente abandonan esta postura, declarando que algunas cosas son buenas y otras son malas.

La moralidad necesita un fundamento sólido.

Paul Copan argumenta que el naturalismo evolutivo puede describir cómo es que las personas se comportan, pero no puede decidir cómo las personas se deben comportar. Para poder decir que una acción es buena o mala, se necesita una medida objetiva y universal, que trasciende el individuo y la sociedad.
Además, debe ser un Ser personal. Los estándares morales tratan con el bien y el mal. No sólo eso, sino que tienen que ver con lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer – ya que esto implica una decisión que requiere personalidad y conciencia.
Un estándar moral trascendente y, necesariamente, necesita estar fundamentado en una realidad consciente, personal y trascendente.  El Cristianismo encuentra esto en Dios – el único lugar donde tal estándar puede ser encontrado.
Si Dios no existe, entonces sería como explica Francis Schaeffer: la ética meramente explicaría “qué es” en vez de “qué debe ser”. Si este fuese el caso, entonces no hay una diferencia objetiva entre la bondad y la crueldad, por que, además de que no existiese un estándar objetivo, el mismo proceso evolutivo que nos trajo la bondad fue el que trajo la crueldad. En este sentido los mismos términos de “bondadoso” y “cruel” perderían su sentido.
Los ateos tienen un problema al asumir desde un principio que no hay un Dador de ley trascendental: aunque crean en un bien y un mal objetivo, no tienen forma de justificarlo, como se ha demostrado – a menos que admitan que hay un Dador de Ley Objetiva.
Pero, entonces dejarían de ser ateos.

Problema #2: Confundiendo a Dios y la religión.

Los ateos tienden a argumentar de que se puede ser bueno sin Dios y/o la religión (pensando que los términos “Dios” y “religión” son intercambiables) y concluyendo que Dios no tiene que existir para que la gente pueda ser moral. Sin embargo, hay una distinción importante entre lo que es Dios y lo que es religión.
Hay un estudio por dos personas llamadas Hauser y Singer que concluyeron que no había alguna diferencia estadística significativa entre las personas ateas y personas religiosas cuando emiten juicios morales. Interesantemente, el estudio siempre menciona la religión como agente moralizador y, repentinamente, deduce que Dios no es necesario para ser moral.
Como ha sido explicado, la moralidad objetiva requiere de un fundamento trascendente en Dios. Esto es cierto sin importar las creencias religiosas – o ausencia de éstas – específicas de cualquier individuo y a pesar de los diferentes estándares culturales. Dentro del Cristianismo (que aparenta ser la creencia que recibe la mayor cantidad de ataques), Dios creó la humanidad y se ha revelado, no sólo a través de Su Palabra y la encarnación de Jesús, sino a través de la naturaleza (Romanos 1:20) y a través de la conciencia moral de la humanidad (Romanos 2:13-16).
Si Dios existe y le ha dado una conciencia moral al ser humano, entonces las personas estarán percatadas de Su ley moral, a pesar de sus diferencias culturales o estándares religiosos. La moralidad humana tiene fundamento divino, no sólo para los Cristianos, sino para toda la humanidad – incluyendo ateos. Paul Copan escribe que los ateos pueden discernir una diferencia objetiva entre el bien y el mal sin referencia a una revelación especial (como la Escritura), pero carecen de un contexto metafísico apropiado para poder hacer tal distinción. Este contexto es dado en la afirmación bíblica de que Dios existe y creó al ser humano a Su imagen.
En pocas palabras, es cierto que uno pueda estar consciente de la moralidad sin necesidad de religión, pero no sin Dios.
Por lo cual, es posible hacer una distinción objetiva del bien y el mal es porque Dios existe.

Problema #3: ¿Por qué ser bueno?

Si el ateísmo es cierto, ¿qué inhibe a una persona de hacer el mal?
Los ateos que son intelectualmente honestos ya admiten que la evolución no produce virtudes como la generosidad o el amor universal. Sin embargo, Dawkins argumenta que hemos evolucionado a tal punto que podemos “rebelarnos en contra de nuestro ADN y enseñar tales virtudes” (del libro The Selfish Gene). Interesantemente, nadie ha podido decir por qué deberíamos rebelarnos e irnos más allá de nuestras tendencias evolutivas.
Si el ADN no le importa el sufrimiento, ¿por qué no podemos ser crueles si beneficia al individuo o a la sociedad? La historia presenta numerosos ejemplos de crueldad y opresión por personas que vieron beneficios personales o sociales en sus acciones (como, por ejemplo, la llamada “Última Solución” de Hitler). Alister McGrath nota que “una de las ironías más grandes del Siglo XX es que muchos de los actos de homicidio, intolerancia y represión que se llevaron a cabo fueron cometidos por personas que pensaron que la religión era homicida, intolerante y represiva – buscando removerla de la faz de la Tierra como un acto humanitario.”
Se podría argumentar, presumo, que los seres humanos hemos evolucionado moralmente de los tiempos de Hitler, pero ¿cuál es el estándar que se utilizaría para juzgar entre sistemas morales? C.S. Lewis explica:
 “En el momento que dices que un conjunto de ideas morales puede ser mejor que otro, estás, de hecho, midiendo ambas por un estándar – diciendo que hay un conjunto que se acerca más a ese estándar que el otro. Pero el estándar que se utiliza para medir dos cosas tiene que ser algo diferente a las cosas que mide. Se están comparando ambas, sin duda alguna, con una Moralidad Real, admitiendo que hay tal cosa como un ‘Correcto’ Real, independientemente de lo que la gente piense, y que algunas ideas se acerca a ese Real más que otras.” (Mere Christianity, pg 25)
El ateo no ha podido proveer un estándar claro. Como Dawkins, muchos apoyan la ética utilitaria, a través de la cual uno debe buscar el mayor bien para la mayor cantidad de personas, pero no explican cómo juzgar entre qué consecuencias son buenas y cuales no. C.S. Lewis argumenta que los estándares morales existen más allá de la convención humana: “Empieza a parecer que tendremos que admitir que hay más de un tipo de realidad; en este caso particular, hay algo mayor y más allá de los hechos cotidianos del comportamiento humano, pero es definitivamente real – una ley real, que ninguno hizo, pero que nos presiona a actuar correctamente.”
Para los ateos, la moralidad es un subproducto de la evolución, y esto significa que son meras convenciones. No hay nada genuinamente bueno o malo.
Una acción es pragmática o no pragmática, preferible o no preferible – pero, ¿pragmática o deseable para quién? ¿Quién decide? Si todos somos accidentes de la evolución, no hay nada malo con que un “accidente” más fuerte y hábil oprima a un “accidente” más débil y menos hábil. Así es que funciona la selección natural. La persona que ayuda a salvar la vida de otros mientras que él tiene la oportunidad de salvarse es, sencillamente, un idiota.
Como bien mencionó Dawkins: “no hay mal ni hay bien; nada, excepto una indiferencia ciega y sin misericordia.” De seguro los ateos se retraen de éstas ideas cuando van a l funeraria de un ser querido que fue asesinado. Sin duda alguna, identifican como “tragedia” y no se muestran indiferentes antes cosas como el evento de las Torres Gemelas o el bombardeo del maratón de Boston en Abril 2013.
Como escribió Aquino hace casi 800 años atrás:
“No podemos tener algo mejor sin saber qué es lo mejor. No podemos distinguir entre un bien mayor o uno menor sin tener un bien definitivo sobre el cual se puedan medir.”

La Realidad de la Moralidad

Cada persona está consciente de que hay una diferencia genuina entre el bien y el mal. Una ética fundamentada en la naturaleza nos dejaría con una moralidad arbitraria. Por otro lado, el teísmo comienza con valor, por lo cual cruzar el abismo entre lo que “es” y lo que “debería ser” no es problema.
Dios no declaró un estándar arbitrario de bien o mal – y tampoco lo descubrió. El estándar que Él ha revelado es una expresión de Su naturaleza santa y justa. Greg Bahnsen dice:
“Como Cristianos, tenemos un Dios absoluto, santo e incambiable que nos ha revelado una ley absoluta, santa e incambiable para proveer un fundamento absoluto, santo e incambiable para nuestra perspectiva ética y nuestra conducta moral.” (del libro: “Pushing the Antithesis”)
El ateo no tiene esta base absoluta, incambiante e inquebrantable para la moralidad. Gary Habermas dice:
“Uno puede tener un disgusto personal para comer berenjena, pero tal acto está lejos de ser inmoral. De la misma forma, lo que comúnmente vemos como malo en el mundo – cuando asumimos la ética moral ateísta – no es más que un fuerte disgusto personal y deja de ser un problema objetivo para el teísta. Los ateos han perdido su argumento favorito en contra del teísmo.”
Para concluir, no se pueden tener ambas cosas: o aceptamos la moralidad absoluta y enfrentamos la fuerte posibilidad de un universo con Dios o negamos la moralidad absoluta y reconocemos que no podemos usar el argumento de “si Dios existe, ¿por qué pasan cosas malas?” – porque si Dios no existe no hay tal cosa como algo que pueda ser reconocido como objetivamente mal. De cualquier forma, es un golpe devastador al ateísmo.
Aunque es cierto que hay personas que han cometido (y cometen – y cometerán) atrocidades en el nombre de Cristo, también es cierto que actuaron en contra de las enseñanzas de Cristo. Esto sólo sirve para ilustrar la depravación inherente en los corazones de cada persona y la necesidad que tienen los Cristianos de servir a Dios más fielmente. El ateísmo no puede dar cuentas de la naturaleza caída del hombre y tampoco provee una base adecuada para la moralidad o los conceptos del bien y el mal. Como menciona Joel McDurmon:
“El ateo no tiene Regla de Oro porque no tiene quién se la dé.”
Cuando la moralidad es divorciada de su fundamento en Dios, el ser humano se queda sin un fundamento estable sobre el cual juzgar el bien y el mal.

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